'Los presos comen cuatro veces y nosotros sólo tres'

Los militares estadounidenses que vigilan a los presos talibanes en Guantánamo se quejan de las duras condiciones de su misión y cuentan los castigos a los que someten a los más combativos

La vida en Tent City es espartana. Los camastros de lona están sobre el suelo de tierra en un infierno techado de 30 a 35 grados y sin agua corriente, en el que dormir es una pesadilla. Especialmente tras 12 tensas horas de pie vigilando a los detenidos y con el peso de ojos críticos del mundo encima.

'Es muy duro, muy duro, nadie se imagina lo que estamos pasando ni las responsabilidades con las que trabajamos', dice visiblemente agotado el sargento Rubén Reyes, uno de los cerca de 500 policías militares del Ejército de Estados Unidos destacados en la base naval de Guantánamo para vigi...

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La vida en Tent City es espartana. Los camastros de lona están sobre el suelo de tierra en un infierno techado de 30 a 35 grados y sin agua corriente, en el que dormir es una pesadilla. Especialmente tras 12 tensas horas de pie vigilando a los detenidos y con el peso de ojos críticos del mundo encima.

'Es muy duro, muy duro, nadie se imagina lo que estamos pasando ni las responsabilidades con las que trabajamos', dice visiblemente agotado el sargento Rubén Reyes, uno de los cerca de 500 policías militares del Ejército de Estados Unidos destacados en la base naval de Guantánamo para vigilar a los presuntos terroristas capturados en Afganistán.

Reyes, de 25 años y de ascendencia mexicana, supo lo que le esperaba el primer día que llegó como voluntario al campamento adyacente al Campo Rayos X, el 6 de diciembre. Les advirtieron de que las condiciones en las que iban a vivir sólo podían ser 'como máximo' de un nivel por encima de las de los detenidos, tal y como establece la Convención de Ginebra. Esa fórmula no siempre se ha aplicado. 'No es una queja, pero ellos comen cuatro veces y nosotros tres', subraya Reyes. Las raciones e ingredientes de los MRE (Meals ready to eat, comidas precocinadas) son las mismas, salvo adaptaciones 'culturales' como la sustitución de carne por pollo o el aumento de las especias.

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La suboficial Barbara Evans encuentra compensaciones psicológicas. 'Ya era hora de que una mujer los mandara '. Cuenta que no es fácil ser mujer dentro del Campo Rayos X, 'pero me gusta estar aquí sólo por lo poco que a ellos les gusta'.

La mayoría de las 150 mujeres que rotan en los turnos de vigilancia de la prisión no lidian directamente con los detenidos desde que la tensión empezó a ser patente. Con los hombres es otra cosa. Les desafían continuamente con miradas fijas y hostiles, pero se amilanan cuando les levantan la voz. 'No me mires más, entiendes, no me mires más', suelen ordenarles Reyes y sus colegas masculinos. 'Hay que tratarlos con firmeza', añade el suboficial Thomas Duggan. Es parte del código disciplinario que les enseñaron los 12 marines que les entrenaron.

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Aprendieron también a registrar cada movimiento extraño o conducta rebelde de los presuntos terroristas. El medio centenar de policías militares que a cualquier hora del día patrulla, de arriba a abajo, los pasillos entre las celdas llevan siempre una libreta en la que van anotando las faltas. A la quinta llaman a los marines armados que están en el segundo perímetro. Éstos o los que están apostados en las seis torres de vigía tienen autorización de disparar si hay un intento de fuga o un brote de violencia, tales como 'si intentan robar objetos peligrosos como armas', de acuerdo con el manual de seguridad. El manual aconseja a los marines y a los policías que disparen 'si los ven fuera de la alambrada'.

Los policías militares coinciden en que los talibanes y alqaedas son individuos muy peligrosos. Cuando se salen de la raya les meten en una celda alejada de las demás donde no pueden hablar durante cinco horas.

'Saben que, si lo hacen de nuevo, la comida de ese día será distinta y más escasa que la de los demás', afirma Reyes, frustrado por la corriente de críticas de quienes, según él, no comprenden la gravedad de la situación y que el trato que se les da es el apropiado a la circunstancia.

El único denominador común entre los 158 detenidos es su metódica observación de los movimientos de sus captores. La mayoría de los detenidos son saudíes y paquistaníes y hablan árabe, pero muchos dominan perfectamente el inglés y cuando los guardianes hablan en código les preguntan por el significado. Tienen órdenes de no responderles ni siquiera gesticulando, sólo pueden llamar a un traductor para que se dirija a ellos.

Los guardianes de los talibanes y miembros de la organización terrorista Al Qaeda tienen como promedio de 20 a 30 años de edad, aunque la mayoría no sobrepasa los 25. Ganan sólo de 20.000 a 25.000 dólares netos (entre 23.000 y 29.000 euros) y han venido a Guantánamo motivados por un incentivo, de unos 500 dólares mensuales, y otro patriótico.

'Pero no hay nada que compense estar alejado de mi esposa y mis dos hijas por cuatro, cinco o seis meses, quién sabe, hasta que decidan lo que van a hacer con ellos', dice el sargento Reyes.

Tres marines vigilan la frontera entre Cuba y la base de Guantánamo desde un puesto de observación.ASSOCIATED PRESS

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