Ganó Ponce
Era la competencia entre figuras uno de los máximos alicientes del aficionado. Madrid, por historia, importancia y trascendencia, el lugar escogido. Ganado de la máxima garantía, con presencia y poder. El trabajo de los espadas quedaba a criterio del público. Pasado el trago capitalino tales competencias se desarrollaban en provincias. Hoy a los encuentros en la cumbre se les denomina carteles redondos. La afición los puede contemplar en cualquier lugar menos en Madrid. No vaya a ser que se fastidie la gallina de los huevos de marras. Los toros de garantía pasan por ser unos novillotes, con poco poder y menos presencia. El veredicto queda a cargo, aficionados al margen, de un público alegre y desenfadado. Poncistas, tomaseístas y julistas esperaban el resultado de la competencia. Ganó Ponce.
Ponce, aseado en su primero, quizá espoleado por la actuación de José Tomás, salió a no dejarse comer el terreno. Brindó una faena técnica, estética y creativa. Llena de ritmo y ligazón, utilizando ambas manos. Sin apreturas. Variado, pero adornado en exceso, el presidente le perdonó un aviso y le concedió dos orejas.
A José Tomás le bastó pisar su sitio, dar distancias y sacar la mano izquierda a pasear para montar un lío. La calidad de los naturales y su valor sereno llevaron a los tendidos la emoción que el toro no tenía. La espada le quitó un triunfo legítimo. Aunque bien, bajó el tono en el quinto. El presidente se llevó una bronca de las que hacen historia al no concederle la segunda oreja.
No se arredró El Juli. Cargó con el lote más parado y soso del encierro. Como en él es normal dio todo e hizo cuanto había que hacerles a sus oponentes. Se pegó un formidable arrimón en el que cerró el festejo. Ayer, por fin, público y aficionados disfrutaron.
Babelia
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