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Reportaje:

Said y Barenboim animan a encontrar la realidad para superar la hostilidad

El escritor y el músico se reencuentran en Sevilla al frente del West Eastern Divan, un taller formado por músicos judíos, musulmanes y cristianos que alcanzará su objetivo "cuando la orquesta pueda actuar en todos los países de sus integrantes".

Margot Molina

Hace 10 años, el escritor Edward W. Said, palestino afincado en Estados Unidos, y el músico Daniel Barenboim, argentino de origen judío, coincidieron en el vestíbulo de un hotel londinense. La pasión que ambos sienten por el piano fue el detonante. Said se acercó a Barenboim y la música forjó una amistad que, desde entonces, se alimenta de un deseo común: lograr la convivencia en paz de los pueblos árabe e israelí.

"Estar aquí juntos ahora es la mejor forma de celebrar nuestros 10 años de amistad", decía ayer en Pilas (Sevilla) el intelectual palestino, autor de obras como Cultura e imperialismo o El fin del proceso de paz. "Entonces ni siquiera soñábamos con poder estar aquí hoy", añade Barenboim, titular de la Orquesta Sinfónica de Chicago y director de la Ópera de Berlín.

Said llegó el pasado domingo a la capital andaluza después de varios intentos, el último de los cuales lo abortó el apagón de Nueva York, ciudad en la que reside desde 1963. Catedrático de Literatura Comparada en la Columbia University, ha sido miembro independiente del Consejo Nacional de Palestina desde 1977 hasta 1991. "Vivimos en un 12º piso y yo no tengo las piernas para tantas escaleras, así que no pude salir. La verdad es que fue bonito porque vinieron nuestros hijos e hicimos una cena, de latas de atún claro, a la luz de las velas", cuenta el escritor, siempre dispuesto a encontrar el lado positivo de cualquier contratiempo.

El motivo por el que ambos creadores se encuentran en un pequeño pueblo del Aljarafe es que Sevilla se ha convertido, desde este año, en la sede del West Eastern Divan. El proyecto, fundado por Said y Barenboim en 1999, es un taller formado por jóvenes músicos israelíes y de países de Oriente Próximo que cada verano se reúnen para perfeccionar sus conocimientos musicales y, lo que para todos es más importante, aprender que "el otro no es distinto a nosotros", afirma el director de orquesta y solista de piano israelí. El músico dirigió ayer a la West Eastern Divan en Lucena (Córdoba), hoy lo hará en el Festival de Mérida y mañana en el teatro de la Maestranza de Sevilla.

Después de celebrarse en Weimar (Alemania) y Chicago (Estados Unidos), el West Eastern Divan se instaló el pasado año en Sevilla, invitado por la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo, un foro promovido por el reino de Marruecos y las Consejerías de Cultura y Presidencia de la Junta de Andalucía.

Los padres de la idea pensaron que Andalucía, donde convivieron judíos, musulmanes y cristianos durante ocho siglos, era un lugar idóneo para que su proyecto echara raíces y aceptaron la hospitalidad de la Junta. "No es que vivieran en paz, pero al menos vivieron. No se dedicaron a destruirse unos a otros, claro que eso duró hasta que llegaron los cristianos y rompieron el equilibrio", precisa Said sin intención alguna, como quien añade un dato superfluo. El pasado año ambos recibieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia por este proyecto.

Said, de 68 años y enfermo de leucemia, no pudo asistir al taller el año pasado por problemas de salud. Así que ayer, este hombre amable y repleto de energía positiva a pesar de su enfermedad, se mostraba feliz de haber podido dirigirse a los 81 chicos, de entre 15 y 30 años, que asisten al taller. "En Andalucía me siento mucho más en casa que en Estados Unidos. Estuve aquí por primera vez en 1965 y desde entonces he sido un entusiasta de esta tierra, sobre todo de la mezquita de Córdoba", añade el escritor palestino, quien en su amplia bibliografía ha tocado temas de música, política, teoría literaria y crítica cultural.

"Hablamos de identidad, tradiciones, música y literatura. Además, discutimos sobre la hostilidad que existe entre Norteamérica y el resto del mundo. Pero uno tiene que buscar continuamente para encontrar la realidad. Porque, ¿quién es América?", dice Said a modo de resumen.

"Los estudiantes tienen un nivel intelectual muy alto. No sólo saben de música clásica, sino también de filosofía y literatura. Hablamos de cualquier cosa que ellos quieran saber, en esta ocasión no lo hemos hecho de política, pero no hay ningún tema prohibido", añade Daniel Barenboim, de 61 años, quien, desde el pasado 4 de agosto, se multiplica para dirigir los ensayos de la orquesta del West Eastern Divan, asistir a las audiciones y atender decenas de compromisos con una vitalidad sin límites.

"La presencia de Edward es muy importante, no sólo por su inteligencia y reputación internacional; sino porque es una verdadera autoridad moral. Hay mucha gente con autoridad política y profesional, pero que carece de autoridad moral", sentencia Daniel Barenboim.

Una amistad de 'riesgo'

Mi médico le tiene más miedo a Daniel que a mi enfermedad", bromeaba ayer Edward W. Said mientras Daniel Barenboim le conducía en un Mercedes desde el antiguo seminario de Lantana en Pilas, sede del taller del West Eastern Divan, hasta un restaurante de Sanlúcar la Mayor. Barenboim, que ayer dirigió en Lucena (Córdoba) el primero de los conciertos de la gira de su joven orquesta, intentaba convencer a Said para que asistiera también al concierto que ofrecerán en Rabat (Marruecos), la primera ciudad musulmana en la que actuará la formación.

Barenboim, dispuesto a no restar ni un minuto a sus jóvenes alumnos, se las ingenia para estirar el tiempo como si fuera chicle, tanto que la entrevista de ambos creadores con este periódico se realizó, a trompicones, a bordo del vehículo.

"Habremos cumplido nuestro objetivo cuando la orquesta pueda tocar en cada uno de los países de los músicos que la forman. En algunos países árabes dicen que no quieren contar con nadie que no apoye la causa palestina; pero nuestro caso es diferente porque los palestinos sí que nos aceptan a nosotros", se queja Barenboim, empeñado en derribar barreras a través de la música.

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Sobre la firma

Margot Molina
Ha desarrollado su carrera en El PAÍS, la mayor parte en la redacción de Andalucía a la que llegó en 1988. Especializada en Cultura, se ha ocupado también de Educación, Sociedad, Viajes y Gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado, entre otras, la guía de viajes 'Sevilla de cerca' de Lonely Planet.

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