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Crónica:LA CRÓNICA | NACIONAL
Crónica
Texto informativo con interpretación

El desconocimiento europeo

Soledad Gallego-Díaz

El pasado miércoles, la Unión Europea procedió a la firma del tratado de adhesión de 10 nuevos miembros, la ampliación más grande jamás registrada en la historia de la UE. Diez nuevos países que proceden (salvo Chipre y Malta) del antiguo bloque del Este y que incorporan sus propias historias e intereses. Llegan, además, en un momento especialmente difícil de la Unión, cuando siguen abiertas las heridas provocadas por la guerra en Irak.

Pero, sobre todo, desde un punto de vista español, llegan a la UE sin que parezca que nos hayamos dado por enterados: según datos del barómetro del Real Instituto Elcano, en noviembre de 2002, el 69% de los españoles no era capaz de nombrar ni a uno solo de los países que habían sido admitidos como nuevos miembros de la Unión Europea. Tres meses después, en febrero de 2003, el desconocimiento era, incluso, superior: el 80% se sentía incapaz de identificar a uno solo de los 10 nuevos miembros de la UE.

Los nuevos miembros de la UE están más próximos de Alemania y de Francia que de España, por mucho que hayan apoyado a EE UU en la guerra de Irak

Desconocimiento aplastante

Según la misma encuesta, el 90% de los españoles reconocía no tener idea de para qué se había convocado una Convención, y solo el 1% era capaz de decir que su objetivo es la elaboración de una Constitución Europea que permita mejorar el funcionamiento de una Unión ya con 25 miembros.

El desconocimiento de los españoles sobre la marcha de la Unión Europea es aplastante, así como la extraña idea que parece extenderse ahora por el Partido Popular de que se trata de aliados potenciales de España a la hora de proteger nuestros intereses. El hecho de que casi todos ellos hayan declarado públicamente su apoyo a Estados Unidos en el conflicto de Irak no significa, desde luego, que el Gobierno español haya encontrado nuevos aliados.

Los nuevos miembros de la Unión son defensores del vínculo atlantista con Estados Unidos, pero están, casi todos ellos, mucho más próximos de Alemania, de donde procede la mayor influencia económica y las mayores inversiones, y de Francia, de donde ha llegado una gran influencia cultural, de la mano de becas y ayudas universitarias, que de España.

Además, ocho de ellos son países que se alinean estratégicamente con el llamado norte, frente al sur, el Mediterráneo, al que pertenecemos nosotros. Los dos únicos países del ex bloque soviético que se podrían identificar con el sur, Rumania y Bulgaria, han visto precisamente retrasada su adhesión, por motivos económicos, hasta una segunda etapa.

Y todos, salvo Polonia, son países pequeños, nada interesados en las nuevas fórmulas de funcionamiento de la Unión que defiende el presidente del Gobierno, José María Aznar. De hecho, la atención primordial del Gobierno español se ha centrado por ahora, casi exclusivamente, en Polonia, un país de un tamaño intermedio similar al nuestro, que tiene una intensa corriente emigratoria hacia España, y con el que compartiremos, en el futuro, un mismo nivel de representación.

Por último, la inversión española en los ocho países que proceden del Este es casi inexistente. Si como cree un 71% de los españoles (datos de la encuesta mencionada), la influencia de un país se mide en buena parte por su capacidad económica, la de España en los nuevos miembros de la UE será casi nula.

Crispación española

En cualquier caso, la última cumbre de la Unión Europea puede haber servido para rebajar la tensión de las últimas semanas y para empezar a recomponer algunos platos rotos. La labor de mediación parece estar encomendada al primer ministro británico, Blair, y al canciller alemán, Schröder, sin que los medios de comunicación europeos den relevancia a los eventuales esfuerzos de José María Aznar en el mismo sentido.

En el flanco español, sin embargo, se considera que no bastará con la actividad británica para recomponer la unidad interna de la UE ni con las reuniones de los cuatro países europeos miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. España necesitará hacer un trabajo añadido para mejorar sus propias relaciones bilaterales con franceses, alemanes y belgas.

"Lo natural sería que ese esfuerzo diplomático español fuera inmediatamente correspondido y que las aguas volvieran a su cauce", asegura un funcionario destinado en Bruselas. Se lamenta, sin embargo, de que el equipo de Aznar no aprovechara mejor su presencia en la cumbre de Atenas y de la actitud personal del propio presidente del Gobierno, "con un tono, quizá, demasiado crispado", que no ayuda a limar aristas. La falta de espíritu europeo de Aznar comienza a poner nerviosa a mucha gente en España, desde Jordi Pujol a la derecha demócrata cristiana.

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