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Reportaje:

La resurrección de Andy Goram

El Manchester contrata a un portero de 36 años con un turbulento pasado ante la baja de sus jugadores titulares

Dos cerdos con los nombres de Gin y Tonic son las pintorescas mascotas del más pintoresco aún Andy Goram, el turbulento portero escocés, que el 13 de este mes cumplirá 37 años, a cuya veteranía ha recurrido el Manchester United para salir de la apurada situación en la que le han colocado las lesiones de sus dos primeros guardametas.

Goram fue el primer sorprendido por su fichaje. 'Buenas noches, Andy. Habla sir Alex Ferguson. ¿Quieres jugar con el Manchester?', dice que le preguntó el entrenador de los reds. Al otro lado del teléfono, mientras apuraba una cerveza en el pub que su compañera regenta en Lanark, convencido de que se trataba de una broma del goleador Ally McCoist -viejo amigo y antiguo colega de correrías dentro y fuera del campo en el Glasgow Rangers-, Goram no se pudo contener. 'No me jodas, Coist. ¿Por qué no te vas a tomar por saco?', bramó sin tiempo de darse cuenta de que esa voz era la del verdadero sir Alex. Ferguson mantuvo la oferta. Por algo fue él quien le hizo debutar con la selección de Escocia en 1986, poco antes del Mundial de México, con 22 años.

Una elongación muscular en la pierna del titular, el francés Barthez -que se teme no pueda recuperarse antes de la visita del Bayern el 3 de abril-, y una operación en la rodilla de su suplente, el holandés Van der Gouw, habían colocado la portería del Manchester en manos del inexperto Paul Rachubka, un californiano de 19 años. Demasiado joven debió decirse Alex Ferguson, que se puso a escrutar el mercado en busca de alguien más curtido y, tras manejar nombres como el de Bodo Illgner, se quedó con el de Goram.

'Estoy en una nube', aseguró El Portero, como le conocen en Escocia. 'Si alguien me dice hace una semana que iba a fichar por el Manchester, le hubiese tomado por un chiflado', dice. 'Si hace cinco años se hubiera echado un vistazo al vestuario del Rangers en busca del jugador que antes se iba a retirar, Andy, con esas operaciones en las rodillas, habría tenido todas las papeletas', indicó Alan McLaren, retirado y uno de los integrantes, junto a Brian Laudrup, Paul Gascoigne o el propio McCoist, de aquella plantilla que los jugadores llamaban 'el equipo que bebe unido'.

Bebedor y mujeriego, jugador compulsivo, pendenciero, rodeado de turbias amistades y con tendencia al sobrepeso, el recientemente elegido mejor portero de la historia del Rangers era pertinaz protagonista de constantes polémicas. Un día le pillaban borracho a la salida de un pub, o le achacaban un idilio con una de las secretarias del club; otro jugaba un partido con un brazalete negro -según la prensa, en señal de duelo por la muerte de un preso unionista probritánico en la cárcel en Belfast, y según él, por el fallecimiento de su tía Lily-, o bien reconocía su adicción al juego, o sus kilos de más daban pie a que los hinchas del archienemigo Celtic y más de uno del Rangers le apodasen El Cerdo Volador -en una impagable muestra del sarcástico humor británico decidió adoptar a dos de verdad-, o aparecía su esposa y, en medio de los trámites de divorcio, pese a que Goram lo desmintiese, le acusaba de apoyar a los grupos protestantes más violentos de Irlanda, con cuyos símbolos y fotografías habría llenado la casa de ambos.

La sucesión de escándalos resultaba interminable, hasta que a finales de mayo de 1998 se colmó el vaso. Agotada la última de sus siete temporadas en el Rangers, a 15 días de debutar frente a Brasil en su tercer Mundial, tras ser suplente del mítico Leighton en México 86 e Italia 90, las presiones de la prensa provocaron la renuncia de Goram a la selección. Atrás quedaban sus 43 partidos con Escocia -con la que también fue, a finales de los ochenta, tres veces internacional con la selección de críquet-, sus seis títulos consecutivos de Liga, el gol que marcó en un saque de portería cuando jugaba en el Hibernian... Fuera de Escocia y del Rangers, la retirada parecía la única salida digna.

Tras unos meses arrastrándose en busca de una oportunidad por clubes de segunda fila como el Copenhague, el Sheffield United y el Notts County, en enero de 1999, Goram encontró acomodo en el modestísimo Motherwell escocés. Nadie daba un duro por un portero, decían, desahuciado, pero sus extraordinarios reflejos y un renovado espíritu de trabajo pudieron más que los años y los escándalos.

Andy recortó su melena, afiló su figura y, una palomita tras otra, volvió a ser El Portero. Hasta que llegó sir Alex con su SOS. Por algo menos de 27 millones de pesetas, Goram jugará cedido en el Manchester de aquí al final de temporada.

Andy Goram (a la izquierda), durante un partido de la Liga escocesa en 1999.
Andy Goram (a la izquierda), durante un partido de la Liga escocesa en 1999.REUTERS

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