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Columna
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Mortier juega fuerte en el Ruhr

En una breve visita a Barcelona, con motivo de la presentación en el Liceu de la ópera Katia Kabanova, de Janácek, Gérard Mortier ha dejado caer algunas pistas sobre una de las noticias culturales más esperadas y mejor guardadas del año: el enfoque artístico de la Trienal del Ruhr, un desafío apasionante por lo que supone de acercamiento de la ópera y otras disciplinas teatrales y musicales a un público no habitual. Los programas de las dos primeras ediciones de la Trienal del Ruhr se presentarán a finales de mayo en Alemania y, posteriormente, en la primera semana de junio, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Se esperaba con curiosidad la relación de artistas que iban a acompañar a Mortier en su nueva aventura. De lo poco que se ha filtrado, llama la atención la respuesta entusiasta del mundo del teatro. Al Ruhr irán nada menos que Peter Sellars, Patrice Chéreau, Christoph Marthaler, Peter Brook, Pina Bausch, La Fura dels Baus, Robert Wilson o Klaus Michael Grüber, entre otros. Sellars alternará Eurípides con Messiaen; Chéreau se las verá con Fedra, de Racine; Wilson se centrará en Las tentaciones de San Antonio, de Flaubert, y Marthaler dará su particular visión de obras de Schubert o Mozart. Con estos mimbres, la lucha contra la rutina está garantizada.

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El segundo tema del que se ha podido obtener alguna información, es la presencia de artistas españoles. Para la primera edición, de mes y medio de duración, a partir del 31 de agosto próximo, Mortier cuenta con la soprano María Bayo como Doña Ana en la única ópera programada este año, Don Giovanni, de Mozart, desde el 28 de septiembre en Recklinghausen, con la participación como escenógrafo y figurinista del pintor Eduardo Arroyo. La asociación de Amigos del Liceu ya está organizando un viaje para el estreno. Otro artista plástico, Agustín Ibarrola, realizará una instalación de centenar y medio de traviesas de ferrocarril en la cumbre de una montaña de carbón cercana a Bottrop, como fondo permanente de un teatro al aire libre dedicado especialmente a la poesía. La escultura de Ibarrola será uno de los primeros emblemas plásticos del Ruhr junto a un monolito de Richard Serra y una instalación de Bill Viola. Siguiendo con las colaboraciones españolas, el Orfeón Donostiarra cantará la última sinfonía de Glass, estrenada en Salzburgo en 1999.

En cuanto a la segunda edición de la Trienal del Ruhr, de mayo a octubre de 2003, se cuenta con La Fura dels Baus y Jaume Plensa para una producción de La flauta mágica, de Mozart, dirigida por Marc Minkowski. La Fura, Plensa y el Orfeón Donostiarra se volverán a encontrar en 2004 para una reposición de La condenación de Fausto, de Berlioz.

Mortier ha insistido estos días en Barcelona en que no busca la provocación, sino abrir vías para la reflexión y el debate. Probablemente, el reto de la Trienal del Ruhr sea el más complicado de toda su carrera. Sin el glamour de Salzburgo o París, en una zona con todas las huellas de un esplendor industrial venido a menos, con más de cinco millones de habitantes sobre un eje de 40 kilómetros y 14 poblaciones de cabecera, y con una importante minoría turca, es una incógnita predecir si sus habitantes se van a sentir atraídos por escuchar a Christine Schäfer cantando el Viaje de invierno o por ver La bella molinera. Sin grandes orquestas, sin recurrir a la grandilocuencia, es revelador que después de una primera edición centrada en la música de cámara y en la experimentación contemporánea, el plato fuerte de la segunda edición, y de toda la Trienal, sea la escenificación en las grandes naves industriales de Bochum, en septiembre de 2003, de tres miradas sobre la espiritualidad: la católica, con San Francisco de Asís, de Messiaen; la masónica, con La flauta mágica, de Mozart, y la protestante con un espectáculo dedicado a Bach dirigido por Herreweghe. Respecto al turismo internacional, la incógnita es aún mayor. Mortier tiene muchos incondicionales, pero habrá que ver hasta qué punto son capaces de seguirle a una región de encantos infinitamente más ocultos que los de Salzburgo. De lo que no hay duda es de que la cultura de los festivales se juega en la región del Ruhr una baza social decisiva.

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