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Reportaje:

Passarella, en flaco

Matías Lequi, un defensa zurdo argentino de 22 años, llega al Atlético

Todo lo que un equipo con hambre y sed de victorias como el Atlético de Madrid necesita de un jugador, se lo lleva puesto Matías Lequi. No será de los que se cotizan y deslumbran con la técnica, ni de los que venden camisetas con su nombre y número por la cara antes de tocar un balón, pero si le dan tiempo y oportunidad como en su momento le esperó el River de Buenos Aires cuando le trajo del Rosario Central, los aficionados atléticos le nombrarán en los cafés o interrumpirán las discusiones para decir con respeto y orgullo: "A ése lo quiero siempre en mi equipo".

Lequi nació, se crió y se educó en los campos de una de las mejores escuelas futbolísticas a cielo abierto de Argentina, la que recoge chavales en los baldíos de los alrededores de Rosario, la segunda ciudad del país, 280 kilómetros al norte de Buenos Aires, sobre el río Paraná. En esos potreros enseña y transmite el aire, la gente, los aficionados, la historia popular que cuenta por decenas los ídolos del Rosario Central y el Newell's Old Boys. Matías Lequi se modeló en la cantera del Rosario Central y a los 18 años, por altura, peso y condiciones, estaba ya en la Primera División. La información confidencial y el ojo de José Pekerman, legendario entrenador de juveniles en Argentina, ganador de tres campeonatos del mundo sub-20, le llevaron a la selección. El seleccionador Marcelo Bielsa, responsable tanto del equipo argentino que debe jugar desde septiembre las eliminatorias para la Copa del Mundo como el año próximo los Juegos Olímpicos, le tiene ya en la lista.

El ser y el estar de Lequi se expone en plenitud dentro del campo. Ahí se transforma. Edgardo Patón Bauza, el entrenador que le llevó a la primera del Rosario Central, le recuerda así: "Un jugador muy tranquilo afuera, pero de temperamento muy fuerte cuando juega, con mucha moral, no se cae nunca, tiene una actitud ganadora. Es zurdo, cabecea muy bien, me recuerda a Daniel Passarella".

Su último entrenador, el chileno Manuel Pellegrini, garantiza con su voz la calidad del producto: "Es una lástima que se marche tan pronto con todo lo que le ha costado hacerse un sitio y consolidarse en la primera del River. Tiene muchas condiciones y mucho futuro. Puede jugar en los tres puestos de la defensa y como carrilero por la izquierda. Es firme en la marca, duro de pasar, va bien arriba en las dos áreas porque es alto y salta mucho, ha marcado goles con remates de cabeza y sabe lo suficiente con el balón como para que el equipo pueda salir jugando. Creo que en España se van a sorprender porque no le conocen y quizás eso sea lo mejor para él, que no haya tantas expectativas y no le carguen de presión".

Pellegrini advierte sobre "expectativas y presiones", porque ya le pasó en el River. Como en un subtitulado, debajo debe leerse lo siguiente: El Flaco, como le llaman los compañeros a Matías Lequí, de 22 años, 1.88 de altura y 78 kilos de peso promedio, es todavía un chaval de perfil bajo fuera del campo, algo tímido y retraído. Las ceremonias, los actos de presentación, las conferencias de prensa, todo eso le incomoda. Por eso cuando saltó del Rosario al River fracasó en la primera temporada, sin sitio. Pero Pellegrini tuvo paciencia y al final encajó con Martín Demichelis, traspasado ahora al Bayern Múnich, de central y él, a la izquierda.

Una noche, durante la última Copa Libertadores, Lequi marcó de cabeza el gol de la victoria en el último minuto frente al América de Cali. Ese día se abrazó a los miles de brazos alzados en el campo del River, y hace menos de un mes dio allí la vuelta olímpica como titular del campeón del Torneo Clausura. Ya era de los indiscutidos, ya era tan querido como las otras figuras del equipo. Pero en el fútbol argentino es todo, todo, tan fugaz, que ya se va, también, como ellos. Lequi llegó ayer a Madrid, al Atlético, donde jugará cedido un año.

Matías Lequi, en un partido con el River Plate.
Matías Lequi, en un partido con el River Plate.AP

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