Bailar
Este antiguo progresista no fue torturado en un sótano como se hacía antiguamente; ahora fue sometido a fuertes elogios en el alto despacho de un mediador que le prometió un cargo político si ponía su biografía a disposición de la derecha en el poder y sin que por ello tuviera que renegar públicamente de su pasado. Trato hecho. Este rojo alcanzó los más elevados salones y, contra lo que pueda parecer, su conciencia sólo sufrió un daño muy superficial. Cuando uno se vende muy caro, automáticamente se pone en marcha un mecanismo psicológico que regula por dentro esta caída para devolver el equilibrio.
No sólo el estado de necesidad, sino también el cinismo y la insolencia son resortes que protegen el alma del desertor y en el fondo le permiten seguir siendo el mismo e incluso alardear de sus viejas amistades y creencias hasta el punto de que, si lleva este cambio con soltura, puede acabar pareciendo un caradura simpático. Aquel mismo día, en un despacho contiguo, otro camarada fue igualmente sometido a una dura presión psicológica y ambiental para que olvidara su periclitada ideología marxista y se pasara al neoliberalismo.
En este caso sólo se le ofreció una peseta y nada más. Este viejo progresista era muy puro y tampoco hubiera aceptado cargos ni honores, pero una peseta era tan poca cosa que para justificarse ante sí mismo no tuvo más remedio que convertir su cambio de actitud en una convicción propia y ésta se fue transformando paulatinamente en un pensamiento férreo sin fisuras.
De repente un día se vio a este antiguo analista político o predicador de izquierdas sustituir una certeza por la contraria hasta transformarse en un implacable fustigador de todos los fantasmas del propio pasado. Un pancista que cambia su adhesión inquebrantable por un buen sueldo puede despertar risa. Pero un ser que viene disparado con una limpia trayectoria moral y proyecta sobre su adversario su nueva fe con una seguridad absoluta es un héroe que da miedo, porque los héroes se alimentan sólo de evidencias y no quedan satisfechos hasta hacérselas tragar a los demás.
Pregunté a un maestro espiritual por aquellos viejos progresistas que no han sido comprados ni por un millón o ni por una peseta. Respondió: son ya patéticas caricaturas de cartón. Entonces, maestro, ¿qué debo hacer para no morir? Muévete, muévete alrededor de ti mismo, que a este mundo hemos venido a bailar.
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