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Crítica:CANCIÓN | Andy y Lucas
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Algunos riesgos de una presión innecesaria

Cualquiera con 20 años se pone el mundo por montera, máxime si en los últimos seis meses de su vida ha pasado del anonimato más absoluto a convertirse en un ídolo de las adolescentes. Pero esa emoción que le puede embargar a uno en esa situación ha de saberse equilibrar con el respeto que el público merece.

Andy y Lucas

J. Catalá (guitarra eléctrica y dirección musical), Sergio Flores (teclados), José Nodar (bajo), José Losada (guitarra española), José M. Muñoz (percusión), A. Pastora (batería), Loli Losada y Anabel (coros). Teatro Lope de Vega. Madrid, 29 de diciembre.

El pasado lunes ofrecían en Madrid dos conciertos en la misma tarde. "Ya no podemos más, estamos muy cansados", decía Lucas al final del segundo. Semejante confesión a su público, que les pedía más canciones y que no quería que se marcharan del escenario, podría haberse evitado si la gira se hubiera concebido más como un paso adelante en la carrera del dúo gaditano que como un "aprovechar el fenómeno antes de que se agote", que podría deducirse.

Pero hay que tener confianza en el dúo. Se les ve artistas: uno, Lucas, desde el desparpajo y el gracejo chirigotero gaditano; y el otro, Andy, desde la timidez. Dos artistas muy diferentes pero complementarios, como pudieron serlo hace 25 años los Pecos, o más recientemente Estopa, aunque les falte el lado canalla. Vaya o no a la larga esa innecesaria presión en su contra, lo cierto es que hoy por hoy las chicas se deshacen ante ellos. Se corean sus canciones de pe a pa, suspiran nerviosas con cada gesto de este dúo y son capaces de no sentarse ni un momento y bailar sus rumbas o desgañitarse con sus baladas cargadas de tópicos de amor y desamor juvenil, entre la incomodidad de las filas de butacas de un teatro abarrotado.

Lucas, que en ocasiones rapea y baila break, apabulla con su presencia en escena. Andy queda atrás, más desvalido, y hasta su micrófono se escucha menos. A veces parece que entre tanto guiño fácil "a las niñas guapas de Madrid", tienen discurso más serio, bien repudiando la violencia de género (Y en tu ventana), ensalzando a un personaje tan controvertido como Jesús Quintero (Ratoncitos coloraos) o dedicándole el concierto entero a Belén, una niña enferma a la que habían visitado por la mañana en un hospital madrileño.

Andy y Lucas han empezado bien su carrera, poseen talento para durar en esto, no conviene apresurarse con decisiones precipitadas que echen al traste las esperanzas que han despertado entre miles de jóvenes que se ven reflejadas en sus sencillas canciones. Ésas que abrazan el pop de corte adolescente con los aromas sureños de la Andalucía más feliz.

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