_
_
_
_
Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Jaime Miralles o la lealtad

Se contó entre los vencedores de la Guerra Civil en la que participó como oficial provisional. No le cegó la victoria ni el tributo de su sangre. Pudo haberse lucrado con el botín consiguiente, pero por lealtad a sus convicciones prefirió alistarse entre los vencidos y padeció persecución por la justicia sin exhibirse jamás como víctima. Trabajó porque se instaurara la paz reconciliadora.

Jaime Miralles fue un ejemplo de lealtad a la Monarquía y a don Juan de Borbón, a quien siempre distinguió como encarnación de la legitimidad dinástica. Estuvo en el Congreso del Movimiento Europeo de Múnich de 1962 junto con otros políticos de las fuerzas democráticas del interior y del exilio. El régimen se sintió desafiado desde dentro por gentes intachables y procedió a una campaña inicua de descalificación calumniosa.

Más información
Jaime Miralles, abogado

El acta del Consejo de Ministros de 8 de junio registra su inicio a las 11.20 horas en los siguientes términos: "El Caudillo comienza hablando de la campaña exterior contra España. Se acuerda la promulgación de un decreto ley suspendiendo por dos años la aplicación del artículo 14 del Fuero de los Españoles y estableciendo que el Gobierno, a propuesta del ministro de la Gobernación, podrá fijar la residencia a las personas cuya actividad se estime peligrosa para la paz interior". Así se llega hasta las 14.15 horas y luego se reanuda a las 18.00. Jaime Miralles fue deportado a la isla de Fuerteventura, donde permaneció hasta mayo de 1963. O sea que la lealtad de un combatiente de la primera hora en el bando que se llamó de los nacionales se había convertido en esas fechas en un asunto de peligrosidad insoportable para el franquismo.

Asombra repasar en el libro de la editorial Tecnos Cuando la transición se hizo posible. El contubernio de Munich, compilado por un equipo encabezado por Joaquín Satrústegui, los procedimientos mendaces y rastreros del franquismo, al que no faltaron servidores de extrema vileza, reinsertados después merced a la reconciliación que los del contubernio propugnaban con tanta anticipación en su Proyecto de transición a una situación política regular y estable, presentado en Múnich a la altura de 1962. Cuánta cobardía y cuánto ventajismo sobrevinieron después. Qué espectáculo el ofrecido por aquella prensa entregada al cumplimiento servil de consignas de falsedad averiguada.

Jaime Miralles, como otros que nos van faltando, tomaba sus compromisos conforme a sus convicciones sin atender a cálculos ni a probables contraprestaciones. Cuando por fin se restauraron las libertades democráticas nunca figuró entre los que pasaron cuentas por los servicios prestados para su recuperación. Como señalan las ordenanzas, buscó los puestos de mayor riesgo y fatiga. Dio siempre primacía a los valores morales, nunca cayó en la vana satisfacción de un éxito personal estéril.

En 1972 fue ingresado en prisión cuando, como letrado, defendía a uno de sus clientes que había sido objeto de malos tratos. Escribió entonces una carta al ministro del Ejército a propósito del proceso que se le instruyó por insultos a las Fuerzas Armadas aclarando que servía vocacionalmente a la justicia y que de patriotismo sería difícil darle lecciones. Defendió a los abogados de Atocha y sufrió amenazas de los guerrilleros de Cristo Rey. Todavía en 1979, un juez de instrucción le procesó por desacato cuando exigía que ampliara declaración otro de sus patrocinados.

Pero Jaime Miralles estaba en las antípodas del conflicto gratuito. Siempre practicó el diálogo cualquiera que fuese la distancia dialéctica que le separara de sus interlocutores. Era un caso notable de oratoria bien construida y articulada, de ademanes acompasados, de certera intuición, que ganaba en sus informes cuando actuaba como defensor o cuando intervenía en ocasiones políticas. Hay memoria de sus brindis cuando los leales coincidían en Estoril. Quedará entre nosotros, entre otras cosas, por su ejemplo de entrega desinteresada a una causa.-

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_