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Columna
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El arte de la protesta

SCCPP: Sabotaje Contra el Capital Pasándoselo Pipa. Ésta es una de las consignas del grupo Yomango, un conjunto de activistas que desde hace unos meses operan en varias ciudades de España. Su principal acción combativa es el robo en grandes centros comerciales como, según su nomenclatura, el Corte Malayo o los supermercados Champiñón. Yomango acusa al mercado de apropiarse de las ideas, las formas de vida, el vestir (espiadas por los cool-hunters) o la sexualidad ya inventadas por la sociedad para revendérselas como productos nuevos y de lujo. Creen que mangar no es más que recuperar lo que nos pertenece.

Sus consignas pseudocomunistas, sus recomendaciones para burlar los sistemas de seguridad de los centros comerciales, sus técnicas para dar el cambiazo a los códigos de barras de las mercancías o sus pautas para actuar ante las posibles sanciones legales en caso de ser detenidos se exponen en libritos. Acaba de salir a la calle El Libro Morao tras un primer Libro Rojo. En esta segunda entrega, Winona Ryder se alía con Mao en una protesta anticonsumista. Pero la gran paradoja es que este segundo libro se vende a un euro (el primero era gratis). Poner precio a su minirrevista contradice toda su filosofía, puesto que su contenido y sus soflamas contestatarias en teoría ya habitan en nosotros, ellos sólo las extraen de nuestro inconformismo interior para luego hacer dinero a nuestra costa.

Yomango no es mucho más serio que una gran gamberrada disfrazada de acción subversiva y denunciante. Los objetos robados, tanto zapatos como salchichones, no son entregados a los pobres en un gesto robinhoodiano, sino que se los comen en su casa okupa de Lavapiés. Su premisa de pasarlo bien en la lucha dota a su causa de una festividad impropia de la gravedad del enemigo contra el que luchan.

La aldea global, el capitalismo voraz, la presión que ejercen los bienes de consumo especialmente sobre los más necesitados, los inmigrantes e incluso sobre una juventud con trabajos y sueldos precarios, son temas de preocupación generalizada contestada a escala mundial por los grupos antiglobalización. Robar en las grandes superficies ya era una práctica rebelde en los años sesenta, un acto sobre el que instruyó y al que incitó Abbie Hoffman en su libro de 1971 Roba este libro. Pero entonces estos hurtos estaban cargados de unas connotaciones antisistema mucho más profundas, mediatas y críticas que las de Yomango. Hoy la auténtica lucha por escapar de la comercialidad, el método más efectivo y sincero de denuncia, es el arte. Y precisamente en Lavapiés, un barrio humilde donde se concentra parte de ese inconformismo con la sociedad actual intolerante, impositiva, unidireccional y globalizada, está La Casa Encendida. Este centro acoge en estos momentos, entre muchas otras ofertas multimedia, Nuevas cartografías de Madrid, una exposición de escultura, fotografía y vídeo que muestra y critica la creciente y desfavorecida situación de los inmigrantes en la capital. La Casa Encendida es como un edificio okupa donde los jóvenes madrileños tienen la oportunidad de exhibir sus inquietudes, sus frustraciones, sus protestas y sus anhelos a través del arte. La exposición Banquete, que en estos momentos se muestra en el Conde Duque, es otro espacio artístico donde la queja y la esperanza esbozada con ingenio y humor superan a los métodos anacrónicos y devaluados del robo en Carrefour.

Precisamente en Lavapiés ensaya un grupo de música sincero y comprometido con sus creaciones, Plastic d'amour, que acaba de publicar su segundo trabajo con la discográfica independiente Siesta. Esta compañía se unió la semana pasada a quince más para formar en Madrid la Unión Fonográfica Independiente, que ha publicado otro libro de color: el Libro Blanco, un decálogo donde se solicitan espacios de difusión en medios de comunicación para la música minoritaria. Luchan a través del arte contra las multinacionales que dominan y rigen el mercado. Su apuesta no consiste en robar CD de Britney Spears o Bustamante y destrozarlos, ni siquiera en sustraer de la Fnac los trabajos que, a su juicio, merecen la pena y que, de alguna manera, nos pertenecen a todos y no a la gran empresa. Simplemente combaten la tiranía del mercado, la dictadura del consumo y la basura comercial que nos contamina con la única arma legítima y efectiva en estos momentos, el arte verdadero.

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