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Columna
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Naturaleza viva

La utilidad del arte es la del desvelamiento. Todo desvelamiento es hermoso. De ahí, la belleza del arte. Y su utilidad. 'Lo más noble en el arte es el desnudo. Esta verdad es reconocida en todas partes, y seguida por pintores, escultores y poetas; sólo la bailarina la ha olvidado, precisamente quien más debería recordarla, ya que el instrumento de su arte es el cuerpo humano mismo'. Con estas palabras de Isadora Duncan se abre el catálogo preparado por la galería Soledad Lorenzo para Still Distinguished, la tercera serie del proyecto de Piezas Distinguidas que La Ribot (bailarina, performer, artista... qué importa) comenzó en 1993 y que está presentando aquí estos días. Las salas blancas de esa galería han entreabierto sus puertas a unos pocos privilegiados que pueden estremecerse con la bella utilidad del arte desvelador de La Ribot.

Ya era de noche en Madrid, había estado lloviendo todo el día, aún quedaban en nuestro cuerpo incómodos residuos del fin de año, y entrar en ese espacio en el que las evoluciones de la artista, cada uno de sus gestos, de sus movimientos, de sus sonidos, hasta de su respiración, se produjo, exacta, voluntariamente, a nuestro lado, fue penetrar en ese otro lado del espejo que es la poesía: 'La poesía es el misterio. Debería ser la precisión', escribe el poeta checo Vladímir Holan.

Y dotada de la precisión de la danza, dotada de la precisión de ciertas miradas, apareció en escena La Ribot con la más absoluta de las precisiones: la de la desnudez. La utilidad de esa desnudez bella y total es puramente ideológica: 'El cuerpo también es muy político, tiene muchos significados, da mucho más juego un cuerpo desnudo que vestido. El cuerpo de una mujer desnuda habla y significa muchísimo', afirma la artista.

Y la más intencional e incorrecta de las políticas se concentra, deslumbrante, valiente, desveladora, en su pubis pelirrojo, en sus pechos maduros, en sus nalgas, en su ano. En el ano que La Ribot sitúa a veinte centímetros de nuestros ojos sin el más mínimo afán sexual, aunque lo contenga en sí mismo. Muy pocos se atreven a enseñar su ano fuera de la más estricta intimidad; y muchos otros, ni eso. El ano de La Ribot es intelectual y está formado por tejidos biológicos y por una profunda carga de tabú: ese ano es la Historia.

A partir de ahí, el live art de La Ribot se vuelve indefinible, e incorsetable en géneros o disciplinas, y se desarrolla excorporando poemas, instalaciones, esculturas, instantáneas, lienzos. Cuando se sitúa en mitad de la sala y se entablilla (precisa, lentamente) una pierna, una cadera, el torso, el cuello, la cabeza, y los sujeta con esparadrapo al tiempo que mantiene ese perfecto equilibrio de las medias puntas del baile, leemos en su cuerpo el sacrificio, el deseo, el dolor, la dignidad, el accidente, la terca permanencia del ser. Y cuando ata su cuerpo con una soga (precisa, lentamente), y coloca después sobre él, cruzada como la distinción de una miss, una banda de facturación de equipaje, leemos la violencia, la imposibilidad, la ironía, la inteligente sensibilidad del humor. Y cuando despliega en el suelo (precisa, lentamente) un charco de objetos rojos y se calza unos zapatos verdes de tacón y se pone una peluca y un postizo rubios en la cabeza y en el pubis y se tumba en esa representación de la sangre y permanece quieta y presente como la muerte, leemos la simulación del arte y la verdad de la vida, o al revés. Y cuando se acerca a una botella llena de agua y comienza a beberla (precisa, lentamente), y ejecuta esa descripción realista en la que están el agua, el cuerpo y todo lo que contienen el acto de ser (agua o cuerpo) y el acto de beber, leemos en La Ribot el difícil proceso de la transformación, el tiempo: en ese acto de beber se incorporan la aproximación de la partitura musical, de la fórmula matemática, de la teoría filosófica, de la mística.

En todo ello estaba 'lo desvelado'. Lo desvelado que estaba antes de ser percibido y después: lo que vimos que ya era antes de que llegáramos a verlo; en el mejor de los casos, lo intuido. Lo improbable que desvela el arte. La Ribot compone con su cuerpo, su mente, auténticas naturalezas vivas. De ahí, la utilidad y la sobrecogedora belleza de su arte.

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