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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¡Viva la Pepa!

Hace unos días, al ver el entusiasmo con que las venerables matronas y comadres de cierto barrio de Madrid recibían la posibilidad de que Ruiz-Gallardón se convirtiese en el nuevo y flamante alcalde de la capital, tuve una triste revelación: España se estaba convirtiendo de nuevo en lo que ha sido siempre: un país conservador.

Es imposible hacerse una idea de la aversión que el español medio siente ante lo nuevo, así como de su devoción por lo rancio, lo añejo, lo vetusto. La única empresa aventurada e innovadora que acometieron los españoles fue el descubrimiento de América; pero ellos no buscaban el Nuevo Mundo, sino el Viejo, el inmemorial, el primigenio. Buscaban la Florida, un país legendario, una tierra de fábula, un lugar que no existe. Buscaban el oro y la vulva de las princesas indias; la cueva de Alí Babá, en una palabra. No entraron en la historia, sino más bien en el mito al tropezar en su delirio con las Amazonas legendarias, según reza una crónica alucinada y alucinante. De una amazona dudosa y un conquistador visionario nació el espejismo de América y su indescifrable enigma; por eso América es todavía para tantos una pesadilla o un sueño. Si llegaron a La Española, fue de puro milagro, pues, después de tantos días de travesía incierta, a los marineros debió embargarles una terrible morriña por el terruño, junto al pavor comprensible ante lo impredecible. Así que cuando por fin pisaron aquella tierra la bautizaron de inmediato con el nombre de la propia. En suma, que todo lo nuevo nos repele y desconcierta, y sólo una avalancha ingente de extranjeros e inmigrantes podría cambiar un carácter y un temple que se ha forjado a sangre y fuego durante más de quinientos años. En fin, para acabar con la murga y retomar el hilo enmarañado del asunto, al ver a las venerables matronas y comadres de Madrid jaleando a Gallardón, incólume, como si de un torero se tratase, sentí el mismo desaliento que inspira lo inamovible, y es que ya tenemos, me dije, populismo barato, despotismo castizo y PP para rato (por cierto, ¿se han fijado que PP o, lo que es lo mismo, Pepe acentuado a la francesa para despistar un poco, es el diminutivo más gregario y más cañí de España?).

Pero quiero encomendarme a la Pepa, la Constitución liberal de Cádiz, que se desinfló tan pronto la pobre y nos duró tan poquito.

Así que ¡viva la Pepa!

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