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Crónica:FERIA DE VALENCIA | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un torero y dos fantasmas

Seis toros de Núñez del Cuvillo, otros seis de Martelilla y cinco de Los Bayones, además de los sobreros reglamentarios, hicieron falta para componer la corrida. Un escándalo, vamos. Que coincidió con la llegada a la feria del galáctico José Tomás. Pero lo malo no fue sólo lo que rechazaron los veterinarios, sino lo que aprobaron. Cómo serían, pues, los que se quedaron dentro. Porque ninguno de los ocho toros que saltaron al ruedo tuvieron entidad. No fue corrida seria ni por delante ni en tipo. A todo eso añadan una buena dosis de mansedumbre general y otra más de acentuada invalidez permanente, y el resultado es fácil de imaginar.

Esta feria, que mantenía un nivel muy digno en cuanto al toro, se desmoronó de pronto merced a las abusivas imposiciones de José Tomás. Mas en el pecado llevó la penitencia y el bondadoso público valenciano no le perdonó semejante osadía.

Varios hierros / Finito, Tomás, Jiménez

Tres toros de Martelilla, dos de Fermín Bohórquez, primero y quinto, y uno, tercero, de Los Bayones. Corrida en general sin trapío y pobre de cara y con muy poca fuerza. Los dos de Bohórquez se lidiaron como sobreros. Finito de Córdoba: dos pinchazos, media atravesada y dos descabellos (pitos); media trasera y desprendida (bronca). José Tomás: pinchazo hondo y dos descabellos (división de opiniones); dos pinchazos y dos descabellos (bronca). César Jiménez: casi entera y dos descabellos (vuelta); estocada (dos orejas). Plaza de Valencia, 26 de julio. Octava de feria. Más de media entrada.

Lo más gratificante de tan lamentable corrida estuvo de parte de César Jiménez, sobre todo por lo que apuntó y por lo que de futuro tiene. Su frescura y actitud fue un contraste con la tristeza y pasividad de Finito y José Tomás. No llega a ser por él y la tarde acaba como el rosario de la aurora. Por fortuna estaba César Jiménez. No fueron especialmente mejores sus toros que los de sus tristes compañeros, pero había otra disposición. El tercero, de Los Bayones, fue un inválido que con tanta caída deslució una faena de buenos matices, sutil y bien labrada. Un buen toreo con la izquierda, aunque siempre con la impresión de que faltaba toro. El sexto fue un cornadón de Martelilla, justo de fuerzas, sin clase pero con cierto recorrido. Lo que le faltó a ese noble toro de viaje lo puso su joven matador. De nuevo una labor de concepto muy torero, fresca con fondo valiente y formas muy clásicas. Incluso, cuando el de Martelilla quiso defenderse, César Jiménez solventó con gracia. La estocada que recetó fue de ley, aunque cayera algo trasera, lenta de ejecución y jugando la mano izquierda con autoridad.

Finito y José Tomás fueron una anécdota. El primero pasó de puntillas y anduvo siempre muy precavido, tanto con el inválido de Bohórquez como con el manso de Martelilla. Y José Tomás fue una sombra. Con su insignificante primero, que tuvo cierto recorrido, no se ajustó y acabó por descomponerse. Con el quinto, el segundo sobrero de Bohórquez, se paró tan pronto como el mismo toro.

Al final, mientras a Finito y a José Tomás se les despedía con una sonora bronca y lanzamiento de almohadillas, César Jiménez salía a hombros. En definitiva, un torero por la puerta grande y dos fantasmas cabizbajos por la puerta de cuadrillas.

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