Pesadilla en Vallecas
El Rayo y el Espanyol malviven sobre un césped indecente
El césped, es un decir, de Vallecas, no existe. Es un musgo cubierto de arenilla, sobre el que el desarrollo de cualquier cosa parecida al fútbol es pura coincidencia. El Rayo, en aquel paisaje, que según dicen los más viejos del lugar fue hace años un vertedero -y que hoy está cerca de recuperar tal condición- se lió. El Espanyol se encontró con un gol porque así le dio la real gana a Velamazán, que cazó un disparo prodigioso. Pero se encontró el Espanyol también con la expulsión de Tamudo, que andaba picado con Ballesteros y le entró con dureza, sí, pero ni le tocó. Parecía suficiente castigo la amarilla, por aquello de la intención, pero el árbitro se puso eufórico y le mostró la roja.
RAYO VALLECANO 1 | ESPANYOL 1
Rayo Vallecano: Keller; Alcázar (Bartelt, m. 46), Ballesteros, De Quintana, Mingo; Glaucio, Helder (Bolic, m. 46), Poschner, Michel; Luis (Setvalls, m. 70) y Bolo. Espanyol: Mora; Cristóbal, Soldevilla, Rotchen, Navas; Velamazán, Sergio, Galca, Roger (Lardín, m. 80); Tamudo y Nishizawa (Posse, m. 56). Goles: 0-1. M.24. Nizishawa baja de cabeza a Velamazán, que marca de magnífica volea. 1-1. M. 53. Glaucio manda un balón interior a Bolo que supera a Mora por bajo. Árbitro: Puentes Leira. Expulsó a Tamudo (m. 33). Amonestó a De Quintana, Glaucio, Posse y al masajista del Espanyol. Unos 8.000 espectadores en Vallecas.
El Espanyol dio entonces un paso atrás y al Rayo no le quedó otra que tomar el mando. Descartada la posibilidad de que la pelota circulara con fluidez, apostó por el envío largo, a la espera de que el esforzado Bolo cazara alguno de los balones que le llovían. Y a la espera sigue. Juande Ramos echó mano de toda su artillería y el gol llegó cuando Glaucio bajó la pelota al suelo y buscó el hueco en el área rival. Y en el hueco estaba Bolo.
Pero el Espanyol siguió entero atrás y buscó los contragolpes, que Mingo se encargó de desbaratar. El Rayo no encontraba salida y Ballesteros, el mejor del partido, decidió cabalgar desde atrás con la pelota controlada, lo que sin duda provocó el pánico en su propio banquillo, poco acostumbrado a soluciones de ese pelaje. Acumuló el Rayo varias ocasiones, enterradas por un espléndido Mora, y el partido echó el cerrojo sin dejar más huella que las que quedaron marcadas sobre el ¿césped?
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