Belleza sobre riesgo
No parece que los viejos puristas, los ramonianos, los solanescos, los picasianos, acepten que este arte responda a su concepto del circo de remendones, fieras tristes, payasos groseros y callistas temblorosas. Aún se puede amar aquel circo, que aún se ve en algunas plazas y algunos barrios, y sobre todo su literatura recopiada -ah, yo hice la mía mil años atrás-; pero sí se ven sus acróbatas fuertes y templados, sus trapecistas impulsados por elásticos, su bonita malabarista con ocho pelotas saltarinas, el trapecio ruso, la zaragata y...
Claro, no hay riesgo: el amor al riesgo y la pobreza del circo parece que son algo morboso. No hay riesgo, digo, porque los ejercicios aéreos se hacen con un cable de sujeción, que en la antigua jerga se llamaba 'estafa', porque servía para 'estafar' a los espectadores que temblaban por la vida de los artistas: que deseaban temblar, porque formaba parte de su temperamento taurino; y los trapecistas que se anunciaban 'sin red', para despertar la emoción del riesgo, y aún recuerdo a la bella y diminuta japonesa Yuki Naito, hace quizá 70 años -y no he olvidado el nombre-, estrellada en el circo de Price de Madrid, y la crónica que escribió mi padre... Aquí la estafa no estafa: son cables visibles de sustentación.
Saltimbanco
Por el Cirque du Soleil. Cincuenta artistas dirigidos por Franco Dragone. Música: Robert Duperé. Carpa instalada en solar de Fuente Carrantona, Moratalaz, Madrid.
Por eso dicen los apurados por la vida peor que se va, que esto no es circo. Bien: será teatro realizado por artistas de circo, y lo son todos, los cincuenta que intervienen, y todos hacen de todo. La parte teatral está en, claro, los gestos, las voces, las imitaciones de sonido, la coreografía, los figurines. El Cirque du Soleil es ya una tradición en algunas ciudades españolas; hace años que viene aquí y nunca le falta el público. Ni le faltará: oigo decir allí que están preparando un nuevo espectáculo basado en el Yellow submarine, de los Beatles.
Este Saltimbanco es palabra española de linaje italiano: se usa mas saltimbanqui, y la pura es saltabancos; palabras que vienen del circo pobre, casi mendicante, de las calles puede maravillar a personas como yo por su perfección absoluta: ni un segundo perdido, ni una luz mal dada, ni una nota a destiempo, ni un color que desentone. Prefiero que la belleza sustituya al riesgo y que la emoción sea por la estética. El teatro estaba lleno de público heterogéneo: se oían idiomas extranjeros, se veían todas las edades, desde los niños maravillados hasta el anciano solitario; y el candidato Zapatero, y la presentida alcaldesa Trinidad Jiménez (en los otros, que quizá hubiera, no me fije bien), y en todos había los mismos gestos, los mismos aplausos, la misma admiración por una noche de tregua.
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