Los toros de la basura
Dos toros devueltos, por inválidos, cuatro ganaderías diferentes, seis toros sin raza ni casta, sin fuerzas, en fin, de basurero: un cúmulo de despropósitos y un festejo sin pulso. Un castigo la corrida de ayer, un divorcio con el auténtico espíritu del espectáculo taurino.
De ese carrusel de toros, a cuál de ellos más lamentable, por lo menos hubo uno que requería atención: el primero, el toro de la alternativa de Tejela. Marcado con el hierro de Martelilla, fue toro de cinco sentidos. Aprendió pronto y desarrolló un sentido de peligro palpable. En banderillas esperó y en la muleta quiso complicarle la vida al nuevo matador. Buscó presa por el pitón izquierdo, derribó a Tejela en una ocasión y en otra le levantó los pies de la arena. Y por el derecho probaba, con intenciones avisas. En estos casos el valor cotiza bien en bolsa y Tejela arriesgó su inversión. Se puso valiente, sin escenografía, serio. Tuvo mérito no descomponerse.
Varias ganaderías / González, Joselito, Tejela
Dos toros de Martelilla -1º y 5º-, otros dos de hermanos García Jiménez -3º bis y 4º-, uno de Casa de los Toreros -2º- y otro de Montalvo -6º bis-. Muy justos de presencia, descastados y sin fuerza.
Dámaso González: casi entera (palmas); más de media trasera y tendida (oreja). Joselito: dos pinchazos, casi entera y dos descabellos (silencio); media perpendicular y descabello (pitos). Matías Tejela, que tomó la alternativa: casi entera trasera y descabello (saludos); entera baja (ovación).
Plaza de Valencia, 15 de marzo. 7ª de feria. Lleno.
El resto de ese conjunto de toros en estado terminal presenta unas estadísticas de caos, de bancarrota. Por ejemplo, el otro toro de Tejela, segundo sobrero y con el hierro de Montalvo, provocó gritos en el tendido de ¡toro! ¡toro!, que procedente de público tan generoso como el valenciano es como para ponerse a pensar. Ese sexto se derrumbó con el capote de salida, volvió a medir la arena en varas y en banderillas y en la muleta se arrastró. Tejela se dejó querer. Volvió a ponerse valiente y se agarró a un clavo ardiendo cuando se descaró de rodillas en un desplante desesperado.
Dámaso González reapareció y contó con la complicidad del público, que le obligó a saludar tras el paseíllo. Pero Dámaso tampoco encontró la horma a su zapato, toros con los que poder medir su dimensión actual. La condición de su primero, de Casa de los Toreros, quedó patente cuando al tercer muletazo se sentó en la arena, como si la cosa no fuera con él. Luego, un desespero ver como Dámaso trataba de hacer arrancar a un toro que parecía tener plomo en los pies. Su segundo, de García Jiménez, se movió al paso, embistió cogido entre alfileres. Mucho cuidado en Dámaso para que el residuo de toro se mantuviera en pie. Muleta a media altura, guantes de seda y muletazos con fecha de caducidad. La gente, que no olvida las tardes épicas de este torero en Valencia, premió más el pasado que el presente. Agradecidos que son.
Los dos toros de Joselito, uno de García Jiménez y otro de Martelilla, se dieron la mano con su matador. Hubo acuerdo entre ellos para mantener una conversación con diálogo para besugos. Joselito sin alma, los toros sin raza, ni fuerza. Tal para cual. La indiferencia fue testigo más mudo que nunca de su primer aborto de faena. En el quinto fue espectador desde la arena cuando el de turno machacó sin misericordia al manso de Martelilla. En este, el público le pasó factura. No aguantó escena tan aburrida entre torero y toro. Le pitaron.
Babelia
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