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Crítica:FERIA DE SANTANDER | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El descrédito del triunfalismo

A los fans de los toreros se les conoce en el mundillo como toreristas. Con tanto figurón del toreo como hay, los toreristas abundan.

Asistentes asiduos a coloquios, ágapes y homenajes coleccionan en la intimidad biografías-egos, revistas rosa-taurinas, fotografías con o sin dedicatoria de sus idolatrados. Ni imaginar se puede el gozo que experimentan el día que el maestro les saluda o les estrecha la mano. En la plaza los fans de los toreros lo perdonan todo, lo aplauden todo, lo piden todo. A los fans de los toreros les trae al pairo la materia prima de la Fiesta, el toro.

El encierro que el señor Yagüe presentó en Santander fue el fraude ganadero más importante de los últimos años. Anovillados, sin presencia, inválidos, nunca debieron saltar al coso santanderino. Una ofensa a la dignidad histórica de la plaza y su afición.

Ruiz Yagüe / Joselito, Ponce, Jiménez

Toros de Daniel Ruiz Yagüe, sin presencia, inválidos. Joselito: aviso, sablazo atravesado (silencio); estocada delantera (ovación y saludos). Enrique Ponce: aviso, estocada (oreja); pinchazo -aviso- media estocada caída y diez descabellos (saludos). César Jiménez: tres pinchazos, se echa el toro (silencio); pinchazo, media estocada caída, estocada -aviso (palmas). Plaza de toros de Santander, 22 de julio. 4ª de feria. Lleno.

Joselito, lesionado al lancear a su primero, terminó la faena desconfiado y sin entregarse. En el segundo toreó como en el salón de su casa. Su oponente no existió. Con todo, tomó toda clase de precauciones.

Enrique Ponce, ya se ha dicho en más de una ocasión, que es más que un torero. Es torero y pico. Tirando de esto último, sobrado de técnica, conocimientos y gustos del respetable, volvió loco a la concurrencia con una faena interminable. Si toreara a ley, de arriba abajo, de adelante a atrás y ajustándose, la porquería ésa de toro no hubiera aguantado ni una serie, comentaban los aficionados. Fue volteado al entrar a matar. En su segundo, mermado de facultades, se justificó.

César Jiménez nada pudo hacer ante su inválido primero. En el que cerró festejo en vez de darle por torear, que está en la edad de ello, le dio por ponerse cañí. No era cuestión de molestar, debió pensar el muchacho. La tarde estaba cruzada; el ganado no solamente era indigno de una plaza y de una feria que se precia, también era indigno para que lo toreara cualquiera que se sienta torero. El presidente se hizo el orejas ante las protestas de la afición. Nunca debió dejar que esa corrida saltara al ruedo.

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