Luis González Robles, una época del arte español
"Fueron años de ilusión y de trabajo", escribió González Robles en uno de sus escasos escritos autobiográficos. "Nos marcamos una tarea con fines claros y sencillos: conseguir que el arte español, el que entonces llamábamos de vanguardia, traspasara las fronteras y se conociera fuera lo que, de alguna manera, apenas se valoraba dentro". El juicio, en estos precisos y escuetos términos, parece muy correcto a pesar de haber sido sometido a fuerte controversia.
Luis González Robles nació en Sanlúcar la Mayor en 1916. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla y pronto se dedicó a tareas de gestión cultural. Fueron éstas, en un principio, literarias más que relacionadas con las artes plásticas: desempeñó la secretaría del Teatro Español en Madrid. Pero pronto se centró en las artes plásticas como organizador de exposiciones oficiales de arte español en el extranjero y subsidiariamente de arte extranjero en nuestro país. Para sorpresa de casi todos, el impacto que esas muestras tuvieron más allá de nuestras fronteras fue enorme y colocaron el arte español en un nivel de aprecio que se ha mantenido. Luego, en algunos medios, se hicieron interpretaciones espurias: aquello había sido una gran operación del régimen franquista para ofrecer de cara al exterior una imagen de modernidad de la que carecía. De ella se habrían beneficiado artistas que luego quisieron aparecer como disidentes políticos.
En estrictos términos históricos, esta interpretación es insostenible. El régimen no hizo ninguna maniobra de proyección internacional porque apenas si se puede decir que tuviera una efectiva política de artes plásticas. Los diplomáticos que colaboraron en la proyección de los pintores y escultores españoles a menudo ni los entendían. Los artistas, en su mayoría, no estaban politizados y cuando lo estuvieron, muy pronto, se mostraron lejanos al régimen. Desde la óptica exterior se ansiaba encontrar una expresión plástica eue enlazara con una gran tradición como la española, pero con los modos estéticos propios de la actualidad. El hecho de que se transitara en lo político desde una dictadura de partido único a otra de corte burocrático facilitó las cosas. De la concurrencia de estos factores nació el éxito exterior de nuestro arte.
Los años culminantes de González Robles se sitúan a fines de los cincuenta y principios de los sesenta. De carácter a veces difícil, pero trabajador infatigable, gran organizador y con especial olfato y habilidad para desenvolverse en los jurados de los grandes certámenes, fue corresponsable del triunfo internacional del arte español. En la Bienal de São Paulo (1957) obtuvo el premio de escultura Oteiza; en la de Venecia de 1958 lo lograron Tàpies y Chillida, y en 1960 el informalismo español -El Paso, por ejemplo- logró un gran éxito en Nueva York, Londres y París, y el resto de las principales capitales europeas presenciaron exhibiciones de éxito paralelo. La exposición Arte de España y América (1963), celebrada en Madrid, supuso una inflexión importante en el arte español por el conocimiento de nuevas tendencias, como el pop. González Robles fue luego director del Museo Español de Arte Contemporáneo entre 1968 y 1974.
Se puede considerar -con pleno acierto- que el mérito de los artistas plásticos españoles fue suyo y no de un gestor como González Robles. Pero, como estos mismos afirman, sin él, sin su decisión y aprovechamiento de las circunstancias, todo hubiera sido mucho más difícil. Por eso bien puede decirse con justicia que marca una etapa en la historia del arte español en una parcela de proyección hacia el exterior en que hasta hace bien poco la acción del Estado ha sido un tanto deficiente.
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