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'Tratar los problemas de la droga es más duro que el boxeo'

Los estereotipos, los modelos, muchos prejuicios se rompen con Abel Baquero, un psicólogo de 26 años que coordina un centro de atención a drogodependientes en activo y practica el boxeo. La apariencia de Abel es la de un tío duro. Como duro es su trabajo y el deporte al que dedica buena parte de su tiempo libre. En el gimnasio, se enfrenta al saco o al contrincante con decisión y agilidad, mientras que en el centro proporciona atención psicológica a los drogodependientes y las familias de los pacientes. Además, controla medicaciones, facilita jeringuillas y ayuda a pasar situaciones de crisis provocadas por las drogas. Por si fuera poco, ahora se ha implicado en un proyecto de intervención psicosocial del que forman parte la Universitat Jaume I de Castellón y la Universidad del Norte de Nicaragua.

Pregunta. ¿Mucha marginalidad alrededor, no?

Respuesta. Muchas veces hablamos sin tener experiencia directa de las cosas. La gente piensa que los drogodependientes son unos viciosos y los boxeadores unos violentos, pero hasta que no estás y vives las cosas en primera persona, no se puede tener, al menos, una opinión. No somos objetivos. Nos dejamos llevar por la subjetividad de los medios y estigmatizamos todo. El desconocimiento suele llevar a opiniones incorrectas.

P. Entonces, ¿el boxeo no es tan marginal como parece?

R. No. Hay de todo, muchos licenciados y gente con estudios. Hace años puede que sí, pero actualmente es un deporte que lo practica todo tipo de gente, de todos los estratos.

P. ¿Se piensa en alguien cuando se golpea?

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R. No. Cuando me pego con alguien pienso en el rival. Cuando pego al saco, no pienso en nadie. Es un saco.

P. Pero, ¿ayuda a soltar los nervios que se acumulan en el trabajo?

R. Siempre he sido un tío muy tranquilo. Lo pueden decir mis amigos. Una cosa es el trabajo, otra el terreno personal y otra el entrenamiento.

P. Pero ¿es duro el trabajo en el centro?

R. Muy duro. Mucho más que el boxeo. Tratar con los problemas de la droga es más duro que el boxeo y eso que éste es un deporte muy duro. Después de varios años, crees que no puede haber nada que te sorprenda y siguen surgiendo cosas. Y, normalmente, no para bien. Pero también tiene buenos momentos.

P. ¿Qué es lo peor?

R. Cuando se muere alguien. Es como si se muriera una parte de ti y, durante una temporada, lo notas, aunque sea demasiado frecuente.

P. ¿Y se puede desconectar? ¿Que no afecte?

R. Hay cosas que te tocan más, pero hay que saber separar.

P. ¿Y ellos?, los drogodependientes.

R. Los peores momentos son los de desesperanza. Cuando han tenido un par de recaídas y vuelven al hoyo. Se encuentran desmoralizados y hay que trabajar la motivación con metas a muy corto plazo.

P. Los problemas en las familias, ¿suelen ser comunes?

R. Sí. Empiezan con las sospechas, la obligación a abandonar el domicilio, la aceptación del problema.... La rabia no está bien canalizada.

P. ¿Es fundamental la intervención de la familia?

R. La intervención de la familia es fundamental, pero, en un porcentaje muy alto, los drogodependientes no tienen relación familiar o está muy deteriorada. Les hace falta alguien que controle su dinero, su medicación, que les dé apoyo emocional...

P. ¿Se puede entender que se les dé la espalda?

R. Hay mucha gente que acaba abandonando. Yo no lo entiendo porque reconozco que es una patología y lo entiendo como una enfermedad para cuya superación hace falta ayuda. Pero no sólo porque sea un familiar, sino porque es una persona.

P. ¿ Su estética, la apariencia le ayuda en el trabajo?

R. Visto como me gusta y nadie me obliga a cortarme el pelo o ponerme una corbata. En el trabajo me abordan como una persona, una persona que está ahí para atenderles. Creo que si llevara unos náuticos y un polo sería lo mismo.

P. ¿En qué consiste el proyecto de Nicaragua?

R. Es un proyecto de intervención, de sensibilización de la población que precisa el contacto directo con los implicados.

P. Y ¿qué ha encontrado en Nicaragua?

R. El tercer mundo. Problemas que creía que no existían. Desnutrición, violencia, alcohol.

P. ¿Muy distinto a lo de aquí?

R. Yo aquí tengo contacto con los problemas durante ocho horas al día. Allí, son 24 horas de una realidad devastadora.

P. Desde su experiencia en Nicaragua, ¿cuál sería la solución para la situación del país?

R. Es un problema de cobertura social que necesita la implicación del resto de países. Hay que facilitar su desarrollo pero dejar que evolucione siguiendo sus particularidades y experiencias.

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