Intrascendencia y transición

Es duro. Es duro y da fatiga, como apunta uno aquí al lado que sabe de qué va todo esto por sus propias carnes: perder un puesto logrado a base de constancia y sacrificio durante las dos primeras semanas por un corredor que se integra en una de estas fugas en otra de estas 'intrascendentes' etapas de 'transición'. Por cierto, tanta comilla me hace pensar que en esto del ciclismo hay muchos sustantivos y adjetivos mal utilizados. ¿O es posible, tiro del hilo, que se juzgue todo en base a ideales muy parciales? ¿Fue 'intrascendente' la etapa para Voigt, el gigantón alemán que asoma su cabeza en todas las guerras, y que ayer degustó otra ración de un pastel (debe estar muy bueno) que ya había probado en jornadas anteriores? ¿O para McGee, el que disputó (es un decir, y no es por nada; a buen entendedor, pocas palabras..., dice el refrán) el sprint (es un eufemismo) por la victoria? ¿O para mi ex compañero Luis Pérez, que tenía una cara en meta que era todo un poema? Si eso es 'intrascendencia', que venga Dios y lo vea.

Y en cuanto a la 'transición', sí, es evidente, en el sentido geográfico del término, otra estación de paso en el camino a París; un tránsito obligado, pero no regalado. El cansancio acumulado no es poco, y más horas con el culotte puesto, más kilómetros de látigo y más repechos que superar con un cuerpo que se niega a responder a los estímulos más evidentes (hasta la libido olvida su nombre) no constituyen lo que yo entiendo como una transición. ¿De dónde adónde? ¿De la fatiga de ayer a la de hoy? Bueno, si nos referimos a eso, igual me callo, y si no, igualmente lo haré, porque se me acaban las líneas, y a lo que iba, que era duro perder el puesto... de trabajo por escribir demasiadas tonterías. Mañana lo cuento.

Pedro Horrillo es ciclista del Mapei