"Tras el 11-S el principal problema no es el terrorismo, sino la pobreza"
Carlos Taibo (Madrid, 1956) ha participado en un seminario sobre educación y paz invitado por el centro de documentación Bakeaz. Este profesor universitario desgrana su visión crítica de la política "imperial" de EEUU tras el 11-S y la "manipulación informativa" a la hora de "cubrir u olvidar" guerras.
Pregunta. Dibuja los conflictos con un componente de privatización de la violencia y de guerra de guerrillas, con un escenario, al sur de Occidente, y un origen, la injusticia.
Respuesta. Añadiría también que el porcentaje de víctimas civiles ha subido de tal manera que si en 1900 los muertos civiles suponían la octava parte del total, ahora es justo al revés.
P. Tras el 11-S, la guerra contra el terrorismo lo inunda todo.
"Hay que desaprender la guerra, llegar a la conclusión de que es intrínsecamente perversa"
"La desinformación y los discursos obscenos pueden ser una estimulante escuela de educación crítica"
R. Esta guerra global de Bush y EE UU no es contra el terrorismo. El terrorismo sirve más bien como una añagaza que permite operaciones que en otras situaciones sería más dificil presentar. Es una guerra para ratificar la hegemonía propia y para expandir el modelo capitalista norteamericano, según aprobó EE UU en septiembre de 2002 como estrategia de seguridad nacional. Una de las secuelas es un retroceso en los derechos y las libertades no sólo en EE UU, también en Europa. Por no hablar del crecimiento planetario del gasto militar.
P. En 2002, el gasto de defensa de EE UU se incrementó en 48.000 millones de dólares.
R. Es que las tres cuartas partes del incremento planetario del gasto de defensa corresponde a esa potencia. Y puede llegar a 500.000 millones en breve.
P. No parece que ello esté en el debate de los demócratas.
R. La política exterior en general y las cuestiones militares en particular configuran el terreno de una política de estado que apenas se discute. No nos engañemos, por detrás está la influencia de un complejo militar industrial muy poderoso al que realmente es difícil hacer frente. Y si un candidato demócrata decide encarar el problema de manera radical, el poder en la trastienda de esos grupos terminaría por segarle la hierba bajo los pies. Pero si fue Clinton quien apostó por un crecimiento del gasto militar, por el escudo antimisiles, quien mantuvo un embargo macabro contra Irak que enviaba a la muerte a más de 4.500 niños al mes,...
P. En el retroceso de derechos, hay una situación que antes del 11-S hubiera sido impensable: los presos de Guantánamo.
P. Es una muestra de la automarginación de EE UU en la firma de textos legales que de aplicarse dibujarían un planeta mejor. Me refiero al Protocolo de Kyoto o a las normas que rigen la justicia penal internacional. El que EE UU se permita automarginarse de la Convención de Ginebra genera un limbo legal que puede hacer que un buen puñado de personas procedentes de Afganistán acaben en el patíbulo al margen de las garantías legales más elementales.
P. Mohamed el-Baradei, director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, dice que "nunca ha sido tan grande el peligro" de una guerra nuclear. ¿Quién vive ahora más seguro en el mundo?
R. Nadie. Ni siquiera los beneficiarios de los atentados del 11-S, es decir la derecha americana más cerril. Con la actual estrategia no se rebaja el caldo de cultivo para respuestas desbocadas como las que se atribuyen, con razón o sin ella, al terrorismo internacional. Lo de Afganistán e Irak genera un engorde de ese caldo de cultivo. Tras el 11-S el principal problema mundial no es el terrorismo, sino la pobreza.
P. Todo esto convive, además, con los denominados conflictos invisibles, que no están en las agendas políticas.
R. Ni en las de los medios de comunicación. Nuestro interés por los conflictos bélicos merma sensiblemente cuanto más alejados hacia el sur y al este están. El conflicto de Bosnia levantó mucho interés. Chechenia está a 2.000 kilómetros al este de Bosnia y la atención es menor. Nadie sabe que 2.000 kilómetros más al este, en Tayikistan, una de las repúblicas ex soviéticas, hubo entre 1992 y 1997 un sangriento conflicto civil que no aparecía en nuestros medios. Muchas veces escuchamos en los 90 que lo que ocurría en Sarajevo era indignante porque estaba a una hora de avión de Roma. Rara vez se utiliza el mismo código para decir que Argel está a una hora de vuelo de Madrid. Argelia levanta algún interés; de las guerras del África subsahariana, nadie habla.
P. Pero la cobertura de la guerra de 1991 en Irak y la actual, con la irrupción de cadenas televisivas como Al Yazira o los periodistas empotrados, ha sufrido cambios claros.
R. La pluralidad informativa en esta guerra ha sido sensiblemente mayor. Ha habido otra versión de los hechos y las opiniones públicas en Occidente han acogido este conflicto con ojos mucho más críticos. Pero la pluralidad y el análisis crítico no han llegado ni de los periodistas empotrados, ni de los de Bagdad. Los medios funcionan por modas. Por no hablar de la utilización acrítica de una terminología impregnada de juicios de valor previo: fuerzas de la coalición, ejército de ocupación, asesinatos selectivos,...
P. Tal vez sea necesario desaprender la guerra.
R. Existe una fascinación por la guerra. Como no la vivimos, puede parecer moderadamente fascinante. Hay que hacer un ejercicio de desaprenderla y llegar a la conclusión de que la guerra es intrínsecamente perversa. Por eso la manipulación burda, la desinformación y los discursos obscenos pueden ser una estimulante escuela de educación crítica.
P. Las armas de destrucción masiva siguen sin aparecer. Y el informe del juez Hutton exonera a Tony Blair y causa la dimisión de directivos de la BBC.
R. En muchos casos asistimos a manipulaciones burdas de la realidad. El problema con el informe Hutton es que parece que lo que se dilucidaba era saber si Blair mintió o no y no si la guerra estaba justificada o no, que es algo mucho más importante. Y de esa distorsión emerge una condena de un medio que muchos estimamos razonablemente modélico, independiente del Gobierno, algo que por desgracia no podemos decir aquí. Ahora sabemos que Aznar y Blair mintieron al hablar de las evidencias de las armas de destrucción masiva.
P. Human Right Wacht dice que, a falta de armas de destrucción masiva, no podrán apelar a que la guerra respondió a una intervención humanitaria.
R. En la trastienda de las estrategias de intervencionismo humanitario están los intereses de las grandes potencias, que han hallado un procedimiento aparentemente más benigno, pero que reproduce muchos de sus intereses, para controlar zonas geoestratégicamente interesantes o económicamente jugosas.
P. ¿Qué le sugiere el concepto "ataque preventivo"?
R. Primero, que no es nuevo. EE UU ha asestado muchos ataques preventivos en el último siglo. Lo nuevo es su verbalización obscena. Es como el debate sobre el unilateralilismo. Su política exterior es un multilateralismo a la carta: consultaba a los amigos dónde y de qué manera intervenir. El papel de la ONU ha sido patético al tolerar el derecho ilimitado de injerencia.
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