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Crítica:TEATRO | 'LAS CRIADAS'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Escupitajo de odio angelical

Tal vez lo más interesante y lo más actual de Jean Genet siga siendo esa conciencia negra de estar al otro lado, la lucidez del criminal que él mismo fue, liberado de la cárcel por su indiscutible talento literario. Una biografía, la de Genet, a todas luces singular. Lo fascinante es la presentación no de un criminal obtuso, cegado por la estupidez de un pensamiento incapaz de prever las consecuencias de su crimen, sino la de la extrema lucidez de quien comete un crimen como acto de justicia. Justicia negra que sirve para recordarle al poderoso que hay otras razones. Las razones de un enemigo de clase: las razones de Las criadas. Una empanada de odio, veneno, deseo de venganza, ambición de igualdad y de justicia.

Las criadas

De Jean Genet. Versión y dirección: Mario Gas. Intérpretes: Aitana Sánchez-Gijón, Emma Suárez, Maru Valdivielso. Escenografía: Mario Gas y Antonio Belart. Vestuario: Antonio Belart. Teatro Borrás, Barcelona, 24 de enero.

Estrenada en 1947 por Louis Jouvet, no es de extrañar que en su tiempo Las criadas produjera un verdadero escándalo, una auténtica patada en los morros de una conciencia burguesa que trata de olvidar no ya Auschwitz, sino el colaboracionismo en un intento de detener, en toda Europa, el avance de la izquierda. En España, el montaje más renombrado fue, a finales de los sesenta, el de Núria Espert y Julieta Serrano, dirigido por el malogrado Víctor García. No es necesario hacer un despliegue de imaginación para leer el subtexto español de Las criadas.

Ahora, en 2002, tras la guerra de Afganistán, Las criadas adquiere un nuevo subtexto. Un subtexto no menos acusador, no menos violentamente contrario al poder, a la riqueza, a la soberbia de los vencedores. Tal vez sea ésta la grandeza de un clásico, la de adaptarse a contextos insospechados por el autor.

En Barcelona, el nuevo estreno de Las criadas ha levantado, sin embargo, más expectación por las protagonistas que por Genet o por el tema en sí. La noticia ha sido, sin duda, la del retorno al teatro de Aitana Sánchez-Gijón y Emma Suárez (las criadas), acompañadas por Maru Valdivielso (la señora) y dirigidas, todas, por Mario Gas. Un break en su carrera cinematográfica para recuperar la verdad del teatro. Expectación por cómo se trasciende el plano corto del cine, engullido por la boca de un escenario que le exige al actor una técnica depurada, una consistencia interpretativa que en cine tal vez no sea imprescindible.

Al final hubo opiniones encontradas. Comparaciones con el ya clásico montaje Espert-Serrano. Comparaciones entre los talentos enfrentados de Aitana Sánchez-Gijón y Emma Suárez. La exigencia de mayor pasión escénica de la que fueron capaces (o quisieron poner) ambas actrices. A mi juicio, es un espectáculo sólido, que llega al público sin los filtros, siempre difuminadores, de lo intelectual. Tal vez pesó el miedo escénico de una noche de estreno, pero qué duda cabe que Sánchez-Gijón y Suárez resuelven con fuerza, y sin columpiarse en los resabios de su fama mediática, esos personajes extraños, terribles, diabólicos y al mismo tiempo angélicos que son Las criadas.

Mario Gas es el demiurgo del descenso a las tablas de Aitana Sánchez-Gijón y Emma Suárez. Vuelve a subir, con este montaje, al limbo de sus obras mayores. Tal vez se haya limitado, como artesano, a que el texto llegue en toda su fría lucidez, sin dejarse arrastrar por la posibilidad de una pasión teatral que quizá se hubiese entendido, dadas las circunstancias, como exhibicionismo. No hay duda de que Gas entiende a Genet, que comparte su visión fronteriza de nuestra sociedad. De que sus criadas no son un subterfugio de postín. Como no hay duda de que la oportunidad de un Genet, entre tanto triunfalismo occidentalista, es hoy más que nunca necesaria.

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