Cuando 'El Caníbal' perdió ante un castellano valiente
En 1971, Luis Ocaña hizo morder el polvo a Eddy Merckx en Orcières-Merlette, pero luego se cayó en el descenso del col de Menté
A Luis Ocaña en Francia le llamaban l'Espagnol. En España, el francés. Él decía: "Yo soy más español que el Caudillo. Quiero correr en la selección española". Pero el seleccionador, Gabriel Saura, y Luis Puig, que era presidente de la federación, y el delegado de deportes, Samaranch, le respondían: "No queremos corredores comunistas en el equipo".
-Pero si yo mataría por España...
A las afueras de Priego, en un peñasco entre olivos, en un terreno que le regaló el Ayuntamiento, Luis Ocaña se construyó un torreón. Lo dibujó, lo planeó y diseñó los muebles a su gusto recordando su pasado de aprendiz de ebanista. Pasaba algún día que otro y el resto del año lo dejaba cerrado. Lo vendió enseguida, harto de los destrozos de los vándalos y los rateros. Era el único vínculo material con el pueblo de Cuenca en el que nació en 1945. Luis Ocaña llegó a Francia en 1957, cuando tenía 12 años, con sus padres y su hermana Amparo, que se fue a vivir a Lourdes, y su hermano Antonio. En Francia nacieron dos hermanos más, Marie France y Michel.
Ocaña había visto que el belga flaqueaba y, con ayuda del Kas, le metió 8m 42s en la cima
"Habría preferido quedar segundo. Será una victoria manchada para siempre", dijo Merckx
"Eddy me ganaba en la bicicleta, pero estuve de juerga con él y no me aguantó el ritmo"
"En España trabajábamos como negros y no ganábamos para vivir. Habíamos perdido la guerra. Un kilo de pan al día le daban a mi padre por su trabajo. Nos vimos forzados a emigrar".
Salieron de Priego en 1951, cuando Luis Ocaña tenía seis años y apenas había tenido tiempo para aprender a leer y escribir en la escuela del pueblo. Antes de llegar a Francia pararon en el Valle de Arán, donde se necesitaba mano de obra para la construcción de una central hidroeléctrica. El padre se hizo carpintero-encofrador y trabajó allí, a la sombra del Portillon, el puerto que lleva a Francia, en las fuentes del Garona. Pero la casa que les asignaron era oscura. Luis era un niño enclenque, tenía problemas respiratorios, necesitaba luz, necesitaba sol. Un día se decidieron y cruzaron la frontera como había hecho antes Cándido Soria, su tío. Recordaba Ocaña: "Primero fuimos a Magnan, en el Gers, al norte de Pau, donde estuvimos dos años, y luego a Le Houga, el pueblo de al lado. Para un emigrante no hay mucho donde elegir, o las minas, o los pinos, o jornalero en el campo. Fui a la escuela en España, y no se me daba mal, pero en Francia no fui mucho tiempo. Es muy difícil comenzar todo de cero. Sólo mantengo la pasión por la pintura y el dibujo".
Entró en el gran ciclismo y enseguida su soberbia chocó con un monstruo, con Eddy Merckx, El Caníbal. Decía: "Eddy me ganaba en la bicicleta, pero un día estuve de juerga con él hasta la madrugada y no me aguantó el ritmo".
Ocaña le tenía mucho miedo a Merckx. Le decía a Nemesio Jiménez, un ciclista del Kas: "Este hijoputa nos mata". Tampoco los demás corredores de la época le querían mucho al belga. Dice Nemesio: "Era muy ansioso, no dejaba nada para los demás, hasta esprintaba en las metas volantes. Le fastidiaba que alguien tomara la iniciativa. Cuando nos movíamos en la montaña nos decía: 'Españoles de mierda'. Y yo le respondía: 'Cada uno en su terreno, que vosotros en Roubaix buenas palizas nos dais".
Ocaña, el personaje más singular que ha dado el ciclismo, el corredor sin medida en la vida y en la carretera, fue el ciclista de la valentía desmesurada, de la personalidad extrema que le llevó a ver el ciclismo, y la vida, como un asunto de todo o nada: como su intento de derribar al tirano Merckx a toda costa, en su interpretación del ciclismo como una lucha sin tregua. Ofensivas sin fin hasta la derrota final.
-Para ganar a Merckx hay que atacar todo el tiempo y hacer la carrera dura.
En el Tour de 1971 Ocaña estuvo a punto de acabar con Merckx.
El jueves 8 de julio se disputó la 11ª etapa, Grenoble - Orcières-Merlette, de 134 kilómetros. Los días anteriores Ocaña había puesto a prueba a Merckx en el Puy de Dôme y en el puerto de Porte y había visto que el belga flaqueaba. Camino de Orcières Merlette se puso de acuerdo con los del Kas para ir a bloque desde la salida. Fuente atacó desde Grenoble. Dejó a Merckx sin equipo, pero él tampoco estaba muy bien y se quedó en el puerto de Laffrey, donde Ocaña ya se había ido solo. Ocaña llegó solo a la cima de Orcières-Merlette con 8.42m de ventaja sobre Eddy Merckx. Fue una fuga heroica, bajo un sol incandescente. Era la primera gran derrota del belga, quien, sin embargo, se negó a rendirse y cargando con todo el pelotón a su espalda luchó hasta el final. Ocaña dijo años después: "Eddy Merckx era muy superior a todos y había, por tanto, que atacarlo en un terreno muy duro, como en Orcières-Merlette, un final en alto. Por eso preferí los Alpes a los Pirineos. En los Pirineos todos los cols estaban situados muy lejos de las llegadas, con lo que era más difícil establecer grandes diferencias. Si hubiera habido en los Pirineos una llegada a Luz Ardiden, por ejemplo, la cosa habría cambiado".
Jacques Goddet escribió en L'Équipe: "El emperador fusilado. Jornada de ejecución. Jornada de consagración. Cuatro horas de drama y grandeza".
Eddy Merckx dijo: "Hoy Luis nos ha dominado a todos como El Cordobés domina a los toros en la plaza". Louison Bobet, que siguió la escapada al lado de Ocaña, desde un coche, estaba extasiado: "Qué etapa más formidable. Por primera vez en muchos años he sentido nostalgia del Tour. Estábamos desesperados, no había más corredor que Merckx, y he aquí que todo ha cambiado. La cabalgada de Ocaña me ha recordado las grandes escapadas de nuestros tiempos, las de Coppi, por ejemplo, o mis fugas en el Izoard".
Ocaña se encontró solo enarbolando el estandarte anti Merckx. Pide que sus compañeros de la bicicleta se sumen a sus esfuerzos: "En los pelotones se tenía la costumbre de decir 'vamos a hacer la guerra a Merckx'. Reconozco la gran clase de Merckx e, incluso, su superioridad, pero creo que los corredores deberían saber dónde está su interés y organizarse para conseguirlo. Cada año, al comienzo de la temporada, se nos hablaba de brigadas anti Merckx, y al final de la jornada sólo veíamos un ejército derrotado. Muchas palabras y pocos hechos. Lo que hice en Orcières-Merlette tendrá, por lo menos, el valor de resituar el ciclismo en otras dimensiones. Al ver a Merckx seriamente tocado, han nacido otras coaliciones, otros intereses han visto la luz del día. Ha habido una súbita toma de conciencia y una ganancia de interés por el ciclismo".
Pero Merckx nunca se rendía. Herido, moribundo, como los toros en la plaza, siguiendo su comparación, era aún más peligroso. Atacó en el largo descenso de Orcières-Merlette a Marsella. Volvió a atacar en los Pirineos. En el descenso del col de Menté, convertido en un arroyo de agua y barro por una tormenta de granizo que estalla, repentina, Ocaña intenta seguir el ritmo desaforado de Merckx y se cae en una curva. Cuando se iba a levantar, Zoetemelk, que llega lanzado, le golpea en la espalda.
Media España esperaba a Ocaña en el Portillon, el siguiente puerto tras Menté, el lugar en el que se estableció la familia Ocaña nada más emigrar desde Priego. La tormenta ha dejado su sitio al sol. Pancartas. Ánimos a Ocaña rotulados en la carretera. Pero Ocaña vuela en un helicóptero hacia un sanatorio en St. Gaudens. Cuando vieron que no llegaba Ocaña, en el Portillon, unos cuantos energúmenos, con el transistor en la oreja, la tomaron con Merckx. Le escupieron, le insultaron, le tiraron piedras...
Le contó después Ocaña al escritor Christian Laborde, un ferviente admirador: "Anquetil me dijo que había cometido el error de querer seguir a Merckx. Y yo le respondía: 'Pero Jacques, yo no quería seguirle, no podía pararme, no tenía frenos...' Nadie se podía parar, empezando por Merckx mismo y todos los que me golpearon cuando estaba caído. ¡Y no era por la lluvia! Con lluvia sabemos bajar, sabemos cómo secar la llanta con frenadas cortas y seguidas. Pero aquella tarde el Menté era el barro, era la arcilla que atravesaba la curva como un arroyo, allí no se podían utilizar los frenos".
En la meta, Merckx se negó a ponerse el maillot amarillo. "No, no me pertenece. Este Tour lo he perdido, no tengo nada que hacer, me vuelvo a casa". Al día siguiente salió en dirección a Superbagnères sin ponerse el maillot amarillo. "Habría preferido quedar segundo después de una dura batalla que ganar en estas condiciones. Será una victoria manchada para siempre".
En 1972 Eddy Merckx ganó su cuarto Tour consecutivo. Ocaña salió con bronquitis, con una tos que no le había abandonado desde marzo. Terminó con fiebre, escupiendo sangre. Los médicos le hicieron abandonar en los Alpes.
Ocaña ganó finalmente el Tour de 1973, pero no logró derrotar a Merckx, quien no disputó aquel año la grande boucle. Había preferido correr la Vuelta para tener las tres grandes en su historial. Ocaña se suicidó en 1994. Merckx es un emprendedor empresario, fabricante de bicicletas, que recibe homenajes allí por donde pisa.
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