Buenas vibraciones
Jugar el primer partido es siempre un plato de difícil digestión. Si encima te toca enfrente un equipo de picapedreros como es el de Canadá, tan fuertes, atléticos y duros sus jugadores como incapaces de cambiar su monótono manual, la cosa se complica todavía más.
Tampoco ayudaba mucho jugar en Estados Unidos. No por el asunto de los horarios -la una y media de la tarde invita más bien a un buen aperitivo que a ponerse a correr-, sino por su habitual desinterés por todo lo que no lleve encima unas barras y unas cuantas estrellas. Sumamos su enfermiza afición por el aire acondicionado y tenemos como resultado un ambiente gélido en todos los sentidos como el que encontró España.
No es de extrañar que en estas circunstancias la puesta en marcha del campeonato fuese espesa como un yogur griego. Cierto es que de unos cuantos minutos no se puede hacer un tratado, pero resulta más que recomendable no dejar que la cosa vaya a mayores y aplicar cuanto antes los remedios necesarios.
Y quién mejor que Gasol para poner las cosas en su sitio y provocar con su sola presencia que todo el sistema digestivo español funcionase como se le supone y conocemos.
En su primera acción se fue a la canasta para sacar una asistencia a Marco que le sirvió para clavar su primer triple. Por cierto, más que interesante la puesta de largo del nuevo jugador del Joventut, que demostró desparpajo y acierto, muy acorde con las virtudes que distinguen a esta generación. En la segunda, machaque y tiro libre. La tercera, pase largo a Paraíso y contraataque claro.
En un momento las prisas desaparecieron, los músculos se relajaron, la puntería se afinó lo justo y el partido, sin llegar a ser excelso, cogió el rumbo lógico y deseable. Es lo que tienen los grandes jugadores, a los que no sólo hay que medir por sus números, sino también por los efectos que generan. Gasol es uno de ellos.
Una vez recuperadas las constantes vitales y dado que Canadá tiene mucho más pasado que presente, el encuentro ya no tuvo mayores complicaciones que aguantar los guantazos propinados por gente como Meeks, un jugador a mitad de camino entre el baloncesto y la lucha libre.
Al final, todos los objetivos previstos se alcanzaron. Se ganó, Gasol tuvo su rodaje necesario para poder llegar a cumplir con las altas expectativas que ha creado, Marco puede ser todo un descubrimiento, Navarro sigue haciendo posible lo imposible y, en general el equipo español sabe perfectamente lo que hace.
Hoy, ante la potente Yugoslavia, seguro que será otra historia. Pero el primer paso, siempre complicado, sólo trajo buenas vibraciones. Por ahora, suficiente.
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