Kluivert, aborrecido
La afición del Barça forzó la sustitución del ariete con una pita constante
Quizá porque es un ingenuo, Patrick Kluivert se sorprende a cada jornada con lo que descubre sobre el Barcelona. En su día, recién llegado al Camp Nou, dijo que habría jurado que el club tenía más de una Copa de Europa, no por nada, sino por el impacto, la capacidad de movilización social y la fortaleza de la entidad frente al equipo, históricamente más débil. Había oído hablar tanto del Barça que suponía que su leyenda era tan cuantificable como la de su Ajax. Y el domingo se enteró de que la presión en el estadio no significa necesariamente miedo para el rival sino que puede soponer perfectamente un rechazo hacia sus ídolos.
Con una pita constante, la hinchada forzó al entrenador, Charly Rexach, a sustituir en el descanso a Kluivert, porque el jugador le había guiñado un ojo al Madrid en plena negociación de su renovación por el Barça. Hasta ahí podíamos llegar, se dijo el aficionado, que por algo milita en más que un club. A Kluivert no le quedó otra salida que encerrarse en el vestuario en la segunda parte del partido contra el Rayo, entre abatido y disgustado, pero sobre todo preocupado.
Pese a que el entrenador ha dicho que Kluivert 'es recuperable' y sus compañeros le han defendido todos a una frente a la rechifla del socio, entre el jugador y el culé hay un evidente desencuentro. Si desde hace un tiempo se venía discutiendo sobre la necesidad de cambiar de delantero centro, de sustituir a Kluivert por Batistuta, por poner un ejemplo para entender de que iba el cambio, ahora se habla de jugar sin ariete, después de lo bien que el fue al Barcelona el domingo pasado del minuto 45 al 90 sin el holandés, sustituido por Gabri: a Rivaldo se le vio más suelto, los medios recuperaron su protagonismo y la media luna fue el punto de llegada que no de estancia, así que se marcaron cuatro goles de muy buen ver y no encajaron ninguno, sobre todo porque, puestos a recuperar todo el equipaje del dream team, a Charly le dio por disponer una marca individual sobre el media punta rival, el futbolista que en cada partido hacía saltar el equilibrio del equipo: lo logró Posse con el Espanyol, Mostovoi con el Celta y Cembranos con el Rayo hasta que le tomó Puyol.
Visto el desenlace, Kluivert se largó a casa pensando en que no sólo no le echaron en falta sino que forzaron y agradecieron su ausencia. Tal que fuera Figo, al holandés le silbaron tanto los oídos como para comprender que en el Barça todo es más que.
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