La huida hacia adelante del Coast
La UCI suspende hasta nuevo aviso la licencia a un equipo que no puede pagar a sus corredores
El silogismo era sencillo, pero se demostró falso. "Si nuestro patrón ha sido capaz de fichar a Jan Ullrich y de ofrecerle un contrato de cinco millones de euros por tres años", pensaban los trabajadores del equipo Coast, ciclistas, mecánicos, masajistas y directores, "entonces, nuestro patrón sí que tiene dinero y se acabarán nuestros problemas". Gunther Dahms, el peculiar patrón, se la había vuelto a dar.
Un mes más tarde, cuando la Unión Ciclista Internacional (UCI) ha suspendido la licencia al equipo alemán, han descubierto que lo que temían ha ocurrido. Ya en 2002 se autoengañaron firmando recibos por cheques falsos, recibos en los que aseguraban haber cobrado su sueldo pensando que, al final, todo se arreglaría sin denuncias. El viejo lema de los trabajadores con miedo: "Mejor no denunciar y cobrar algo que denunciar y no cobrar nada".
El año terminó con denuncias de impago por parte de algunos corredores, con denuncias de excesos de deducción en las nóminas, con corredores rezando para que la UCI no le concediera la licencia y poder, así, quedar libres para irse a un equipo serio. "Cogedme, cogedme", les suplicaba un ciclista español del Coast a los directores de otro equipo, "que esto no aguanta, que para marzo ha estallado".
La UCI no hizo caso a los rezos y, aunque bajo estrictas normas de funcionamiento y control mensual de pago, dio su permiso al Coast. Lo que aprovechó el decidido Dahms para embarcarse en una desesperada huida hacia adelante guiado por otro falso silogismo. "Si ficho a Ullrich", dijo, "será fácil que encuentre un segundo sponsor para sacar adelante al equipo". Fichó a Ullrich y se encontró sin dinero siquiera para depositar ante la UCI el contrato del alemán acompañado del correspondiente 25% de aval para garantizar el pago de al menos tres meses. El mánager de Ullrich lleva ya varias semanas ofreciendo su corredor a otros equipos.
La UCI dice que el control ha funcionado. Los corredores esperan encontrar de una vez la libertad para negociar con otros equipos. Los auxiliares aseguran que ellos cobran y que el equipo debe seguir. "Tenemos de todo: material, coches, vestuario, bicicletas... Sólo falta que nos pague", dicen. Dahms sigue afirmando que todo es un malentendido.
Quizás el malentendido haya sido su relación con el ciclismo. Dahms, cuentan sus biografías, recorrió Estados Unidos de costa a costa -de ahí el nombre de su empresa, Coast- y volvió a Alemania como un pionero, con un monopatín bajo el brazo. Empezó a vender monopatines -era el único que los vendía en Alemania- y se hizo de oro. Luego, además de monopatines, empezó a vender ropa apropiada para manejarlos por la calle y a abrir tiendas. Su primer patrocinado fue nada menos que Michael Schumacher cuando, a finales de los 80, corría en fórmula 3.
Entró en el ciclismo en 2000. Entró lento, con un equipo de tercera división, pero prontó pisó el acelerador a fondo. Tenía ideas de grandeza. Quizás aconsejado por el mismo técnico que le dijo que los mejores coches para el equipo eran enormes Mercedes a gasolina, lo que, aparte de hacer felices a los gasolineros, por poco le arruina, para ascender rápido en la escala fichó a grandes veteranos, algunos de vuelta de todo, que le cedieron gustosos sus muchos puntos a cambio de buenos contratos. Hizo feliz a gente como Gianetti, Escartín, Aebersold, Zülle... El equipo estaba en primera, pero era una ruina. En 2002 siguió con ideas de crecimiento, aunque más sensatas. Cuando desapareció el Festina, contrató en bloque al grupo español que se estructuraba alrededor de Juan Fernández desde los tiempos del Clas. Con ellos, buenos corredores: Casero, Beltrán, Luis Pérez, Plaza...
Los coches ya no son Mercedes. Los cambió por Renault diésel. Ahorró algo, pero parece que no lo suficiente.
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