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Reportaje:TOUR 2003

El afortunado 'monsieur' Godefroot

El director belga del Telekom tiene posibilidades de ganar su tercer Tour con su tercer corredor diferente

Carlos Arribas

Santiago Botero, su melena rubia, lacia por el sudor que le cae en chorretones por la cara -efectos secundarios del casco obligatorio-, llega al autobús del Telekom media hora después de que lo hiciera Alexander Vinokurov, y Walter Godefroot, siempre atento, amable y sonriente, deja un segundo de hablar con el periodista para apremiar en italiano a su fallido líder colombiano. "Venga, rápido, al autobús, dúchate, cámbiate de ropa". Botero, fatigado, obedece y Godefroot, en su claro francés, vuelve al periodista. "Como le estaba diciendo, este año habíamos fichado a tres corredores que podían ser líderes para el Tour", dice. "El australiano Cadel Evans, una gran promesa, se cayó. El italiano Savoldelli, que ganó el Giro del año pasado, se puso enfermo, y éste, Santiago Botero, que no anda". Y pese a recitar una retahíla de males, Godefroot lo hace sonriendo de oreja a oreja. "Y, mire usted, podemos ganar el Tour con el que teníamos en casa, Alexander Vinokurov".

"Entre todo el equipo le vamos a hacer la vida imposible a Armstrong", prometió Vinokurov
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Vinokurov también se acerca a Armstrong

Antes de empezar el Tour, el día anterior, Vinokurov acompañó a Botero a la conferencia de prensa del equipo y, aunque pocos le oyeron o entendieron -el rubio kazajo habla un francés bajísimo y no mueve los labios apenas, ni tampoco muestra la menor emoción con los ojos-, dijo bien claro que aspiraba a alcanzar el podio del Tour y que para conseguirlo no se iba a cansar de atacar a Armstrong. "Entre todo el equipo le vamos a hacer la vida imposible", dijo. Era toda una promesa para animar a Godefroot, 60 años recién cumplidos, antiguo corredor, rápido y duro, que no pasaba por su mejor racha, evidentemente. El verano pasado su aguante ante las aventuras extraciclistas de su niño mimado, Jan Ullrich, había dicho basta y una ruptura inevitable se había producido. El segundo director de Godefroot, su viejo amigo Rudy Pevenage, siempre protector de Ullrich, se puso de lado del ciclista prodigio y abandonó también el Telekom para organizar su propio equipo y sentar las bases de la extraordinaria -como puede apreciarse- resurrección de Ullrich.

Y allí estaba Godefroot, con un colombiano con el que no había hablado nunca -"con los corredores sólo tiene que hablar Mario Kummer, el otro director", dice- y cuyas prestaciones anteriores no le alentaban una confianza plena, liderando al segundo equipo con más presupuesto del pelotón mundial -tras el US Postal- en la carrera que vale por todo. "Ha sido un año duro, en efecto", dice. "Pero bueno, parece que al final tenemos algo de fortuna". Aunque las andanzas del Tobol de Kostanay en la Copa Intertoto -ya ha llegado, hito histórico, a la tercera ronda- preocupan más en Kazajstán que las hazañas de su ciclista albino en un Tour de Francia que ni siquiera se televisa, a Godefroot se le apareció Vinokurov cuando más lo necesitaba.

Godefroot ha ganado dos Tours con dos corredores diferentes. En 1996 condujo al gran danés Bjarne Riis a poner fin al reinado de Indurain y en 1997 efectuó en su equipo y en el ciclismo mundial el gran relevo. El joven Jan Ullrich, de 23 años, tomaba el poder de las manos de Riis, ganaba el Tour y se revelaba con el nuevo gran dominador para los años venideros. Pero en lugar de eso, se constituyó en uno de los mayores talentos jamás desperdiciados. Hasta que rompió con Godefroot. Ahora es el gran rival de Vinokurov en la destrucción de Armstrong, y de la consecución por parte del director belga de una marca que pocos directores tienen: ganar tres Tours con tres corredores diferentes.

"Vinokurov es muy distinto a Ullrich y Riis", explica Godefroot. "Riis era un líder duro y exigente. Ullrich tenía, sobre todo, un gran carisma. Vinokurov, en cambio, pasa inadvertido y su comportamiento en el equipo y en la carrera es mucho más relajado". Y, aunque no lo diga Godefroot, Vinokurov, si acaba el Tour, acabará con uno de los grandes mitos del ciclismo de los últimos años, a saber, que el Tour de Francia precisa de dedicación plena y exclusiva para su conquista, que no se puede estar en forma en marzo y en las clásicas de abril, y en mayo, y en junio, y luego pretender ganar la grande boucle. Porque Vinokurov, el hombre que atacará hasta que reviente, soltará su portentosa coz, establecerá su diferencia y hará sudar de lo lindo a quienes le persigan, ya ganó en marzo la París-Niza -una victoria especial, pues coincidió con la muerte en una etapa de su compatriota y amigo Kivilev-, en abril la Amstel Gold Race y en junio la Vuelta a Suiza. Para mayor felicidad del afortunado monsieur Godefroot.

Alexander Vinokurov, a su llegada a la meta de la etapa de ayer.
Alexander Vinokurov, a su llegada a la meta de la etapa de ayer.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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