La locura por una tarjeta
Un jugador de fútbol sala desgarra una oreja al árbitro y golpea a un niño minusválido en un partido destinado a recaudar fondos para una capilla
Berlanga y Fellini, los directores del esperpento, se reunieron el martes pasado en Isla Cristina (Huelva). No se disputaba la final del torneo de fútbol sala más importante del mundo. Ni siquiera uno de esos duelos en la cumbre que despiertan las pasiones y disparan las tensiones. Sólo se trataba de un campeonato para amateurs organizado por la Hermandad de Jesús del Gran Poder. Pero un jugador, J. R. G., de 25 años, se lo debió de tomar tan a pecho que perdió por completo los nervios, se desquició, cuando el árbitro, Fernando Espina, de 32, le mostró la tarjeta de amonestación. Así, se abalanzó contra él y le desgarró una oreja de varios mordiscos. De inmediato, presa de su rabia, tampoco vaciló en golpear varias veces a un niño disminuido psíquico que presenciaba el encuentro y le recriminó su actitud.
Desde luego, Berlanga habría firmado orgulloso la historia para una de sus películas. Con una mezcla de buena voluntad -la recaudación, producto de la cuota de inscripción de los equipos y las bebidas vendidas en un bar improvisado junto a la cancha, estaba destinada a la construcción de una capilla- y la negritud propia de otras épocas -la violencia desgarradora-, el guión habría adquirido un toque a lo Plácido o El verdugo. Tampoco Fellini habría rechazado llevar a su bobina ese toque de costumbrismo religioso con un final desdichado y la terrible sensación de que las nobles intenciones nunca llegan a cuajar.
Espina, el colegiado, tuvo que ser intervenido con carácter urgente en el Hospital Infanta Elena, de Huelva, para recomponerle con varios puntos de sutura su oreja, que había sido desgarrada en cinco centímetros. En él coincidió con el muchacho también agredido y que igualmente precisó asistencia médica. 'El jugador', recordaba ayer Espina, 'se me echó encima y me mordió en la oreja izquierda. Antes ya había intentado hacerlo en la derecha'. 'Al final, no ha sido tan grave', reflexionaba; 'pero el simple hecho es preocupante. Hay que erradicar el mal trato a los árbitros'.
'Llevamos nueve años organizando este campeonato', explicaba también ayer Francisco Caneda, el máximo responsable del torneo, 'y éste es el primer problema que tenemos'. El primero, pero sonado. Espina, respaldado como es lógico por el colegio de árbitros al que pertenece, ha denunciado los hechos ante el juzgado de guardia de Ayamonte. Su agresor, al que este periódico no pudo localizar ayer, fue retenido en primera instancia por la Guardia Civil para proceder a su identificación y se le han abierto diligencias por una falta de lesiones. Berlanga y Fellini le andan buscando.
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