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ALFREDO FLORES | Fiscal jefe de la Audiencia de Sevilla

'Todavía muchos creen que ser fiscal es trabajo de señores'

Acaba de cumplir 40 años como fiscal en Sevilla, 16 de ellos como responsable máximo en la Audiencia sevillana. Jurista, taurino, cofrade..., este salmantino, de 68 años, repasa algunos capítulos de su vida en Sevilla y su relación con la ciudad. De su profesión asegura que la independencia se logra 'con dignidad en el trabajo'.

'La Justicia de antes era distinta. 'El Proceso', de Kafka, me lo sé casi de memoria'
'Me dan miedo los fiscales de 30 años. Vienen creyéndose que son como Dios'

'Belmonte, se había quitado el traje campero, pero no sé cómo, pues llevaba los botos puestos. También llevaba unos calzoncillos largos, una camiseta y una bata de dibujo de cachemir azul. Lo que ya no sé es si estaba de frente al retrato de Zuloaga'. Así describe Alfredo Flores (Salamanca, 1933) el primer sumario que despachó en Sevilla, el suicidio de Juan Belmonte el 8 de abril de 1962.

El entonces joven fiscal había llegado a Sevilla con su mujer la noche antes. Una ciudad que le asustó un poco al llegar -en su primera salida a tomar un aperitivo le negaron una mesa en Los Corales, precisamente la de la tertulia de Belmonte-, pero de la que se ha enamorado irremediablemente. 'Yo tengo mis raíces salmantinas de 28 años, pero la ciudad en la que a mí me gusta vivir es Sevilla. Me encanta Salamanca y voy cuando puedo, pero el desarraigo está ahí'.

El susto para este joven castellano fue el clasismo, aunque pronto aprendió a nadar entre los huecos que esta actitud le dejaba. 'Yo la encontré [la sociedad clasista]. Hombre, cuando vine aquí de fiscalito yo no la sentía. Como tampoco podía quedarme en el Alfonso XIII. Hay una sociedad con la que yo no sé por qué hay que hacer ningún esfuerzo para saltar esa barrera, pues no es interesante para nada. Pero eso yo lo descubrí después'. 'No hay que saltar ninguna barrera para integrarse. Cada uno que vaya a lo suyo, porque entonces, igual que ahora, hay una Sevilla que valora mucho a la persona. Claro que también he visto a gobernadores civiles que al día siguiente de llegar lloraban en Triana, en la Macarena, en los toros y decían eso de que 'En Sevilla hay que morir' Bueno estas cosas... También depende de que tú sepas el sitio que quieres ocupar. Tú tienes tus cortijos, yo tengo mi carrerilla...', asegura Flores mientras recuerda una pequeña y dulce venganza al negarle el saludo a alguien que, años antes, no les permitió ni a él ni a su mujer pasar de la entrada de su casa, en una época en la que Flores le entregaba íntegro el sobre con las 6.800 pesetas de sueldo al gerente del Hotel Venecia.

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En Sevilla vivió la evolución total del país, el cambio de la Justicia, el nacimiento de los actores políticos... 'Para la clase de la que estamos hablando no había dictadura. En 1962 y 1963 yo no me codeaba para nada con la clase política, que no existía como tal, había gobernantes. A mí me llamaba mucho la atención como las mujeres eran exhibidas en la Feria y luego desaparecían del mapa'. Una huelga de panaderos fue su primer contacto con la nueva realidad política. Entre bromas narra como el gobernador civil José Utrera Molina -'Los ha habido peores'- quería acusar a estos hombres de sedición.

'Pero la clase política empieza a ser interesante aquí cuando la calle Morería y el sindicato del Metal, que era vertical, pero hay que ver cómo era aquel sindicato. A mí me seleccionaron para presidir convenios colectivos. Eran muy peculiares, porque no existía UGT, pero allí estaba sentada, no existía Comisiones Obreras pero allí estaban sentados'. Flores recuerda también las negociaciones del personal sanitario con la Diputación y alaba las tácticas negociadoras de Aurora León y de Amparo Rubiales. Entre sus recuerdos también destaca la integridad que percibió en Eduardo Saborido y Benito Rufo en la última redada en la Universidad, en 1974. 'Esos eran verdaderos líderes sindicales. La mayoría de los otros a los que se detuvo entonces se hicieron los suecos y dijeron que pasaban por allí'.

Sobre la Justicia de aquellos años no guarda un recuerdo agradable. Él también reconoce que veía su oficio de otra manera. 'La Justicia era distinta. Era mucho más fácil, mucho más cómoda (risas). Había una delincuencia que podríamos llamar profesionalizada. Siempre eran los mismos y por los mismos hechos [...] La gente venía ya condenada desde la instrucción. Una sencillez triste. Yo tenía claro que el Código Penal era el Evangelio y el sumario que había instruido un magistrado, completaba el Evangelio. No existía la droga, pero existía el hambre. Hoy se llama a los forenses para ver si alguien está bajo el síndrome de abstinencia, pero entonces nadie se planteaba si había alguna otra causa para el presunto delito', relata Flores, al tiempo que recuerda un caso de un hombre acusado de robo y dado por loco que permaneció 30 años en el Psiquiátrico de Miraflores.

'Te metían dos clichés. En primer lugar que éramos personas muy importantes desde el punto de vista social. Aquellas carreras se nutrían de gente de clase media alta. Los magistrados de aquella época si yo paso lista inmediatamente me voy a las fincas, porque luego las conocí. Pero esto es muy grave porque lo que te están diciendo es que tu independencia no es en relación con el poder, sino respecto de la sociedad. Un juez para ser independiente lo que tenía que hacer era jugar la partida de tute de subastao o de tresillo con los que previsiblemente iban a afectar a su independencia... el cura, el comandante de puesto, el del Servicio del Trigo'.

Los fiscales también guardaban las distancias. 'La independencia del fiscal se valoraba por que no salías por la calle, no salías a tomar una copa o tus amigos eran fiscales o gente de bien. Esa idea de que tú te contaminas por ejemplo por ir al Rocío se mantuvo mucho tiempo. De hecho, tardará mucho tiempo en cristalizar'. Pero lo peor es precisamente eso, que Flores continúa percibiendo, tras 16 años de fiscal jefe en Sevilla, rescoldos de criterios estamentales de la profesión entre los más jóvenes. 'Me dan miedo los fiscales de 30 años. Primero, vienen creyéndose que son como Dios. No permiten que nadie les hable de horarios, de productividad y, desde luego de contaminaciones ninguna. ¿Qué entienden estos jóvenes por contaminación? Con la Ley de Responsabilidad Penal del Menor lo tenemos muy claro. Estos jóvenes no quieren que se les llame a cualquier hora de la noche o del día y la ley dice que la Policía llame inmediatamente y eso es ya'. 'Además, hay una prepotencia un tanto cursi, porque la economía de los fiscales tampoco da para eso. Si uno no tiene una dignidad en su trabajo, una legitimidad que recoge la gente de la calle, estás perdido. Todavía muchos creen que esto es un trabajo de señores'.

Flores, el salmantino nombrado sevillano del año, no se cansa de hablar bien de la ciudad en la que vive. Fue hermano mayor de San Gonzalo, en donde descubrió un religión diferente. 'Yo venía de una formación de colegios realmente terrorífica, con el miedo al infierno, y en las hermandades se vive la religión de una manera muy humana', recuerda entre risas al contar como un funcionario interino le ponía de tonto para arriba en los cabildos para tratarlo de fiscal jefe al día siguiente en el trabajo. Los toros (es nieto de novillero) es otra de sus aficiones entre la lectura -'El Proceso de Kafka, me lo sé casi de memoria'-y el cine. Sobre su carácter, Flores admite lo complicado que puede ser para muchos: 'A veces soy hiriente y, como tengo vedado cometer delitos de forma ostensible, pues procuro, con el estoque de verdad, dar el bajonazo, pero que no sea bajonazo, que sea desprendida'.

Alfredo Flores, durante la entrevista.
Alfredo Flores, durante la entrevista.PABLO JULIÁ

'Unos me acusan de socialista y otros, de conservador'

'Un caso importante que me impresionó mucho lo tuve cuando no era jefe. Aquí había una whiskería que se llamaba La Vaquita, que estaba en Joaquín Costa. Un bárbaro le pegó fuego y murieron siete mujeres y un hombre. Fue un camionero navarro. Cuando se había gastado en el club 7.000 pesetas y vio que nadie se iba a acostar con él, quemó el local'. Este caso le interesó profesionalmente a Flores, pero otros le marcaron y dolieron.
El denominado caso Asunción por las presuntos torturas a un grupo de internos peligrosos en Sevilla II: 'Evidentemente fue un fracaso. Nos tomaron el pelo descaradamente. Incluso desde la propia carrera fiscal [...] Fuimos a una reunión a Madrid porque el fiscal general del Estado, que entonces era Eligio Hernández, estaba muy preocupado. En esa reunión estaba también uno de los asesores que era Javier Hernández Gil. Entonces me quedó claro que aquellas órdenes venían directamente de Instituciones Penitenciarias, de Antoni Asunción [...] Después enviamos a Madrid no una consulta, teníamos muy claro lo que había pasado, sino la calificación ya hecha. Eligio Hernández nos responde que esa calificación no se hace, que se reconsidere'. A Flores le advirtieron de que le abrirían expediente y el caso 'se cegó'.
Otro error doloroso para èl fue el caso Arny: 'Intervine en las diligencias preliminares, porque lo que me interesaba era que quedara muy claro que no habíamos vulnerado ningún derecho fundamental y luego el tribunal que hiciera lo que quisiera. Lo hicimos mal y salió mal, se me quitaron las ganas'.
El caso Juan Guerra le molestó menos: 'A mí me dejó secuelas, pero no tantas. Además, tengo que decir la verdad, yo ahí no tuve presión política alguna. Había una presión mediática de aquí te espero, pero nada más'. El fiscal jefe de Sevilla, en relación con el uso mediático de los procesos, asegura que le hubiera gustado ser fiscal 'durante 15 días' en la Audiencia Nacional con la querella contra Banesto: 'Los fiscales indomables, de indomables nada de nada, y sus filtraciones y las calificaciones hechas por alumnos de centros privados nos han hecho mucho daño'.
Flores admite que creyó (y estuvo cerca) llegar a ser fiscal general del Estado: 'Pero unos me acusan de socialista y los otros de conservador'. Su jubilación está prevista para diciembre de 2004, pero tienen la agenda llena. Sus luchas ahora son que 'no se criminalice la antiglobalización' y que se deje de erosionar la imagen de los fiscales -como él considera que sucedió con la memoria del TSJA- para que, en algún momento, el Ministerio Público asuma la instrucción de los delitos. 'Ya está bien de pagar los errores de otros'.

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