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'Celebramos el futuro, no el pasado'

Pasqual Maragall era alcalde de Barcelona hace 10 años, cuando fueron inaugurados los Juegos Olímpicos de Barcelona. Y era alcalde el 17 de octubre de 1986, cuando se concedió a la ciudad la organización de los Juegos. Son dos momentos que guarda en su memoria. Pero ayer quería ser cualquier cosa menos un nostálgico e insistía en que la celebración no era pura memoria, sino un proyecto de futuro. De un futuro próximo, de la cita de 2004, y de un futuro más lejano del que los Juegos de 1992 sólo fueron el comienzo.

Pregunta. ¿Cómo ve la conmemoración de los Juegos?

Respuesta. La idea es que la celebración sirva como trampolín de futuro. Creo que se celebra más el futuro que el pasado.

Los Juegos se hicieron porque el Rey y el Gobierno apostaron por Barcelona

P. ¿Cuál es su peor recuerdo de aquel proceso?

R. El peor periodo estuvo situado cerca de los Juegos de Seúl. No hay ningún gran acontecimiento de carácter temporal y, por lo tanto, carente de burocracia estable que no tenga una crisis grave antes de su celebración. A veces, la semana antes. Se produce por la falta de inercia que evita el peso muerto, pero también el impulso. Esto produce momentos de angustia en los que se piensa que todo va a salir mal.

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P. ¿Y el mejor?

R. El 17 de octubre y el 25 de julio. Y ya más íntimamente: la inauguración del Sant Jordi y algunos momentos de las visitas a las obras de la avenida de Icària. Ibas un día y pensabas que no se iba a terminar nunca y, de pronto, algo estaba terminado y mostraba el imponente empuje. Y luego, ya en 1995, cuando fuimos con una barca a poner una banderita de Barcelona en medio del mar, junto a Sant Adrià. Era decir: aquí habrá un dique. Ya está allí.

P. ¿Qué lección hay que sacar de los Juegos?

R. El aprendizaje del éxito. La convicción compartida por los ciudadanos de que nos podíamos proponer algo muy complejo y hacerlo.

P. ¿Y en lo personal?

R. Yo he tenido grandes satisfacciones, pero siempre he pensado que era el nombre de la cosa, más que la cosa misma. Vuelvo a lo general. Hay un vídeo que vale la pena revisar: incluye la ceremonia inaugural y puede verse que cristalizaba el proceso previo, con éxito, con entusiasmo, con ilusión. Ahora se trata de aplicar la lección aprendida. De saber que si Barcelona, si quiere, si arrastra a Cataluña, si tiende puentes con España, no tiene límites. Puede tener una ambición inmensa. Ésta es la idea. Para tener éxito hay que vencer y arrastrar.

P. ¿Cómo?

R. Con diálogo intelectual. Con complicidad. Compartimos un proyecto. Sentarse a habalr educadamente es la democracia. Lo que propongo tiene que ver con la creación de identidades plurales, ricas. Y para esto no basta el diálogo. Hace falta un proyecto compartido.

P. ¿Cuál?

R. El diálogo entre pueblos y culturas.

P. Parece el programa del Fòrum 2004.

R. Sí, bueno. No es cierto que quisiéramos una Expo. Preguntamos si había calendario, porque era una marca que existía. Nos dijeron que estaba todo ocupado y no le dedicamos ni tres días. Hubo una reunión de barceloneses universales que hicimos el día de Sant Esteve, que es cuando todo el mundo está en casa: Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Unesco; Juan Antonio Samaranch, que presidía el COI; Jordi Pujol; yo, que era alcalde, y el primer teniente de alcalde, Joan Clos; Narcís Serra, vicepresidente del Gobierno; Pere Duran Farell, que era una figura empresarial. Luego se añadieron otros, como, Josep Piqué.

P. Y encontraron la idea.

R. Pensamos que lo que mueve más gente en el mundo, al lado del deporte cada cuatro años en unos Juegos Olímpicos, es la religión. Las religiones: la Meca, el Papa viajando a donde sea, y las ONG trabajando por motivos humanitarios o promoviendo el diálogo universal. Y ésa fue la idea: diálogo de las culturas universales. La diferencia era que los Juegos tienen el guión escrito desde 1896 en Atenas y el del Fòrum tenemos que hacerlo. Y bien. Los primeros Juegos pasaron desapercibidos. Y los de 1900, en París, también.

P. Proponer que el Fòrum acabe cuajando con la misma fuerza que los Juegos modernos es muy ambicioso.

R. No será como Atenas o París. Aquello fue producto de uno de los primeros impulsos de la globalización. Había un fuerte internacionalismo financiero-aristocrático, que puede estar representado por el barón de Coubertin o por las grandes empresas que emergían en aquellos momentos, o desde un punto de vista proletario a través de las Internacionales. Es el inicio de la globalización contemporánea. Había una gran fluidez de ideas. Hoy hay, además, instantaneidad. Así que esto será mucho más rápido.

P. Un mensaje de Barcelona al mundo.

R. Cataluña y Barcelona, trabajando sin reservas, juntas, pueden ir hasta donde quieran. Pero también hay que decir que los Juegos se hicieron gracias a la existencia en España de un Rey y un Gobierno que los querían. Apostaron por Barcelona. La falta de modulación de un Estado de las autonomías que era nuevo, casi federal, se suplió con la intuición compartida, por los guiños que la presidencia del Gobierno supo hacer a Cataluña y a Barcelona en concreto. El Gobierno central se volcó y, por vez primera en la historia, Barcelona y Madrid recibieron la misma inversión. Sabíamos que detrás había alguien que nos respaldaba en materia de seguridad, en materia económica. Y que eran flexibles en los guiones de los actos. Esto hoy existe, pero menos. Ahora bien, en Cataluña creo que podemos garantizar que lo que dependa de los políticos funcionará muy bien. No habrá peleas. Hay un pasado compartido y un proyecto compartido.

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