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ATLETISMO | Campeonato del Mundo

Éxtasis franco-marroquí

Carlos Arribas

Hicham el Guerruj estaba en el paraíso. Bailaba frenético. Abrazaba a todos los rivales. Se arrojaba al suelo y se tapaba con la bandera de Maruecos, sábana roja y seda. Mehdi Baala, el heredero, daba la vuelta al estadio. Se juntaba con su mujer, cogía a su hija, recién nacida con delicado abrazo. El ucranio, el tercero, ni mú. El estadio era una fiesta. Los emigrantes marroquíes, multitud, aclamaban a su héroe, y no desdeñaban a su heredero, hijo de emigrantes, Baala. Los franceses, casi todos, aclamaban a su héroe, el heredero, Baala. Y los españoles, silenciosos y discretos, mutis por el foro. Eran los instantes posteriores a la final del 1.500 masculino, que en otros tiempos, no tan lejanos, eran la joya de la corona del atletismo español. Ayer, nada. Lamentos y quejas. Intentos de explicación.

Reyes Estévez era el hombre llamado hace cinco años a ser la gran estrella del atletismo mundial. Desde su aparición fulgurante en el Europeo de Budapest 98, sólo ha confirmado a medias, con dos bronces mundiales y una plata europea. Desde el año 2.000 se le está esperando. Ayer no fue el día. Tampoco. "Me pasé tirando en los primeros 600 metros", explicó, zapatillas blancas sobre calcetines negros, tan chirriantes como los cabellos que orlan su frente amplia. "Soplaba mucho viento y lo pagué. Y, además, el francés Chouki me cerró en la última curva". Intentaba seguir el ritmo único de El Guerruj y acabó sexto. "Pero es lo que tenía que hacer. Quizás si en Sevilla hubiera seguido a El Guerruj habría logrado la plata en lugar del bronce...".

Fue una carrera que dejó sorprendidos a todos. Inextricable. "Si al menos hubiera hecho buena marca...", se lamentaba Roberto Parra, undécimo después de haber comprendido por primera vez la dureza del 1.500, tres series en cinco días, recuperación complicada. "Yo como corro un poco diferente a todos tengo los cuadriceps bien, pero la parte de atrás del muslo no puedo ni tocármela". Pensaba Parra, la gran esperanza perdida del 800, que su tiempo no había estado bien y resulta que terminó en 3.35, su mejor marca al aire libre. "Jopé, qué carrera", dijo.

Tampoco Reyes Estévez, frustrado por su sexto puesto, apagado por la gripe que la atacó insidiosa la última semana -"he corrido atiborrado de aspirinas", dijo- era consciente de la marca que había hecho, de los 3.33.87. "Ahora sí que voy a hacer una marca buena de verdad en la final del Grand Prix", anunció. "Cuando me haya recuperado. Porque en la final he pagado la gripe y también la semifinal, en la que me quedé descalzó y tuve que echar el resto para clasificarme. Tengo desde entonces los gemelos como piedras".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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