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Reportaje:CINCO CAMINOS QUE LLEVAN A GALICIA

Paisajes norteños entre el mito y el futuro

Rutas cargadas de historia y espíritu celta entre el Atlántico y las montañas lucensesRutas cargadas de historia y espíritu celta entre el Atlántico y las montañas lucenses

Galicia es un resto de lo que fue y por eso su sombra antigua parece más extensa que su cuerpo actual. Galicia es país atlántico, pasan nubes, hay mareas y estaciones. La gente se mueve entre nieblas y bajo sombras, con días de cielo azul y sol arrebatado y días de temporal como diluvios profetizados. Galicia es un país de belleza escarnecida, son sus hijos los que hieren el bello cuerpo que ocupan. Los gallegos no han aprendido a conocer la belleza que pisan, o bien lo saben y por ello lastiman el paisaje, para hacerse daño a sí mismos. Y por eso su belleza es dramática, siempre a punto de perecer. Galicia ha sido no siendo. Y se ha dejado estar tendida como una vieja princesa dormida, pero no ha venido príncipe alguno a despertarla con un beso. Galicia es la solemnidad ceremoniosa de la Marcha del Reino y es el arrebato frenético de la muiñeira o de la ribeirana. Galicia hoy son dos. Y las dos están abrazadas y luchando, la vieja y la nueva. El visitante verá a las dos y a veces le costará distinguir a la una de la otra porque, entrelazadas, forman y no forman un mismo cuerpo. Pero una de ellas está cediendo y parece querer dejar vivir a la otra. La nueva Galicia para existir tendrá que ser leal a la Galicia que ha sido. Pero también tendrá que ser leal a sí misma; debe atender a la luz de un nuevo faro que lanza esperanza intermitente, "nunca máis, nunca máis", dice. Y la Galicia que sea seguirá siendo mito, historia y literatura.

La Galicia más risueña, sin dejar de tener su necesaria gota de melancolía, es la de las Rías Bajas, la del vino de O Rosal y el albariño. La mayor de sus rías es la de Arosa, un mar tranquilo con un rosario de pequeñas ciudades a su alrededor
Alrededor de Santiago de Compostela hay un tejido mítico jacobeo, no sólo todas las villas que se suceden en el Camino Francés, sino también los puertos adonde arribaban peregrinos, A Coruña, Muros, Noia

Se podría hacer un viaje por cada uno de esos caminos. Un viaje por los miles de castros y su oro mágico. Un viaje por los castillos y torres que sobrevivieron a la Revolta Irmandiña. Esas fortalezas donde eran acogidos los trovadores que cantaban las cantigas recogidas en los Cancioneiros. Un viaje a la Europa cristiana medieval, que desde el reino carolingio irradió el románico, tecnologías e ideología a través de los conventos benedictinos y cistercienses. Esa Europa que imaginó Santiago de Compostela, ciudad germana levantada sobre un castro celta, ciudad franca y de todas las lenguas. Un viaje a través de esa gran arteria cultural que es el Camino. Podríamos hacer un peregrinaje por la comida y la bebida. Y luego hay otra Galicia, que es actual aunque se alimenta de esa raíz que es memoria de lo remoto, y se manifiesta en algunas empresas enormemente emprendedoras, en artistas y en un orgullo nuevo que ya ha madurado y exige respeto y pide paso.

El sol de las Rías Bajas

La Galicia más risueña, sin dejar de tener su necesaria gota de melancolía, es la de las Rías Bajas, la del vino de O Rosal y el albariño. La mayor de sus rías es la de Arosa, un mar tranquilo con un rosario de pequeñas ciudades a su alrededor; se podría recorrer la ría siguiendo los pasos de los personajes de Valle-Inclán, que nació en Vilanova de Arousa, donde aún se levanta la casona natal, aunque también vivió en A Pobra do Caramiñal, que disputó siempre por el lugar de nacimiento. Pleito que durante un tiempo se arregló aceptando que el escritor había nacido en barco en medio de la ría.

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Con todo, en esta ría tan viva, tan poblada, tan desordenada, tan rica, es difícil reconocer la Galicia germánica y brumosa que Valle redibujó en sus obras. Los antiguos pazos de los señores de la tierra están hoy casi ocultos entre edificios; con todo, la hermosura es tanta, la puesta del sol en Arosa es tan hermosa que el que llega hoy no echa en falta lo que hubo.

El lado norte de la ría está bajo la sombra bravía de la Serra de A Barbanza, que tiene a sus pies el castro fortaleza de Baroña y las dunas de Corrubedo; allí está la marinera Ribeira, que disputa ser el primer puerto europeo de pescado fresco. Está la que fue señorial A Pobra. La pujanza caótica de Boiro y Rianxo, que fue un lindo pueblo de pescadores donde nacieron trovadores como Paio Gómez Chariño, "o almirante do mar" que mandaba la escuadra que tomó Sevilla; el marino poeta rabiosamente moderno Manuel Antonio; Rafael Dieste, y el gran Castelao, un santo laico nuestro. Rianxo dio también la Rianxeira, himno lento al que recurren excursiones y gradas de fútbol.

Al otro lado está Vilagarcía de Arousa, "los ingleses" para sus vecinos, histórico puerto comercial por donde llegó el fútbol a Galicia. Vilanova de Arousa y el puente que atraviesa la ría hasta A Illa. Y luego Cambados de los pazos, del convento de Armenteira y del vino albariño, cuna de un magnífico e inocente poeta, Ramón Cabanillas, que cantó a la tierra, a la justicia social y a los olores de pescado y aromas de vino.

Pontevedra la apacible, ciudad hermosa, guarda la memoria de los mareantes atlánticos. Tiene calles muy lindas, plazas agradables y románico ojival. Su museo guarda oro de los castros e historias de marinos. Tiene una ría abrigada, a un lado el puerto de Marín y los gigantescos petroglifos de Mogor, al otro una costa muy poblada que pasa por Poio y su gran convento, va a Sanxenxo, llamado "la Marbella gallega", uno no sabe si con buena o mala idea, y Portonovo. No dejen de visitar la gran playa de A Lanzada con sus olas de océano fuerte y su santuario, junto al cual el mar fecunda a las mujeres que reciban las nueve olas. Al cabo de la playa, en una península, está O Grove, sus barcos capturan pescado y centollas enormes, y la isla de A Toxa, hoteles, golf y balnearios.

El cielo al norte de Noia

En la costa que se extiende al norte de la ría de Noia y Muros el cielo es de nubes y también del azul más brillante. Noia es una villa hermosísima que fue burgo medieval de marinos y de oficios. En la iglesia de San Martiño están las grandes conchas traídas de mares lejanos, en la románica Santa María a Nova están las laudas de los antiguos noieses. De Noia hay que ir, por una costa magnífica y lenta, a Muros, quizá la villa costera mejor conservada, que tiene la memoria marinera y la densidad histórica de un Atlántico muy movido.

Hacia el norte seguimos por los arenales de Louro, Carnota, el macizo impresionante del monte Pindo, la ría de Corcubión, Cee hasta Fisterra, punto clave de la Costa da Morte, una costa apartada y olvidada, de gentes bravas que tuvieron que emigrar, hoy son poblaciones envejecidas y cansadas. Fisterra es un pueblo amontonado y con sabor marinero, pero el Finisterre es una idea abstracta y poética. Desde el pueblo va una pista sobre un acantilado hasta esta idea, allí está el faro sobre un monte sagrado. No hay que temerle al cielo sobre uno y hay que dejar que el viento golpee en la cara. Si se escucha atento se distinguen en él voces que vienen del allá enfrente, de América.

Toda esta costa es de difícil desempeño para viajar, hay que trabajarla con calma y cariño. En Muxía en una punta está el santuario milagrero de la Virxe da Barca, que llegó en barca de piedra. Pero este lugar sacro acaba de ser profanado hace unos días con la instalación de una suerte de escultura, un gran mamotreto que ha sido inaugurado por las autoridades al lado de este santuario de piedras sagradas veneradas desde hace miles de años hasta hoy. Luego hay que ir por Ponte do Porto hacia Camariñas y al cabo Vilán, que tiene el más espléndido faro, el más hermoso paraje inexplicablemente acosado hoy por molinos gigantes y nuevas construcciones en curso. Y a Camelle, que tiene un original paraje, el museo del alemán, obra de Man, un curioso personaje víctima de esa marea negra que algunos dijeron que no existía.

Laxe, Corme, Malpica, Caión, cualquier rincón de esta costa es una ocasión inolvidable. Y un paso más al norte, A Coruña. Una ciudad con muchos juguetes urbanos, como algunos excelentes museos, pero que sobre todo es mito, la torre de Breogán, o de Hércules, y es historia de las peregrinaciones por mar a Compostela. Su escudo es la torre y las vieiras. Y es historia épica, el ataque de Drake y la resistencia de los marineros, María Pita, y la batalla de Elviña entre franceses e ingleses. Pero, sobre todo, es una ciudad tranquila con barcos que llegan con sardina y con galerías urbanas.

Campanas de Compostela

Santiago nos pide un libro entero, un libro que empiece en el mito celta de un santo que llega por la ría de Arosa en barca de piedra; el culto a la tumba de un decapitado; Isidoro de Sevilla, que cita una estancia en estas tierras del apóstol hermano de Cristo; el beato de Liébana; una tumba sagrada aparecida en un sueño a Carlomagno en su corte de Aquisgrán..., y empieza un milagro en esta frontera de la cristiandad medieval. Al final de un camino en pos de poniente, de la muerte del sol, de su tumba en el océano. Un camino que tejió un espacio común, la Europa cristiana.

Compostela es el milagro de una tumba y sobre ella una estrella. Desde el paseo de A Ferradura, en la alameda compostelana está la mejor estampa de la ciudad rodeando a la catedral. Aunque uno casi prefiere la plaza de A Quintana, a poder ser con lluvia, y allí recitar los poemas en gallego que Lorca dedicó a la ciudad fantasmagórica. Santiago pide tiempo, dejar que la gravedad de tanta piedra se apodere de uno, perderse por calles envolventes, extraviarse bajo los grandes muros de los conventos. Orientarse sólo por las campanas protectoras de la Berenguela, la imponente torre del reloj. Y no diré más.

Alrededor de Santiago hay un tejido mítico jacobeo, no sólo todas las villas que se suceden en el Camino Francés, sino también los puertos adonde arribaban peregrinos, A Coruña, Muros, Noia. También la cercana villa de Padrón, que, aunque está imperdonablemente degradada urbanísticamente, es absolutamente jacobea.

Siguiendo los ríos que llegan a Arosa está Pontecesures, cuna de la Bella Otero, reina del espectáculo; Catoira, con su torres contra el normando, y luego Caldas de Reis, cuna de Alfonso VII, éste rey a secas. En la comarca está también el pico Sacro, un monte sagrado, escenario de un tremendo desafío entre los discípulos apostólicos y una reina guerrera, Lupa, que los desafió a vencer unos toros salvajes. Los toros finalmente arrastraron el carro que llevó el cuerpo hasta Santiago. El triunfo de la nueva religión sobre el caos, sobre los antiguos dioses locales.

Un grupo de turistas en el faro de cabo Vilán, a la entrada de la ría de Camariñas, en la costa coruñesa.
Un grupo de turistas en el faro de cabo Vilán, a la entrada de la ría de Camariñas, en la costa coruñesa.XULIO VILLARINO

EL OTOÑO: OURENSE Y EL RIBEIRO

OURENSE, LA ÁUREA, es Calpurnia, la bruja celta, y es la de las Burgas, aguas caldas y curadoras de estómagos para romanos y contemporáneos a quienes no repugna el olor a huevos cocidos. Allí, metida en el fondo de su valle junto al río Miño, está una ciudad muy amable y con un casco viejo hermoso que precisa cuidados urgentes. Tiene una catedral magnífica con un pórtico que es un eco de la de Santiago.

Ourense es una de esas ciudades a quien sus vecinos quieren cálidamente, los ourensanos fuera de su ciudad son exiliados que evocan la patria con ojos saudosos. Y se enorgullecen de haber sido la Atenas gallega, cuna de intelectuales y escritores como Otero Pedrayo, imprescindible para conocer Galicia, y Risco, una inteligencia agudísima y una erudición inhumana, en un alma medrosa que pasó del galleguismo al falangismo a escape. Pero quien mejor retrató la ciudad fue Blanco Amor, la ciudad canalla en A Esmorga (La Parranda), y la ciudad mística, siniestra y hermosa vista por el niño en Los miedos y La catedral y el niño. El cuerpo de la ciudad está en las guías de turismo, pero el alma está en la memoria y la literatura.

Cerca de Ourense está O Carballiño, para quien quiera probar el mejor pulpo de Galicia, pues las mejores pulpeiras eran las del interior; en la costa lo guisan bien y lo hacen caldeirada. Y también cerca, en Trasalba, está la casa-museo de don Ramón Otero Pedrayo, otra figura patriarcal y totémica de la cultura gallega, sus estudios geográficos son imprescindibles y sus novelas tratan de la Compostela romántica y de las tierras ourensanas de pazos y señores decimonónicos. Sin el esteticismo de Valle, pero con un afán de comprender y explicar el país. Cuando aquí alguien dice "don Ramón", puede ser cualquiera de los dos.

Y en la comarca de O Ribeiro se guarda el otoño de hojas pardas y hojas rojas violetas y tintas de las viñas. Ribadavia es su capital, hermosa capital del vino con fortaleza y muralla. Y, sobre todo, muy guardiana de los judíos y de su pérdida. Allí puede uno encontrar restos de la judería, e incluso comprar galletas al modo de aquel pueblo al que Isabel la Católica despojó de sus riquezas y desterró. Muy cerca hay otras casas judías, alguna muy interesante, aunque en el abandono, en Quintela-Cabanelas. Los vinos de O Ribeiro fueron mercancía exportada a Inglaterra y los Países Bajos en la Edad Media. Botellas de albariño y ribeiro yacen aún en la bodega del Titanic en su soledad atlántica y profunda. Aunque gran parte de él era bebido en la Compostela que era tan santa como bellaca. Hubo un tiempo en que decayó su calidad, pero ahora ha recobrado su color, su aroma y su sabor afrutado.

GUÍA PRÁCTICA

Dormir

- Turgalicia (www.turgalicia.es y 981 542 50 00). Depende de la Xunta. Ofrece una vasta información sobre la región (rutas, actividades, promociones) y funciona como central de reservas.

- Agatur (www.agatur.org). Portal de la Asociación Gallega de Turismo Rural. Selección de alojamientos con los que se puede contactar directamente.

- A Galicia (981 83 11 04; www.agalicia.

com). Central de reservas.

- Agarimo (986 64 46 31 y www.agarimo.com). Especializada en turismo rural al sur de Pontevedra.

Oficinas de turismo

- Rías Baixas: Vilanova de Arousa (986 55 46 93 / Casa de Valle-Inclán, 986 55 54 93). Ribeira (981 87 30 07). Rianxo (981 86 66 63 y 981 86 63 81). Vilagarcía de Arousa (986 51 01 44). A Illa (986 52 70 80). Pontevedra (986 85 08 14). Marín (986 89 21 62). Poio (986 83 32 04). Sanxenxo (986 72 02 85). Portonovo (986 72 30 44). O Grove (986 73 14 15). Vigo (986 43 05 77). Cangas (986 39 20 23). Moaña (677 42 89 86 / 986 31 01 00). Bueu (986 32 44 57). Nigrán (986 36 87 34). Baiona (986 68 70 67).

- De Noia a A Coruña:

Muros (981 82 60 50). Corcubión (981 74 54 00). Cee (981 74 51 00). Fisterra (981 74 07 81). Muxía (680 40 98 74). Camariñas (981 73 72 34). A Coruña (981 22 18 22).

- La ruta de Compostela: Santiago de Compostela (981 58 40 81). Padrón (981 81 07 97). Caldas de Reis (986 53 08 86).

- Ourense: Ourense (988 37 20 20). O Carballiño (988 27 07 92). Ribadavia (988 47 12 75).

- Lugo: Lugo (982 23 13 61). Ribadeo (982 12 86 89). Mondoñedo (982 50 71 77).

Páginas 'web'

- www.turgalicia.es.

- www.galinor.es.

- www.xacobeo.es.

LUGO: EL INVIERNO ES LA MONTAÑA

EL MUNDO nació del fuego o del hielo, pero lo remoto, el origen, siempre quema. La montaña en Galicia es el fin de Galicia, y el principio de Asturias, León y la meseta, y es el lugar del silencio. Porque la montaña quema, está casi vacía, sus hijos andan por ciudades más o menos lejanas, y aunque están marcados por el silencio original, pocos quieren volver de esas ciudades ruidosas. Los montes de Cervantes, que dieron un alto apellido, son el lugar mágico del oso, el corzo y el lobo, de la extensa noche de invierno. Curiosamente, estas montañas, que conservan las viviendas más antiguas, las pallozas, y que representan para nosotros lo remoto original, son, geológicamente, la Galicia más joven, son la enérgica montaña alpina de una tierra arcaica y gastada. Este horizonte hecho de horizontes sucesivos de picos enérgicos es la alegría de nuestro relieve.

De la montaña desciende el invierno hacia las tierras llanas, A Terra Cha luguesa y hacia la apacible ciudad de Lugo. Lugo es lucus, lugar, y es también Lug, alto dios y guerrero de caballo resplandeciente; sobre un castro celta levantaron los romanos esta obra de cíclopes, una muralla que es patrimonio de la humanidad. Por Lugo pasa el Miño dando un gran rodeo por el país hasta el Atlántico; pero Lugo bebe el viento del Cantábrico, al norte, y hacia allí se encaminan los pasos que siguen por Mondoñedo, capital de una antigua marca bretona que inspiró a Cunqueiro la presunción de que Merlín paraba por allí. Y al fin el mar, el de los Britanos, pues toda la Mariña lucense, hecha de las playas más húmedas y transparentes, y Ribadeo lindan con Inglaterra, mar mediante. Al este, tras la ría del Eo, viene la Veiga, que ya es Asturias, tan cuidada y ordenada.

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