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Crónica:FERIA DE SALAMANCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Tendencia a la melancolía

¿Por la proximidad del otoño? Puede ser que haya toros con tendencia a la melancolía, propensos a las ensoñaciones. Sea por lo que sea, el caso es que los toros salmantinos de El Puerto se mostraron nostálgicos. ¿En qué se notaba? Pues en su clara e irreprimible tendencia a volver a sus orígenes, a lamentarse de viva voz (o sea, mugiendo). Toros nostálgicos, ya digo. Nada de llamarlos mansos. Digamos que son nostálgicos, que queda más aparente.

Lo mejor de la feria hasta ahora, la brevedad. Ayer, gloria bendita: una hora y 55 minutos, y a la calle. En la brevedad, mucho que agradecer a Curro Vázquez. Se le venció su primero en el primer muletazo y cortó por lo sano. En su segundo, que sacó a los medios con torería, andándole con garbo, poco más o menos. Prudencia, distancia y disgusto.

Puerto / Vázquez, Ponce, Castaño

Toros de El Puerto de San Lorenzo, sin clase, con poca fuerza; 5º y 6º, mansos; alguno sospechoso de pitones. Curro Vázquez: corta atravesada (bronca); corta atravesada (pitos). Enrique Ponce: estocada desprendida y descabello (saludos); estocada perpendicular (aplausos y saludos). Javier Castaño: estocada pasada perdiendo la muleta y cinco descabellos (palmas y saludos); pinchazo, estocada corta y rueda de peones (aplausos). Plaza de La Glorieta, 16 de septiembre. 5ª de feria. Poco más de media entrada.

Ponce largó toda la tela del mundo con el capote y estuvo facilísimo y con mucho temple en su primero con la muleta. En el quinto, que se le venía al cuerpo por menos de nada, imperó el desacople y los enganchones dentro de un trasteo voluntarioso.

Javier Castaño, que se presentó ayer como matador en Salamanca, lo intentó todo echándole temperamento al asunto, sin acongojarse por una voltereta que le propinó el sexto. Su tendencia a meterse dentro de los toros puede dar resultado en algunos casos, lo mismo que las volteretas, que generalmente son muy agradecidas. Pero de lo que no parece caber duda es de que, metiéndose donde él se mete, torear es imposible. Ponerse perdida la ropa, desde luego. No parece que sea de eso de lo que se trata.

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