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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fracasos actuales

Casi al final de la reciente novela de Marta Sanz, Animales domésticos, se dice que la "novela es el territorio de la burguesía". Tal como la conocemos, la novela moderna nace en el seno de la burguesía. Un sofisticado invento del espíritu para radiografiarse a sí misma. Al lado de los burgueses, los hijos del proletariado fueron contados con los dedos los que se dedicaron a este género. Pero los pobres del mundo tuvieron su novela, generalmente escrita por los hijos de la burguesía. No creo que el lector ignore las razones históricas y económicas de este dominio social de la novela. Esta pequeña digresión viene a cuento del contenido argumental de la novela de Marta Sanz. Y de las claves que se nos van dando acerca de cómo se urde una historia en la cual ni la sensibilidad social, ya proverbial, de la autora ni la tradición decimonónica pueden soslayarse. Quien haya leído su novela anterior, Los tiempos mejores (Debate, 2001), podrá entender con mayor nitidez una poética narrativa asentada en una visión problemática de la sociedad, donde moral, intereses individuales y sentimientos afectos cruzados se estructuran con un rigor y un equilibrio artístico encomiables. También posiblemente se entienda la literatura de la escritora madrileña si interpretamos una respuesta suya en una entrevista: "Afortunadamente hay lectores decimonónicos". Toda una declaración de principios. Conduce a los maestros, a Galdós, a George Eliot, a Thomas Hardy, a Tosltói, a Dickens, a Clarín. A una época en la que, ya fuera la novela urbana o la del campo, ambas eran representaciones imborrables de complejas microsociedades.

ANIMALES DOMÉSTICOS

Marta Sanz Destino. Barcelona, 2003 222 páginas. 16 euros

Animales domésticos es la novela de una familia de clase media sorprendida en su declive hacia la proletarización. Nada nuevo, si uno lee, por ejemplo, lo que sucede en Argentina. Lo nuevo es la manera en que su autora (y Belén Gopegui, para citar una referencia contemporánea), a diferencia de la mayoría de escritores españoles de nuestros días, ilumina esa grave enfermedad social. En esa familia, en ese proceso de empobrecimiento, donde el espíritu de la cultura (el cine de arte y ensayo, la lectura de Ana Karénina, la música de Brahams, etcétera) lucha por sobrevivir, una lucha que corre pareja a la del orgullo por haber intentado ser algo que no se logró alcanzar, en esa familia Marta Sanz encuentra la mejor expresión de los fracasos, las ilusiones perdidas y la derrota moral que caracteriza a nuestra sociedad actual. El adulterio fantaseado de Lucrecia, el cristalizado de Carola y Esteban, los delirios empresariales de Elías, la pobreza de espíritu de Marcela, la sordidez de las calles, de algunos barrios, todo ello, más la capacidad de descripción de Sanz y, sobre todo, su riguroso diseño del punto de vista hacen de esta novela un ejemplo de compromiso social y compromiso con la tradición novelística más exigente.

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