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Columna
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Vértigo

Ver nieve sobre una palmera: una belleza inesperada. Es como darse cuenta de lo bien que sienta la guerra global -nuestra psicosis cotidiana obligatoria- al Fòrum 2004. Por fin, con esa guerra, el intrigante Fòrum puede adquirir una razón de ser más allá de lo previsto. Las circunstancias, lo incontrolable, modelan la realidad. Barcelona quizá encuentre en este vértigo un hueco a su medida si es capaz de recoger, liberar, pero también organizar para que sea posible ese diálogo entre iguales y cosmopolitas, mentes abiertas, por el que claman tantas gentes en el mundo.

¡Tanta gente tiene tanto que decir! Ya hemos visto el clamor para que se acepte el protagonismo de la sociedad. Las gentes van comprendiendo lo que formula muy acertadamente (en un magnífico libro, Protesta social, coordinado por el sociólogo Mark Traugott, Editorial Hacer) el catedrático de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco, Pedro Ibarra: "La acción colectiva en la calle (...) trata de presionar a autoridades y élites para lograr determinados objetivos (...), se busca que la acción llegue e inquiete a esas autoridades. Y aquí es donde debe introducirse la cuestión mediática. Lo que no está en los medios de comunicación ni llega, ni mucho menos inquieta, a la autoridad. Y lo que no es espectáculo no está en los medios". El espectáculo -necesidad escandalosa, por cierto, en nuestras democracias- es que sean tantos los que tienen que expresarse saliendo juntos a la calle.

Claro que, de aquí al 2004, aunque el Fòrum barcelonés se esfuerce lo necesario para que las palabras sirvan a la cálida y lenta comprensión de otras razones y otros puntos de vista, el mundo puede haberse enzarzado en un definitivo diálogo de besugos en el que nadie sea capaz de escuchar ni entender a nadie. O sea, que en 2004 se nos sitúe en la difícil situación de desenredar este juego global de los disparates en el que hoy estamos.

Un juego en el que, por ejemplo -es que no salgo de mi asombro-, Ana Botella declara (Antena 3, telediario de las tres de la tarde del 19 de febrero) que ella -sin haber estado allí- estaba con las masas que se manifestaron contra la guerra en la calle el sábado anterior. Estamos empezando a ver como normal que los que quieren la guerra manifiesten querer la paz: nada más lógico, por tanto, que los que más clamen por el diálogo sean precisamente los que no quieren dialogar. O tal vez intenten demostrar que el diálogo no es posible porque ya nadie es capaz de entender lo mismo de idénticas palabras. Cosa que -puro realismo- no sólo no es tan difícil que suceda, sino que ya todos tomamos elementales precauciones cuando, por ejemplo, oímos la palabra democracia. Es obvio que su significado varía según quién la diga. Así que ahora cada palabra ha de llevar incorporado el dato de quién, dónde y cómo la pronuncia. El diccionario, pues, se amplía en la realidad cotidiana. Ad infinitum.

El vértigo de esta gimnasia obligatoria habla de cosas inauditas con las que el Fòrum, desde luego, tendrá que bregar: ¿y si en el 2004 Europa ya es Estados Unidos -los de Bush- aunque siga llamándose Europa? Es una imagen extrema, pero no inverosímil, dada esta educación esquizofrenógena acelerada que recibimos. Aclararé que las ciencias sociales entienden que esquizofrenogenia es lo que genera esquizofrenia: una descripción atinada de ese vértigo que se produce al ver como democracia puede querer decir tiranía o, como ahora se dice, unilteralismo; todo ello bajo una capa aparente de legitimidad pluralista o multilateral. Y cuando las palabras son acertijos envueltos en adivinanzas, el diálogo es más bien complicado.

Son cosas propias de este tiempo. Ahí tenemos a Beth, esa catalana que llevará a Eurovisión una imagen popurrí de Grace Kelly, Eminem y Concha Velasco. Una imagen de concienzudo estilismo global. Un flipe. El vértigo está servido. El Fòrum 2004 tendrá mucho trabajo.

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