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Entrevista:ÓSCAR LADOIRE | ACTOR | TROTAMUNDOS | RUTAS URBANAS

En tranvía por Lisboa

Marchando una de cocina... ¿Qué ingredientes lleva su viaje estrella?

Primero, una exquisita selección del compañero/a. Segundo, un destino lo menos civilizado posible. Y dejarme llevar. Y si puedo evitar el avión, mejor, porque soy un paranoico y paso pánico.

¿Se dopa a bordo con algún somnífero?

No, viajo en la cabina del piloto y observo sus movimientos, ya que recopilo información de muchos modelos de aviones y de sus paneles de mando. Pero no crea que soy masoquista. Es que los paranoicos tenemos que controlar el medio. Así que cuando aterrizo me duelen los riñones como si yo hubiera pilotado. Y beso el suelo, como el Papa.

Su paranoia debe limitarle mucho sus desplazamientos. Estoy por invitarle a hablar de un viaje a Benidorm.

No, pero hablemos de Portugal, uno de mis destinos favoritos. Me encanta llegar a Lisboa, tomar ese tranvía hacia el castillo de San Jorge e ir viendo el mar. Es algo que te acerca a la felicidad. Yo suelo bajarme en la plaza que hay antes del castillo y me tomo un café. Sigo subiendo, me sitúo en el mirador a contemplar el estuario y al regreso recalo en la marisquería Ramiro.

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No se cuida mal del todo.No. La marisquería es un bareto popular, con un buey de mar y unas zapateiras deliciosas. Allí trato de cambiar esa imagen del español prepotente que tienen de nosotros. Les hablo de Pessoa y tal. De bebida, mejor vino verde tinto. Y en todos los viajes hay que probar el bacalao a la dourada. Exquisito.

¿Le deja su afición gastronómica tiempo para las excursiones?

Desde luego. Imprescindible tomar un trenecito hasta Sintra y perderse en ese lugar maravilloso, con esos árboles. Muy cerca de allí pasé un tiempo escribiendo un guión y tengo recuerdos inolvidables, como esas carreteras de acceso al pueblo, bordeadas por robles y castaños. Y ya si te quedas a dormir en el mismo hotel que lo hizo lord Byron, ni te cuento.

Bajemos hacia el Algarve, que creo que también se lo tiene trillado.

Sí, pero prefiero detenerme en Sagres. Un tramo de playas salvajes golpeadas por el Atlántico que sigue siendo un paraíso con muy pocos turistas.

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