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VISTO / OÍDO
Columna
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Que florezcan cien flores

Tengo resonancias emotivas cuando veo el nombre de Casa del Pueblo. Y al ver la foto de la de Rentería, que tiene que cerrar por los ataques sucesivos de ETA (veintitrés), me acuerdo de los asaltos falangistas a aquellos centros. Las Casas del Pueblo, los Ateneos Libertarios y los Centros de Instrucción Comercial buscaban la cultura como liberación. También había clases de lo que se llamaba 'cultura general': mecanografía, taquigrafía y algo de contabilidad para que los hijos de los obreros pudieran colocarse en un puesto más alto. Contrarrestaban las clases parroquiales. Cuando empezó la guerra, las Casas del Pueblo se llenaron de pueblo que pedía armas.

No representan hoy lo mismo, porque la izquierda se preocupa menos de la instrucción pública o creen que la tienen garantizada con la escuela. Pero la escuela tampoco es la republicana; cada día menos. Ayer, el fastidioso Rouco se quejaba de que no se cumple la enseñanza religiosa prometida: le parece poco, cuando la religión es una anticultura. Y atentaba contra las parejas de hecho, las adopciones por homosexuales; y de que los medios publiquen la realidad de los curas y monjas que se han salvado de la castidad en África. Ojalá Rouco se hubiese salvado, con chica o con chico: sería más tierno. Pero no sería presidente de la Comisión Episcopal.

Pero éste es otro asunto. Como es otro asunto la centralización de la cultura en palacio, como lo estuvo en torno a Umbral y bajo la lejana sombra de Cervantes; y de su conversión en ministerio. No expreso ninguna duda hacia Umbral: su escritura es de un laicismo sagrado; de un civismo militante. Me molesta el entorno de farsantes y fariseos oficiales: me preocupa la institucionalización, que siempre tiene algo de obligación, de consigna, de corrección política, de censura invisible, de uniformes -el propio Umbral, con su chaqué-, medallas, pleitesías. La cultura es siempre transgresión. Umbral ha sido transgresor. El domingo sólo lo era para las feministas que le acusaban de misógino. Como si no tuviera derecho a ser misógino, andrógino, misántropo, feminista, buscador del Santo Grial, comunista, anarquista, masón, beato, rojo, joseantoniano o partidario de la negociación con los vascos.

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