Los goleadores tiran del Deportivo
Dos tantos rápidos de Makaay y Tristán acabaron con la resistencia del Arsenal, que decepcionó
El Arsenal de los cinco candidatos al balón de oro y del entrenador por el que suspiran los grandes de Europa no le duró ni media hora al Deportivo. El cuadro de Javier Irureta ni siquiera dio margen a los británicos para que pusiesen en discusión su supremacía. Se hizo con el choque desde poco después del inicio y en cuanto tuvo ocasión pegó un par de guantazos de los que su rival ya no pudo recobrarse. Como si el Deportivo hubiera metido plomo en los guantes. Makaay y Tristán jugaron juntos y a la primera ocasión que pillaron, dejaron la papeleta solventada. Lo único llamativo que mostró el Arsenal en Riazor fue la cresta roja en el pelo del centrocampista Ljunberg.
El Deportivo tiene una mina, un yacimiento goleador a veces difícil de gobernar por las diferencias entre sus socios, pero de una extraordinaria rentabilidad. En esa mina del ataque deportivista escarbas un poco con la piqueta y te salen goles del techo, del suelo y de la pared. Sobre todo en ocasiones como la de anoche, cuando Irureta se decide a explotar todas sus posibilidades. Preso de un dilema que los propios interesados se habían encargado de alimentar -Makaay o Tristán, Tristán o Makaay-, el técnico deportivista optó por la solución más salomónica y también la más arriesgada: dio la palabra a los dos y la fórmula obtuvo un éxito clamoroso. En apenas media hora, Makaay y Tristán, cada uno con su golito, dejaron el duelo listo para su resolución. Todo un acontecimiento en Riazor, que ya había asumido como una inexorable carga del destino que su equipo empezase todos los partidos perdiendo y se abocase a las reacciones heroicas.
El alarde de contundencia de los dos atacantes deportivistas zanjó muy pronto cualquier discusión sobre un partido que, en todo caso, había soplado desde el principio a favor de los locales, dueños de la pelota y con un propósito mucho más claro que el Arsenal. El cuadro de Arsène Wenger confirmó todas las sospechas que ha venido alimentando con sus decepcionantes campañas europeas. El Arsenal parece un equipo por debajo del prestigio de sus jugadores, un proyecto con mucho brillo aparente -futbolistas como Henry, Pires o Vieira, y una propuesta atractiva para el espectador- pero que, en cuanto se profundiza un poco, resulta bastante más prosaico de lo que uno se imagina a primera vista. Ni la presencia de Henry, a quien Wenger había escondido en las horas previas al partido bajo la tapadera de una supuesta lesión, ayudó al Arsenal a levantar el vuelo en Riazor, donde pasó como un invitado de impecable vestimenta y exquisitos modales, pero sin nada que enseñar fuera de su bien esculpido look. Si pretendía jugar al contragolpe, no le salió ni uno. Y atrás tampoco fue un prodigio de seguridad, todo lo contrario que el Deportivo, cuya defensa encontró auxilio a los males que la aquejaban últimamente con la saludable reaparición de Naybet, el valor más seguro en la zaga de Irureta.
Al Deportivo todo lo resultó muy fácil y no sólo por la evanescencia del Arsenal. El cuadro de Irureta jugó bien sin más, pero es que tampoco necesitó una exhibición para tumbar al adversario. Porque la mina arrojó materiales preciosos a la primera perforación. Todo lo que caía en pies de Makaay y Tristán era un presagio de gol, y los anuncios se cumplieron muy pronto. De los dos tantos, el de mayor mérito fue el de Tristán: desde el vértice izquierdo del área, tiró uno de esos remates secos e imprevistos que fulminan al contrario. El delantero internacional buscó el primer palo, la zona por la que, en situaciones así, el portero nunca espera la pelota. Wright, en todo caso, colaboró lo suyo y tardó una eternidad en reaccionar. Este chico, sustituto del lesionado Seaman, ya llevaba una racha de desgracias antes del partido de anoche y Wenger acabó mandándolo al patíbulo: en el descanso, lo cambió por Taylor.
Alcanzados todos los objetivos en el primer acto, hasta pareció una anécdota que el Deportivo perdiese a sus goleadores por problemas musculares. La segunda parte fue para el cuadro de Irureta como una agradable visita al balneario. El Deportivo invitó al Arsenal a que expusiera sus argumentos. Fuera de algunos momentos aislados, el cuadro de Wenger sólo ofreció un discurso confuso y balbuceante. No es de extrañar que el de anoche fuese el cuarto fracaso consecutivo en sus tormentosos viajes a este lado del Canal de la Mancha.
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