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Reportaje:

Los secretos del Getafe

El club madrileño, candidato al ascenso por primera vez en su historia

Un grupo de hombres mayores se arracima sobre un panel de corcho analizando los horarios de entrenamiento y las novedades del Getafe, candidato al ascenso por primera vez en su historia. Los llaman La asamblea. Son el núcleo duro de la afición del enorme municipio del sur de Madrid (160.000 habitantes). Aguardan la salida de los futbolistas para comentarles sus impresiones del día. Los jugadores permanecen en las duchas tras una práctica de casi dos horas. Las más largas de toda la Segunda. "Me ha llamado mi primo de Barcelona porque alucina con el Getafe", asegura uno de estos "notables".

Una sorpresa que comprende el técnico del equipo revelación de la categoría, Yosu Uribe, un hombre de 36 años con aspecto de joven ilustrado: "Para la gente de fuera esto es muy sorprendente, somos humildes y nadie contaba con nosotros. Sin embargo, desde dentro todo tiene su explicación. Hay buena plantilla, buena base y los futbolistas están muy centrados". Uribe razona su éxito en la fuerza colectiva: "No creo en el dinero. Los nombres no hacen equipos, si así fuera no iríamos terceros". El preparador asturiano, fiel a su discurso, ha juntado un grupo de jugadores desechados de otros conjuntos: Yanguas, de Osasuna; Vivar Dorado, del Racing; Pachón, del Valladolid. Y así. "Gente de velocidad, que es el fútbol que me gusta a mí", resume.

Pero la ciudad, por el momento, no comparte el entusiasmo del técnico: "Es triste, porque sólo viene la gente de siempre." Una observación que desmiente, en parte, la peña "Web", un grupo de 35 chicos jóvenes que, según su improvisado portavoz, Marcos, creen que "algo se empieza a mover". Conceden, eso sí, que aún son pocos (la asistencia media es de 5.000 espectadores en un campo con capacidad para 14.500).

Míchel, un atacante con muchas conchas en Segunda y que jugó en Primera con el Rayo, ha marcado 14 goles. El secreto, según él, es el ambiente del vestuario: "Cenamos juntos, nos cachondeamos los unos de los otros y los entrenamientos son muy distendidos y nos lo pasamos bien. Todo eso se traduce en que luego la gente no va sólo a salvar ellos la cara, a su bola, sino que trabajan por los demás. Hay otros vestuarios en los que hay gente problemática. Aquí todos vamos de frente, ni hay envidias ni hay piques".

David Cubillo, criado en el Atlético, apunta otro factor: "Aquí se cobra siempre al día, primas, sueldos... es increíble, pero a mí nunca me habían pagado a tiempo". Sergio Sánchez, recién llegado del Atlético, se apunta a las dos tesis: "La gente se aprecia y además el club te da estabilidad". Ángel Torres, el presidente, camina mientras tanto apresuradamente de un pasillo a otro con una carpeta en las manos. La asamblea le observa y en ese momento resuena un acento extraño que se despide: "Arrivederci". Es Craioveanu.

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