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Morientes, a la cabeza

Acabado el partido, se fundió en un abrazo con su amigo Raúl, al que intentó consolar, complicada tarea en aquellos momentos. Se intercambiaron las camisetas antes de que uno de ellos, Morientes, protagonista estelar de la eliminatoria, se fuera con sus compañeros a celebrar un triunfo que él mismo calificó como "histórico", conseguido ante el equipo al que todavía pertenece y le paga parte de la ficha.

"Para nosotros", dijo eufórico entre abrazos, "es lo máximo estar aquí. No teníamos nada que perder y hemos hecho un partido soberbio. Pero ahora no renunciamos a nada, a llegar más lejos. Ha sido un partido donde hemos luchado hasta el minuto 90, creando problemas al Madrid. Sabíamos que ellos iban a tener sus ocasiones. Pero todos merecimos un diez, desde el portero al número 32".

Ya en el Bernabéu, en la ida, Morientes había marcado, pero entonces no lo celebró. Miró al cielo y dedicó el tanto a las víctimas de los atentados del 11-M. La grada le regaló una sonora ovación. Para los madridistas, el delantero seguía siendo uno de los suyos. Ayer volvió a ver puerta, logrando el segundo gol de su equipo merced a un espléndido cabezazo. Era su séptimo tanto, que le coloca como el máximo realizador de la Liga de Campeones. Y lo celebró. Como celebraría después, según anunció, la victoria. "Soy madridista, pero también soy profesional y me debo a mi equipo. Sé que es un palo para los que fueron mis compañeros, pues tenían ilusión por estar en la final europea tras caer en la Copa", subrayó.

Con la camiseta de Raúl en los hombros, recorrió la pista de atletismo que bordea el césped junto al resto de jugadores del Mónaco, disfrutando de una victoria que Didier Deschamps, su técnico, definió como "una página maravillosa en la historia del fútbol francés, en una noche donde se ha demostrado que en el fútbol todo puede pasar".

El éxtasis llegó al palco, donde Alberto de Mónaco echó a volar su bufanda del equipo. El heredero de Rainero, forofo reconocido, ya se había saltado el protocolo en varias ocasiones, llegando incluso a sacar una tarjeta roja del abrigo tras una entrada de Helguera sobre un rival ante la mirada, entonces divertida, de los directivos madridistas. Finalizados los festejos, Morientes se llevó con él a Raúl, con quien pasará hoy el día.

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