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EL CRÉDITO DE LOS PARTIDOS
Columna
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Del transfuguismo al descrédito

Ha habido, y me temo que seguirá habiendo en el futuro, muchos casos de personajes que se presentan a unas elecciones municipales, autonómicas, generales o de la clase que sea, como integrantes de una candidatura y resultan electos; pero con el tiempo descubren que ya no están cómodos, que ya no están a gusto en el grupo resultante de esa candidatura, bien porque discrepen del ideario político del partido correspondiente, bien por diferencias personales con el resto de los integrantes del partido o del grupo al que se adhirieron que hacen imposible la convivencia (política).

En tales casos, la solución es siempre la misma: el díscolo, disconforme o disadaptado coge su escaño (o concejalía o lo que sea), y se va. El primer destino suele ser el cajón de los desastres del grupo mixto, integrado por seres de distinto pelaje que bien no tuvieron suficiente apoyo popular para formar grupo propio, o bien escaparon, huyendo de otros grupo con su escaño, y prefieren la promiscuidad de convivir con gente a quien no te une nada, a la dignidad de irte a casa con la cabeza alta.

Uno empieza a tener complejo de bicho raro, de extraterrestre, por pensar que lo ético (o, mejor, lo moral), lo normal sería que tal sujeto, el tránsfuga, renunciara al escaño, lo devolviera al partido o grupo con el que se presentó, y se marchara a su casa, de modo que su partido o grupo (en puridad, la Junta Electoral correspondiente) pudiera asignar el escaño al siguiente en la candidatura.

No es admisible que quien fue elegido por ser de miembro de la candidatura de un partido lo abandone y se lleve el escaño bajo el brazo, ni siquiera aunque se esté quietecito y sin abrir la boca el resto del mandato o de la legislatura. Pero es que la mayoría de las veces (y eso dice mucho del calado moral del tránsfuga) se utiliza el escaño, concejalía o lo que sea para tratar de hacer daño al antiguo compañero, ¡que manda narices!: un perfecto inútil de quien alguien se compadece y mantiene inmerecidamente en una candidatura, de repente se cabrea y se marcha del grupo con el escaño, dedicándose desde entonces a dar ruedas de prensa y a interponer demandas judiciales y denuncias contra su partido y su alcalde (¿suena esta historia por la parte de Huelva?).

También hay quien da un paso más, y no se conforma con patalear y hacer daño a quien le dio de comer, sino que encima trata de expulsarlo del poder legítimamente obtenido en las urnas, prostituyéndose políticamente y participando en mociones de censura contra aquel a quien antes se hacía babosamente la pelota o con quien antes se partían amorosamente piñones. ¡Que ya hay que tener escasa consideración de la propia dignidad moral y política!

Pero lo peor, lo más dañino para la democracia, lo que más descrédito puede producir al sistema electoral y de partidos, es que, encima, los partidos políticos amparen y acojan a los tránsfugas y se aprovechen de su deslealtad, de su deshonestidad y de su indignidad para robar tal o cual gobierno, institución o canonjía al rival. Porque los ciudadanos que observamos tal espectáculo no podemos menos que sentirnos cada vez más engañados y estafados, y rebajar un grado más (¡y van...!) nuestra fe y nuestra confianza en los partidos políticos y en los políticos en general.

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Conscientes de ello (no de lo malo que es el transfuguismo para la democracia, que sería demasiado bonito, sino del daño egoísta que sufren por el descrédito), los grandes partidos firmaron un acuerdo o pacto contra el transfuguismo (pomposamente lo llamaron Mesa Antitransfuguismo), con toda la parafernalia que es de esperar, aunque por supuesto estaban bastante menos dispuestos a cumplirlo de lo que decían y de lo que hubiera sido de desear, y a las pruebas me remito. La Mesa no se reúne jamás, por más que lo pidan los partidos de la oposición, porque a alguien no le interesa. ('¡Si, hombre, para que me pongan la cara colorada voy yo a reunir la Mesa!', dice Perales; ¡ah!, pero, ¿Perales es Consejero de la Junta de Andalucía? ¿y a qué se dedica?).

Y eso es lo que está pasando, cada vez con mayor frecuencia, en esta nuestra Andalucía. Anteayer fue Manilva (concejales del PSOE que se alían al GIL para robar el gobierno municipal al PP), ayer fue Encinasola (lo mismo), y hoy ha sido La Algaba (de nuevo concejales del PSOE se alían con tránsfugas para hacerse con el poder municipal). Inútiles, indocumentados e indignos comerciando con un escaño que no es suyo y vendiéndolo al mejor postor o utilizándolo indebidamente.

Después, los partidos políticos sin excepción se rasgarán las vestiduras y se gastarán el dinero que les pagamos en estudios y encuestas para atajar el problema del creciente descrédito de los partidos y de la cada vez mayor desconfianza de los ciudadanos en sus políticos. Eso se trata en los comités federales o ejecutivos en el punto del orden del día inmediatamente posterior a la aprobación de una moción de censura junto con los tránsfugas para desbancar del poder al rival...

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