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MI AVENTURA | EL VIAJERO HABITUAL
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Paseo con trineos en Groenlandia

MIENTRAS LAS MOCHILAS fueron cómoda y rápidamente desde el aeropuerto hasta el pueblo en trineo, nosotros tardamos más de media hora a pie en llegar a Kulusuk, localidad de unos 300 habitantes en una pequeña isla en la costa este de Groenlandia. Era finales de marzo y estaba todo totalmente nevado, la temperatura era siempre inferior a los cinco grados bajo cero y andar de un sitio a otro dentro del pueblo llevaba una buena dosis de esfuerzo y tiempo. Con este panorama, en un principio una semana nos parecía muy larga, pero no fue así.

El primer día empezamos a caminar sin una dirección concreta por las montañas cercanas al pueblo. Hacía un tiempo fantástico, el cielo estaba despejado y el paisaje impresionaba. Después de un buen rato llegamos a la orilla de un mar totalmente quieto y helado. Al principio nos daba miedo andar sobre el hielo, pero vimos que no había riesgo y nos pusimos a caminar. Subimos sobre icebergs enormes e hicimos muchas fotos. Al final nos dimos cuenta de que no era tan seguro, sobre todo después de que uno de nosotros metiera un pie (hasta la ingle) dentro del agua. Nos vinieron a buscar en trineo desde el pueblo, y nos dijeron que el hielo sólo tenía un espesor de unos cincuenta centímetros y que debajo había más de 500 metros de agua fría.

El resto de los días no nos aventuramos tanto, pero sí nos dimos buenas caminatas y vivimos experiencias curiosas. Hicimos un pequeño paseo en trineo, en el que a pesar de ir abrigados como nunca pasamos mucho frío, mientras que el guía, que iba simplemente en chándal, no se quejaba. También asistimos a una danza tradicional y usamos las tres únicas duchas del pueblo, que sólo tienen agua fría y dejan de funcionar los fines de semana.

Me di cuenta de lo difícil que es la vida allí, sin agua corriente, sin carreteras ni comodidades de ningún tipo. Sin embargo, cuando subía a una montaña a contemplar el paisaje, o por la noche, cuando no oía más que los aullidos de los perros esquimales y miraba una aurora boreal inmensa, como un telón de luz, pensaba: 'Aquí la gente es un poquito más libre'.

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