Tan valencianos

La trayectoria de Albena Teatre (acrónimo de Alberola, el artista, y de Benavent, el gestor del artista), oscila entre su origen comarcal, propenso a las gracietas de índole valenciana, y un desarrollo a veces muy untuoso y experimental para desembocar en una especie de producto televisivo de mucho éxito y facilidad extenuada, como en Besos, su montaje de mayor resonancia, donde un tanto a la manera de Ballant, Ballant, aunque con menos pretensiones, se recurría a recitar -y a interpretar- las cancioncillas de los setenta mediante un decodificador que nada decodificaba. De ahí su éxito entre la señoras de mediana edad.

Resueltos a demostrar que saben hacer exactamente lo mismo, pero ahora en relación con la publicidad, repiten con similar entusiasmo las ocurrencias graciosas, idéntico desdén por la construcción de personajes, la misma fórmula de breves numeritos a fin de que todo discurra rápido y nadie repare en la inanidad de lo que ve, pese al recurso a los fundidos a contraluz como pausa demandante del aplauso del espectador. El montaje funciona como una religiosa convención de partido político, donde el actor que hace de líder coloca el descansillo de manera que la caridad del compromisario premie su medido silencio con la ovación que aquí, encima, es que ni siquiera se produce. Todo eso, y otros detalles igualmente desdeñables, en un escenario (el del Principal, nada menos) que esta compañía aún no puede llenar y del que utiliza apenas la mitad de sus posibles. Se agradece, con todo, que se abstengan de cantar. Al fin hacen, y se nota, lo que saben.

Resueltos a demostrar que saben hacer lo mismo, repiten las ocurrencias graciosas