Editorial:

Células madre (y 2)

La Comisión Nacional de Reproducción Asistida, un grupo de expertos nombrado por el primer Gobierno del PP, recomendó hace casi tres años que se legalizara la obtención de células madre a partir de los embriones humanos sobrantes de los tratamientos de fecundación in vitro, que se han acumulado en los tanques de congelación de las clínicas de fertilidad sin más alternativa que su futura destrucción. El Ejecutivo ignoró el consejo de sus propios asesores y en abril pasado decidió nombrar un segundo grupo de expertos, el Comité Asesor de Ética, con el encargo prioritario de pronunciarse s...

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La Comisión Nacional de Reproducción Asistida, un grupo de expertos nombrado por el primer Gobierno del PP, recomendó hace casi tres años que se legalizara la obtención de células madre a partir de los embriones humanos sobrantes de los tratamientos de fecundación in vitro, que se han acumulado en los tanques de congelación de las clínicas de fertilidad sin más alternativa que su futura destrucción. El Ejecutivo ignoró el consejo de sus propios asesores y en abril pasado decidió nombrar un segundo grupo de expertos, el Comité Asesor de Ética, con el encargo prioritario de pronunciarse sobre la misma cuestión. Si el Gobierno pretendía con ello conseguir un respaldo técnico para seguir impidiendo la investigación con células madre embrionarias, una gran promesa para la medicina que no goza de la bendición de la Iglesia católica, la jugada no ha podido salirle peor. Porque el dictamen del segundo comité es idéntico al del primero.

Todavía no hay ninguna cura basada en las células madre embrionarias, pero la gran mayoría de la comunidad científica considera probable que esta tecnología consiga a medio plazo tratamientos para varias enfermedades hoy incurables. Pueden equivocarse, pero es evidente que merece la pena investigarlo a fondo. En España hay grupos preparados para ello, incluido uno de los laboratorios mejor situados del mundo para intentar convertir las células madre embrionarias en células pancreáticas productoras de insulina. No es fácil encontrar una razón para bloquear estos trabajos. Si la hay, ni el Ministerio de Sanidad ni el de Ciencia han conseguido explicarla de forma convincente.

Todo indica que el Gobierno se ha dejado llevar en este asunto por un sector del PP especialmente afín a los dictados de la jerarquía católica, que ni representa la postura de la mayoría de los creyentes ni la del grueso del propio partido conservador. Tres de los cuatro biólogos del comité que ahora se ha pronunciado son católicos practicantes -uno de ellos es un sacerdote-, y el Ejecutivo se ha quedado sin excusas para persistir en su inmovilidad. Esperemos que no sea preciso nombrar un tercer comité antes de afrontar esta cuestión de una forma sensata.

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