Patrick Dalzel-Job, el auténtico James Bond
Héroe británico de la Segunda Guerra Mundial, espía al servicio de Su Majestad, valeroso y de espíritu independiente, Patrick Dalzel-Job inspiró al escritor Ian Fleming a crear la personalidad de su más famoso personaje de ficción, James Bond. Así lo han reconocido sus antiguos colegas, amigos y vecinos tras su fallecimiento esta semana, a los 90 años, en Plockton, el pueblo de Escocia donde residió gran parte de su vida. "Llevó a cabo operaciones, prácticamente día tras día, que hubieran matado a cualquiera. Todos le reconocimos en cuanto salió la primera novela", señaló Peter Jemmett, antiguo oficial de la Marina británica que sirvió bajo sus órdenes.
Dalzel-Job prefería el anonimato y tan sólo en una ocasión, a raíz de la publicación de sus memorias, From Artic Snow to Dust of Normandy, en 1991, se identificó públicamente como el genuino 007. "Yo era Bond, es verdad. Trabajé con Ian Fleming durante la guerra, dirigiendo un comando de marines por el frente enemigo. Más tarde me dijo que me había utilizado como modelo de Bond", desveló en una entrevista. El autor de la popular saga murió sin dar a conocer la fuente de su inspiración, y su biógrafo, Andrew Lycett, considera que el superagente es una amalgama de varios individuos.
En los aspectos más mundanos, como la afición por el martini o por las mujeres seductoras, Dalzel-Job se distanció del personaje de ficción. "Yo sólo he querido a una mujer", dijo en una ocasión. El gran amor de su vida fue Bjorg, una adolescente noruega con quien navegó por la costa ártica hasta alcanzar Rusia en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Concluido el conflicto, el entonces capitán de corbeta regresó a Noruega en busca de su joven amiga. Se casaron semanas después en Oslo.
Pero, en el frente, Dalzel-Job parecía la viva imagen de Bond. Se dice que podía esquiar de espaldas, navegar un minisubmarino y lanzarse en paracaídas en situaciones de extremo riesgo. No temía al enemigo y su instinto le llevó incluso a actuar en contra de las directrices de sus superiores.
En Noruega, donde fue desplazado dado su conocimiento de la costa, tenía expresas órdenes de evitar todo contacto con la población civil. Pero tras colaborar en el desembarco de más de 10.000 soldados aliados, ayudó a las mujeres, niños y ancianos de Narvic a escapar del pueblo en botes de remo. Estaba convencido de que el éxodo era la única forma de salvar sus vidas de un inminente bombardeo nazi. Sólo la intervención personal del rey noruego, que le concedió la Cruz de los Caballeros de San Olaf, le salvó de verse sometido a un juicio militar por desobedecer órdenes.
Dalzel-Job lideró uno de los comandos de reconocimiento que controlaba Fleming durante la guerra. Ambos trabajaban para el servicio de Inteligencia Militar Naval y, en sus misiones, se adentraron en territorio ocupado por las tropas nazis, tanto en Alemania como en Francia. En otra ocasión, pasó una semana en una isla noruega, sin más compañía que las aves, fotografiando buques enemigos.
Tras jubilarse, regresó a sus tierras escocesas en compañía de Bjorg, que murió de cáncer hace veinte años. En su residencia de Plockton llevaba una vida tranquila y prefería las novelas románticas a las aventuras de Bond. "Cuando has llevado una existencia tan agitada, no necesitas leer una versión ficticia de la misma", dijo tras publicar su autobiografía. Celebrado por la crítica, el eco del libro se propagó incluso en círculos palaciegos. "Es una historia fascinante... y tendrá un lugar de honor en la biblioteca de la Reina Madre", le comunicó por carta el secretario de la madre de la actual monarca inglesa.-
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