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Columna
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Financiación

El nuevo modelo de financiación de las comunidades autónomas tiene una vigencia indefinida, lo cual está lejos de querer decir que ya es definitivo, como le gustaría al PP para 'cerrar' el sistema autonómico. Los socialistas, que lo han suscrito tras obtener beneficios para las comunidades que gobiernan, han apuntado que no es su modelo. Ni el de Convergència i Unió, que esta vez ha tenido que 'tragarse' el acuerdo entre los dos partidos estatales mayoritarios. La música, efectivamente, se parece a la que ha venido tocando Eduardo Zaplana, aunque eso no es muy relevante, porque el tema da para pocas variaciones melódicas. Otra cosa es la letra, donde quedan abiertas bastantes incógnitas sobre el poder fiscal de los gobiernos autonómicos (capacidad normativa más gestión de impuestos, y no sólo participación en la recaudación). Y otra aún más diferente son los números, en los que resulta poco discutible que la Generalitat Valenciana no ha salido bien parada. 'La financiación autonómica no es resultado de una fórmula mágica sino un reparto de recursos entre las comunidades autónomas y el Estado que, por fuerza, debe ser negociado entre todos ellos', ha escrito Eliseo Aja. 'Para racionalizar mínimamente ese debate conviene, al menos, poseer una información fiable que pueda fundamentar las diferentes posturas'. De nuevo la información ha brillado por su ausencia y la negociación ha sido opaca. El Consejo de Política Fiscal y Financiera ha vuelto a demostrar su inoperancia (todo llegó cocido a la mesa del organismo). Por eso, la creación de una oficina presupuestaria o fiscal integrada por técnicos de prestigio que ofrezca datos solventes y el traslado del debate sobre financiación a un Senado auténticamente territorial, donde los distintos gobiernos tengan su peso, seguirá en el horizonte de las lecturas federales de la España autonómica. Por lo demás, a Zaplana le resulta cada vez más difícil mantener la figura en Madrid. La deuda más galopante de todas las comunidades autónomas no es una buena tarjeta de visita. La convicción de que el presidente valenciano despilfarra se abre paso incluso dentro de su propio partido, tal vez porque empieza a tener efectos perceptibles en las encuestas.

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