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'A Europa le cuesta digerir nuestro éxito'

José María Odriozola (23 de julio de 1939, Pontevedra), el del atletismo, es uno de los presidentes federativos con más fuerte personalidad del deporte español. Está tan implicado en todos los escalones de su organismo que algunos le han apodado peyorativamente el presidente-seleccionador. En el cargo desde 1989, el atletismo español ha vivido con él su fase de despegue desde el furgón de cola mundial, el júbilo de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, la incorporación con fuerza de la mujer y una progresión constante hasta la cima de los Campeonatos de Europa de Múnich 02. 'Todo es fruto del trabajo, del cariño y de la paciencia', dice.

Pregunta. ¿Ha observado cierto escepticismo entre los extranjeros por el éxito español?

'Me alucina que nos hayan acusado de dopaje. Hacemos más controles que nadie'
'El único secreto es el trabajo, la profesionalidad y la mucha afición de los atletas'
'Lo difícil será mantener el tipo. Para el reemplazo hay que contar con más entrenadores'
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Respuesta. A mí me felicita mucha gente, pero creo que, en el fondo, están entre asombrados y molestos. No nos consideran. Si un sueco saca una medalla, parece lo más normal porque tienen más tradición. Les cuesta más digerir lo nuestro.

P. En las pruebas del fondo, del 1.500 al maratón, el protagonismo es siempre español. Muchos se extrañan.

R. Lo de que somos los africanos de Europa, que dijo Luismi Berlanas, suena a tópico, pero luego resulta que los fondistas franceses son africanos de verdad y que otros países también los tienen. Seguramente hay un componente genético, parece evidente, porque en España ha habido mucha mezcla de razas. Pero creo que es más la tradición que hay en las pruebas del medio fondo y el fondo a causa de la escuela de las carreras de campo a través. Nuestra temporada de campo a través es la más fuerte, en competiciones, y los atletas se foguean desde jóvenes en esa escuela del fondo que da dureza, enseña el sufrimiento, sirve de entrenamiento invernal...

P. Pero del barro y del duro invierno, que también fue la escuela de los históricos, de Mariano Haro y compañía, hasta el oro en los 3.000 obstáculos, los 5.000, los 10.000...

R. Es que, entre hechos, se ha creado un clima de bastante competencia y hay mucha profesionalidad. Nuestros entrenadores saben bastante, están dispersos por varias ciudades, no hay un solo grupo. Y en la federación también hacemos lo nuestro, que es hablar mucho con ellos, ayudarles en todo lo posible. Somos flexibles con ellos, en su calendario, porque sabemos que tienen que ganar dinero, pero cuando llegan las competiciones dialogamos para saber si se preparan para ellas o no. Hay mucho diálogo. Mientras tanto, veo que en Francia, nuestro mayor rival, hay siempre problemas entre la federación y los atletas.

P. Pero, precisando, ¿cuál es el secreto del fondo español?

R. Yo siempre, cuando me lo preguntan en el extranjero, respondo, medio en broma medio en serio, que 'les damos mucho cariño'. Y es verdad. Hay una conexión muy buena. Disfrutamos de sus éxitos como si fueran nuestros desde un punto de vista íntimo. Y no hay que darle más vueltas.

P. Pero, cuando preguntan en ese plan, todos sabemos que se refieren al dopaje.

R. A mí me sentó muy mal que después de los Europeos en pista cubierta de Viena un periódico de Múnich muy importante sacase un artículo hablando de dopaje en el atletismo español. Un dopaje, decían, institucional, fomentado y ayudado desde la federación. Nos comparaban con la antigua RDA. Me quedé alucinado y molestísimo. Les contesté con una carta que supongo que no publicarían. Les dije que, aparte de que en España hay más controles que en ninguna parte y seguimientos de salud, de sangre..., si lo que les molesta es que hubiéramos sacado más medallas que Alemania, esperasen a Múnich, pues íbamos a ganarles otra vez. Los que tienen que lavar su imagen son los griegos. Nosotros, nada. Que investiguen nuestros controles de dopaje de fuera de competición, que llevamos ya 14 años haciéndolos. Hemos tenido algún caso y se ha castigado. Entiendo que les sorprenda, pero no hay secreto. Han venido noruegos, suecos, holandeses..., a Madrid a ver nuestros métodos y han visto que no hay ningún secreto que no sea el trabajo, la profesionalidad y la mucha afición de los atletas.

P. ¿Qué hay de espontáneo y qué hay de planificado en este éxito? ¿Ha coincidido una gran generación espontánea?

R. No hay nada espontáneo. Ya no estamos en los tiempos de Manolo Santana en el tenis o Severiano Ballesteros en el golf. La mayoría de los atletas que han sacado medalla están seguidos por la federación desde juveniles. Han salido de los planes de detección de talentos. Se les ha ayudado con los entrenadores, financiándoselos, invitándolos a las concentraciones desde el principio, integrándolos para que se sientan apoyados. Y el entrenador de un atleta con beca olímpica cobra como mínimo 3.000 euros al año. Lo que hay que hacer es que los talentos que salen, que son cada vez menos porque la juventud de hoy en día se dedica a otras cosas, no se pierdan. Y nosotros, para eso, tenemos un gran programa de seguimiento muy personalizado. Y al final da sus frutos. La gente a veces olvida que Marta Domínguez fue campeona de Europa júnior en 1983 y subcampeona del mundo en 1984.

P. Se le ha acusado a veces de llevar una gestión muy personalista de la federación. ¿Cómo es eso?

R. Yo me autonombré presidente de la comisión técnica cuando era vicepresidente y el director técnico era Carlos Gil, situación que no me gustaba porque él era entrenador personal de algunos atletas y tenía sus camarillas, por lo que tuve muchas peleas. En vez de un director técnico, tengo ocho, los responsables de cada especialidad, y yo los presido cuando nos reunimos. Les dejo hablar y, cuando hay discrepancias, impongo mi autoridad y decido en casos de selección, de mínimas y eso. Al principio, había reticencias hacia mi persona, pero desde el tercer año ya nadie cuestionó el asunto. Aparentemente, la cosa ha funcionado. Y, si una cosa funciona, ¿para qué la vas a cambiar? Y los otro ocho están encantados. Dicen que actúan con más libertad. Pero nunca me meteré en los detalles de entrenamiento de cada atleta. Cuando te eligen para un cargo, tienes que tomar decisiones. También reconozco que la parte más divertida del cargo es ésta: estar en las competiciones con mis estadísticas, mis temas, mi afición... ¿Y por qué me lo voy a perdonar? Lo otro no es tan divertido.

P. Aunque aún hay lagunas, el atletismo español parece que cada vez abarca más espectro que el fondo.

R. Me acuerdo de un secretario de Estado que me dijo en unos Mundiales que había que invertir sólo en las pruebas que daban medallas: la marcha, el fondo y el medio fondo. Lo dijo delante de los entrenadores. Yo me quedé alucinado. Eso no funcionaría. Nuestra obligación es que haya atletismo en todas las especialidades, que haya velocistas, saltadores, lanzadores, vallistas... ¿Por qué vamos a desperdiciar, por ejemplo, que haya mujeres, un tema que ha costado bastante? Mi intención ha sido siempre ir tapando agujeros, agujeros de especialidades y generacionales. Y, por ejemplo, obtenemos bastantes más éxitos en séniors que en promesas o júniors, donde últimamente estamos regulín, pero no nos preocupa porque los países que ganan son los que fuerzan mucho a los jóvenes, los entrenan como si fueran séniors, consiguen éxitos rápidos y los queman. Nosotros, al revés. La política es ir poco a poco para que mejoren siempre y se estabilicen ya de séniors. Y ahora a ver si sacamos saltadores de altura o más pertiguistas, pero con paciencia. El atletismo es un asunto de muchos años, de inversión a largo plazo.

P. La incorporación de las mujeres al atletismo está resultando sensacional. Y da la impresión de que son más duras, más aguerridas, más competitivas que los hombres.

R. No sé si es tanto por querer igualar a los hombres o porque se ha creado entre ellas un ambiente de mucha competitividad. El tener a una mujer como Marta Domínguez es un lujo. Marta tiene dos amigas superíntimas, Mayte Martínez y Nuria Fernández. Están juntas desde júniors. Y las otras dos siempre han estado en la sombra. Ahora yo creo que las ha arrastrado, las ha convencido: 'Chicas que también sóis buenas'. Es el efecto contagio. Se han convencido de que pueden ser profesionales del atletismo y lo quieren ser. Es lo que necesitan las mujeres: convencerse de que, en vez de trabajar en el Corte Inglés como hacía una de las hermanas Fuentes-Pila, que ha pedido una excedencia, pueden vivir del atletismo. Y, luego, tienen carácter. Y no tanto por igualar a los hombres como para decir 'aquí estamos'. Además, la incorporación de extranjeras como Niurka Montalvo y Glorie Alozie ha dado más nivel al equipo y buen ambiente, buen rollo. Sin figuritas.

P. ¿Hizo España lo suficiente en la reclamación por la medalla de Reyes Estévez en los 1.500 metros?

R. Yo he visto las fotos del vídeo-finish y me sigue quedando la duda, pero sería muy difícil que un jurado de apelación revocara la decisión. Por una medalla de oro, sea de Reyes o sea de quien sea, peleamos a muerte, pero cuando ves que no tienes razón no tiene sentido insistir. De todas formas, yo habría dado dos medallas.

P. ¿Su relación con Estévez sigue siendo tensa?

R. No digo que ahora sea de amistad, pero hablo normalmente con él. Es una relación en la que quizás falta la simpatía que había antes. Pero él ha reconocido que en los Juegos de Sydney 2000 no estaba muy bien. Aquello le vino bien como reactivo y para tomar decisiones de cambio.

P. ¿Qué es lo que más le preocupa del futuro?

R. Que, después de este éxito, la exigencia de la sociedad va a seguir creciendo. Pero eso no me asusta. Me estimula, me crea mayor responsabilidad. Lo difícil será mantener el tipo a partir de ahora. Hay unos cuantos atletas muy buenos y muy carismáticos que durarán bastantes años, porque son jóvenes la mayoría, pero algún día se acabarán. Y para tener reemplazo hay que seguir contando con más entrenadores, y llega el momento en que te dicen que necesitan ganarse la comida.

José María Odriozola, en su despacho.
José María Odriozola, en su despacho.EFE

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