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Columna
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Humor

Los andaluces hemos sido condenados por la Audiencia de Sevilla a pagar diez millones de pesetas a Isabel Pantoja para indemnizarla por la ocurrencia de una colaboradora de Canal Sur que la llamó lesbiana. No es mucho: la tontería nos puede salir a cada uno por una peseta y media. Lo que no sé es qué pinta una televisión pública entrometiéndose en las supuestas opciones sexuales de la gente.

Tampoco sé a qué se debe el silencio que nuestras feministas oficiales han guardado en torno a este asunto: quizá estén muy ocupadas cambiando la letra del himno andaluz. Prefiero pensar que es ésta la causa. Pero también cabe ser mal pensado y especular con el hecho de que el responsable político de la televisión andaluza sea el mismo que el del Instituto de la Mujer, ese compendio de virtudes progresistas que se llama Gaspar Zarrías, en cuyas manos está casi todo lo que genera clientelismo: la radiotelevisión pública, el Instituto de la Mujer, el de la Juventud, las relaciones con las productoras de televisión, la publicidad institucional... No deja de ser un sarcasmo que la llamada 'segunda modernización' dependa también de Zarrías, un político que nada tiene que ver con la modernidad y al que cuesta trabajo incluso considerar contemporáneo.

Pero, volviendo a lo que nos ocupa, el silencio de nuestras feministas oficiales puede deberse también a que no vean nunca la televisión. Si es ese el caso, tienen suerte. Se habrán evitado más de un disgusto al no escuchar, por ejemplo, algunos chistes de Gandía, como ese emitido recientemente en el que un padre le explica a su hijo la diferiencia entre accidente y catástrofe: 'Accidente sería que a tu madre se la llevara una ola; catástrofe, que otra ola la devolviera'.

No es muy fino el humor de nuestra televisión pública, para qué nos vamos a engañar. También se hacen chistes sobre catalanes y mofas sobre Jordi Pujol. No quiero ni pensar qué ocurriría si TVE hiciera lo mismo con Chaves.

Pero es normal: la nuestra es una televisión hecha a la medida de sus responsables, unos responsables que se sienten muy orgullosos de su trabajo. Que el humor de Canal Sur sea más bien borde es consecuente. No olvidemos que su director general consideraba 'una ironía' su amenaza de espiar a los diputados del PP con las cámaras de la televisión pública. Teniendo en cuenta estos antecedentes nos podemos dar con un canto en los dientes porque, de momento, en Canal Sur no se hayan atrevido a hacer chistes de moritos, de mujeres maltratadas o de judíos y cámaras de gas.

Hay que resignarse a que nuestros dirigentes estén orgullosos de una televisión que considera graciosas cosas que muchos consideramos insultantes: debe de haber gente para todo. Lo que se entiende difícilmente es que se use dinero público para fomentar la zafiedad. Especialmente si se tiene en cuenta que la televisión sigue siendo la principal fuente de información y conocimiento en el mundo rural andaluz.

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Por eso no hay que tomarse a broma la televisión pública andaluza. Por eso y porque en este momento Canal Sur es el único medio de comunicación público de importancia en manos de la izquierda y no resulta muy estimulante considerar que la alternativa a José Luis Moreno y Norma Duval no pueda ser otra que Gandía y María del Monte.

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