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Crítica:FERIA DE VALDEMORILLO | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Valor y torería de José Luis Bote

El público valdemorillano y con él la afición conspicua (que hacía mayoría) quedaron muy impresionados con la seriedad, la valentía y la casta torera de José Luis Bote. Se le veía al hombre limitado físicamente, renqueante -secuela de una gravísima cornada hace años- y, sin embargo, una vez en la cara del toro, se manejaba con una fluidez temperamental y un fundamento técnico que para sí quisiera gran parte de la peña coletuda, figuras y fenómenos incluidos.

Y eso que la corrida constituyó una esaborisión, que dirían en la tierra de María Santísima; un regalo envenenado, que prefieren expresar ejecutivos; una putada, hablando en plata. Seis toros de discreta presencia para lo que se lleva y para la categoría de la plaza, varios hondos, pelajes variados, y gustaba verlos hasta que soltaban lo que llevaban dentro y se daban a conocer.

Cámara / Frascuelo, Jiménez, Bote

Toros de Rocío de la Cámara, discretos de presencia, bonitas capas, escasa fuerza; varios broncos, en general de feo estilo. Frascuelo: estocada muy atravesada que asoma y media estocada caída (silencio); media atravesadísima (ovación y salida al tercio). Pepín Jiménez: media ladeada, rueda de peones, tres descabellos y aviso mientras dobla el toro (silencio); dos pinchazos y estocada ladeada (pitos). José Luis Bote: estocada trasera contraria (oreja); estocada trasera (ovación y saludos). Enfermería. Asistidos: Frascuelo, fractura de huesos de la nariz; el peón Gallito de Zafra, probable fractura de mandíbula, arrancamiento de pieza dentaria y varetazo en un glúteo; el peón El Formidable, hijo, sendas cornadas superficiales en el triángulo de Scarpa y en un muslo. Los tres, pronóstico leve. Plaza de Valdemorillo, 11 de febrero. 6ª y última corrida de feria. Lleno.

Entre los del pelaje variado, centelleante bajo un sol de justicia, hubo un llamativo ensabanao, que salió tercero, y un precioso regordío, cárdeno moteado capirote botinero, que abrió plaza y, nada más plantar la pezuña en la arena, alegró las pajaritas de la afición. Pero pronto se les vio el plumero a ambos dijes. En cuanto empezaron a embestir pudo advertirse que traían fea catadura. Y tarde adelante mandaron a tres toreros -un matador y dos peones- a la enfermería.

Frascuelo no estuvo centrado con ese primer toro, al que pudo sacar algunos derechazos y se le fue pronto a tablas, tirando a huir cada vez que el maestro le intentaba un pase. El cuarto sacó peores intenciones. Cabeceante de continuo, tanto por la derecha como por la izquierda, Frascuelo, en un alarde de pundonor, quiso probar una vez más los naturales y, al iniciar el segundo, el toro le tiró a la cara un derrote bestial que le fracturó la nariz. Sangrando acabó Frascuelo con aquel mal pregonao.

Los toros que correspondieron a Pepín Jiménez no mejoraban en el panorama, si bien el primero de ellos no parecía tan avisado, pese a su mansedumbre. Pepín Jiménez le porfió derechazos y naturales, sin poder confiarse, ya que la embestida acababa viniéndosele encima, y cuando al fin consiguió empalmar tres redondos, el toro se desentendió del engaño y galopó al refugio de las tablas, donde ya Pepín Jiménez optó por aliñar y matar. Al quinto de la tarde, reservón e incierto, no le consintió tanto don Pepín. Tras tantearlo y sufrir par de achuchones, lo trasteó por la cara y le buscó la igualada.

Técnica consumada para doblarse procurando atemperar la bronquedad del toro mostró José Luis Bote con el tercero, que sacó feo estilo. Lo había lanceado con gusto a la verónica y le obligó a tomar la muleta en una faena emocionante, valerosa y torerísima, empeñosa al intentar los naturales, relajada y mandona al ligar los derechazos.

Al sexto lo volvió a lancear estupendamente de capa José Luis Bote y tuvo que aplicarle un muleteo de recurso dado el peligro que sacó. El público agradeció la brevedad porque, además de entender que allí no había posibilidad de faena, ya iba sobrado de sobresaltos. Primero fue el percance de Frascuelo. Luego, el del peón Gallito de Zafra, que, al tomar el burladero, le alcanzó el toro, pegándole un pitonazo en el glúteo y estrellándolo contra las tablas. Y finalmente, El Formidable, volteado al banderillear al quinto toro.

Guasa y esaborisión sacó la corrida. O sea, malaúva, que también dicen por aquí. Lo cual dio mérito a los toreros. Y permitió a José Luis Bote exhibir su torería, esforzada e innata.

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